martes, octubre 28, 2025
InicioPortadaLa organización del pesimismo

La organización del pesimismo

Es refrescante afrontar una crítica argumentada que invita a repensar el rol de la lucha y de los marxistas, desde la visión de Walter Benjamín, en tiempos en que el progresismo cree tener la fórmula del buen vivir, sin romper con el capitalismo

Miguel Espinosa

Recuerda Marx que, en algún lado Hegel decía que la historia se repite dos veces: una como tragedia y otra como farsa. El núcleo de esa imagen es, visto de cerca, un pasado como tiempo vacío y homogéneo, como dijera Walter Benjamín.

Es un pasado que regresa, ciertamente, pero para afirmar de modo farsante en el presente lo solidificado de los vencedores. Ahora, si ese pasado que regresa es la legitimación del capital, ¿habrá que mantener esa imagen de homogeneidad o, tal vez, establecer nuevos lazos entre presente, pasado y futuro?

El primer camino fundamenta al optimismo del progreso, y el segundo al oportunismo etapista; y ambos partidos paralizan la acción revolucionaria como crítica de la totalidad del capital. El presente trabajo busca interpelarlas, al tiempo que deja planteada la necesidad de buscar alternativas, y el pesimismo benjaminiano, si bien no las agota, puede ser uno de los antídotos contra las enfermedades de la izquierda.

El optimismo del progreso

El optimista del progreso está convencido que puede, por una fuerza teológica e infinita voluntad, establecer un proyecto estratégico que, cimentado en las reformas del capital, haga justicia total: del pasado, del presente e incluso, del futuro.

Su pecado originario, sin embargo, es simple: al mantenerse dentro de los supuestos teóricos del capital, queda preso en la propia lógica solidificada del sistema. No es la falta de posibilidad, si no su propia incapacidad, la que le impide comprender que el movimiento del capital quedó fijado como un proceso de valorización del valor, adquiriendo una propia autonomía estructural incapaz de conmoverla sin que se destruya los cimientos del capital.

Un ejemplo puede encontrarse en la cuestión agraria: quedó reducida a la reforma agraria y democratización de la tierra que reproduce las consecuencias de las que luego indignado se aterra; más vacío aún es la falta del esfuerzo del concepto, con sus triviales reconfortantes como la revolución agraria o la revolución del cambio, no son más que palabras llevadas por el viento huracanado del progreso.

La acumulación por despojo, con sus muertos, representa una fase atrasada que debe reformarse a través de la redistribución de la tierra mediante la institucionalidad fundada: procesos de compra de tierras, clarificación de la propiedad privada, titulación de propiedad, y, si no se ruborizan, la expropiación agraria, les hacen olvidar el carácter monopolizable de cualquier propiedad, así como una reproducción de una subjetividad acrítica que mantiene su sociabilidad espectral: este sujeto social para la transformación del campo permanece atrapado en las lógicas fetichizadas del capital. El mercado de tierras formalizado se sustenta teórica y políticamente en las relaciones del capital. ¡No lo saben, pero lo hacen!

El oportunismo etapista

El oportunista etapista, por su parte, no cae en la ingenuidad de concebir la transformación como un asunto de su limitada voluntad, pero al fundar su proyecto estratégico en la acumulación paciente y lenta de fuerzas, realiza cálculos a plazos, y no da cuenta de su pecado capital: la fuerza teleológica que paraliza la acción rupturista.

Encaminados hacia el paraíso ineludible, pero aún sin la correlación de fuerzas necesarias, busca las fuerzas faltantes de su ecuación en una alianza con los vencedores, para recorrer el silencioso y acrítico camino. Aquí, no es su falta de capacidad, sino su propia imposibilidad por la pérdida de la creatividad mística, de iniciativa y de su complacencia con la redención de las generaciones futuras.

Extrañamente, mantiene una coincidencia con el optimismo del progreso: la pesada máquina del Estado y la fluidez del capital siguen moviéndose en su proceso infinito. Pensando en el futuro, redujeron la política como un asunto matemático: el conteo; y, como la experiencia de la certeza sensible, olvidaron lo aprendido: el camino que toman es el desfile triunfal sobre la alfombra roja de la sangre de sus muertos: No se olviden: “Dios es el que alimenta a todos los hombres y el Estado el que los subalimenta”. Alimento pagado con sacrificios a Moloch.

