Quienes tengan posibilidades de abrir el imaginario hacia esa utopía deben hacerlo y el papel de los grandes, medianos y pequeños medios de comunicación debe potenciarse en ese sentido, empezar a informar con optimismo, destacar lo positivo y con la proyección a superar lo eventualmente negativo.

Marco León Calarcá
Integrante de la Delegación de Paz de las FARC-EP
La paz como justicia social, vida digna producto del trabajo, derechos satisfechos, democracia plena y soberanía es anhelo nacional. Las mayorías del país la buscamos arduamente, la queremos, la necesitamos, nos la merecemos, sin embargo esta realidad no es percibida, no se ve como determinante, pues se muestra como un tema limitado a La Habana y solo concerniente a las delegaciones de las partes en La Mesa.
La paz como construcción colectiva que es y debe ser, pues es el derecho supremo, la síntesis, nos atañe a todos y todas, el crisol nacional debe aportar para luego disfrutar de ella, sus beneficios se extenderán a Colombia, a Nuestra América y al mundo.
La desconfianza, los temores están basados en que el logro sería tan grande que no alcanzamos a imaginarlo, pues nunca hemos disfrutado de la paz, ningún día de nuestras vidas la hemos conocido.
Quienes tengan posibilidades de abrir el imaginario hacia esa utopía deben hacerlo y el papel de los grandes, medianos y pequeños medios de comunicación debe potenciarse en ese sentido, empezar a informar con optimismo, destacar lo positivo y con la proyección a superar lo eventualmente negativo. No se dice que se alabe todo lo hecho, pero sí que el análisis para difundir sea más objetivo. Y no se habla solo de La Mesa.
Superemos de una vez por todas y para siempre el miedo a participar, a opinar, dejemos atrás el síndrome del terror, si bien es cierto siguen en funciones fuerzas paramilitares, verdadera amalgama de narcotráfico, fascismo y corrupción institucional, estas serán derrotadas con la fuerza del pueblo y sus organizaciones expresadas en las ciudades y campos.
A estas alturas del desarrollo de las conversaciones, con los avances logrados y un clima propicio para alcanzar el objetivo, sigue imponiéndose con cierta lógica perversa la censura al tema, todavía se tilda de estar al servicio de la guerrilla o auspiciarla a quienes se atreven a expresar su acuerdo con las propuestas insurgentes, valga aclarar que son elaboradas con el insumo de las organizaciones populares y se diseñan para el diálogo, lejos están de la radicalidad.
La hostigada tregua unilateral decretada por las FARC-EP se siente en el país, las encuestas y opiniones así lo afirman, sin embargo el gobierno nacional no logra convencer a la extrema derecha, ni termina de convencerse de la necesidad y las bondades que brindaría el cese al fuego bilateral. Sería un gran regalo de navidad y año nuevo para el país, Colombia se lo merece, además permitiría avanzar en mejor ambiente hacía el cierre del Acuerdo Final.
Avanzan con paso firme los gestos de desescalamiento como la descontaminación de explosivos, se demostró el 24 de noviembre en El Orejón, Briceño, Antioquia, igual la búsqueda de desaparecidos, la devolución de menores y la libertad para decenas de prisioneros y prisioneras de guerra.
Solo quienes se lucran, de una u otra manera, casi siempre en lo económico y lo político, persisten en la idea de la confrontación y se valen de todas las triquiñuelas habidas y por haber para incrementarla y negar cualquier posibilidad de solución diferente a la guerra.