La “organización del pesimismo”

Benjamín planteó un camino que merece la pena ser explorado nuevamente: organizar el pesimismo, es “transportar fuera de la política a la metáfora moral y descubrir en el ámbito de la acción política las imágenes de pura cepa”. Esto es, la imagen dialéctica deja de ser una mera representación visual y contemplativa para convertirse en una tensión de memoria y acción política, en un lugar conflictivo que haga estallar las relaciones homogéneas y continúas entre pasado, presente y futuro. Benjamín asigna una doble tarea a la teoría revolucionaria: “derribar el predominio intelectual de la burguesía y ganar contacto con las masas”. Ni concesiones en la teoría, ni en la práctica.

De lo que se trata, entonces, es comprender la imagen del pasado “tal y como relumbra en un instante de peligro”. Aquí, es el pasado que vuelve al presente como una chispa, que nos recuerda “que tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando este venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.

Estas palabras dijo Aragorn de Tolkien, en El señor de los anillos: “Los días son cortos. Si el tiempo apremia, recuerda los Senderos de los Muertos”. Y ahora, el tiempo sí apremia. Los vencidos vuelven al combate, como les recuerda Neruda a las madres de los milicianos muertos de la maldita Guerra civil española: “Madres! Ellos están de pie en el trigo… dominando las grandes llanuras!… tened fe en vuestros muertos… No son solo raíces bajo las piedras teñidas de sangre… sino que aún sus bocas muerden pólvora seca/ y atacan como océanos de hierro, y aún/ sus puños levantados contradicen la muerte”. Hacen falta fuerzas, pero no hay que buscarlas en los vencedores, sino en nuestros muertos, que esperan ser convocados.

La memoria no es el recuerdo cándido del pasado pasivo y de sus vencidos, a quienes se les redimen nostálgicamente en sacramental eucaristía, sino esa cita secreta para la acción: “Sí, los Muertos Cabalgan detrás de nosotros. Han sido convocados”, dice Tolkien.

La consigna benjaminiana debe ser proclamada: organizar el pesimismo es mantenernos alerta para cortar la mecha antes de que la chispa llegue a la dinamita; y para ello, se necesitará de toda la ayuda posible: nuestros muertos son esa fuerza, y no la del futuro ni de los vencedores. El pasado no puede seguir volviendo como farsa, sino como ruptura.

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments

Tiberio Gutiérrez en El Proyecto MEGA
Fernando Acosta Riveros en Culpable o inocente, esa es la cuestión
Fernando Acosta Riveros en Reunión de urgencia del Grupo de La Haya
Fernando Acosta Riveros en Proteger a Petro, lo quieren matar
Fernando Acosta Riveros en Manifiesto por la paz mundial
esperanza moreno gutierrez en Carta de lector
Fernando Acosta Riveros en La democracia judicial mexicana
William Fortich Palencia en Cortar el césped, arrasar la tierra
Fernando Acosta Riveros en El megaproyecto del siglo XXI
Fernando Acosta Riveros en Francisco, el papa del sur
Fernando Acosta Riveros en Solidaridad con RTVC
LUZ HELENA VARGAS en Una jueza indómita
Fernando Acosta Riveros en Las chazas de la Che
WLDARICO FLOREZ -PEÑA en La metamorfosis del conflicto armado
Andrés Arévalo en Una serie con tedio anunciado
Eder José Scaldaferro Silvera en 50 ediciones de amor y lucha
Isaac Rafael Garcia en 50 ediciones de amor y lucha
Jorge Albeiro Gil Panesso en ¿Qué hay detrás de la COP16?
Alba Rocío Gomez Ramírez en El comunismo decrecentista
Luis Alfredo en Una ministra de racamandaca
Rodrigo en No hay dos demonios
Rodrigo en Petro en la mira
Rodrigo en 30 años sin Manuel
Rodrigo en ¿No se dan cuenta?
Rodrigo Carvajal en Elefantes blancos en Coyaima
Rodrigo Carvajal en No Más Olé
Rodrigo Carvajal en ¡A hundir el acelerador!
Rodrigo Carvajal en Semana contra el fascismo
Rodrigo Carvajal en Ucrania, ¿Otro Vietnam?
Rodrigo Carvajal en ¿Quién es Claudia Sheinbaum?
Rodrigo Carvajal en Odio y desinformación
Rodrigo Carvajal en La inflación y sus demonios
Rodrigo Carvajal en No cesa la brutalidad sionista
Rodrigo Carvajal en Putin gobernará hasta el 2030
Rodrigo Carvajal en De Bolsonaro a Lula