domingo, mayo 18, 2025
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La memoria histórica de las mujeres víctimas del conflicto armado  

El pasado 9 de abril se conmemoró el día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, por esta razón el presente artículo valora la importancia de las voces, historias y recuerdos de las mujeres víctimas, y el potencial crítico de su memoria

Sarah Daniela Quintero Ruiz

Suele decirse que quien recuerda no repite su historia, pero el recuerdo, lejos de ser un dicho vaciado de sentido a fuerza de repeticiones, supone una necesidad histórica. «Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo “tal y como verdaderamente ha sido”», señalaba hace ya tiempo Walter Benjamin, y agregaba: «significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro». Si esto es así, ¿en qué instante el peligro llega a ser lo suficientemente claro como para que el recuerdo alumbre allí donde el pasmo y la inercia conducen al olvido?

Hace algunos meses la memoria fue el centro del debate en la esfera pública colombiana. Un grafiti recordó a todos la serie de injusticias silenciadas a sangre y fuego en la historia reciente de Colombia: la serie de operaciones militares llevadas a cabo entre el año 2002 y 2003 en contra de la población civil, en algunos de los barrios de Medellín, Antioquia, las cuales dejaron como saldo un gran número de ejecuciones extrajudiciales.

Ante estos sucesos, las víctimas y los familiares de los desaparecidos, además de las organizaciones sociales (como las mujeres buscadoras) que llevan más de 20 años denunciando lo ocurrido con sus seres queridos, vecinos, conocidos y amigos, pusieron ante los ojos del mundo el sufrimiento y el horror de lo impensable: aquello que, cuando ocurre, debe ser pensado.  Las madres, las mujeres, han sido fundamentales para la memoria del conflicto armado en Colombia.

Las mujeres y la memoria

Históricamente las mujeres no sólo se han ocupado del alumbramiento de los hijos y de los cuidados, también se han visto obligadas al matrimonio y la maternidad en la construcción de su identidad y posición socioeconómica. Por esto, la forma particular de la experiencia y el lugar de las mujeres en el sostenimiento del tejido social tiene un carácter relacional, que hace de éstas sujetos del recuerdo imprescindibles en los procesos de reparación y de memoria.

En medio de la primacía del lazo social (al cual se destinan los cuidados), la memoria construye un relato sobre lo pasado, crea unas huellas que permiten olvidar parcialmente lo penoso, al tiempo que aferrarse a los medios de vida indispensables para proyectar el futuro. Así, si las catástrofes de la guerra, si el ejercicio sádico de la violencia viene acompañado de un cortejo de traumas expresados en el enmudecimiento de aquél que ha sido objeto del ultraje, o en la desarticulación de las coordenadas que guiaban lo cotidiano, tal vez la elaboración simbólica del pasado encuentre en las mujeres un actor desde el cual observar las afectaciones sociales en contextos de conflicto armado. Igualmente, tal vez las mujeres y su memoria ofrezcan una perspectiva sobre los elementos culturales dispuestos al amparo de un futuro consciente del horror, aunque capaz de rehacerse a través de la memoria.

Cuando la memoria es asumida como una forma de conocimiento decisiva, ella no sólo se convierte en basa de la crítica, sino que preserva las promesas y potencialidades que son traicionadas o proscritas en escenarios colmados por el asesinato, la violación de los DDHH, el dolor y el sufrimiento. Por ello los ideales de justicia y paz han acompañado mayoritariamente las apuestas de las mujeres organizadas que han perdido a sus seres queridos por las acciones de diferentes actores estatales y no estatales involucrados en el conflicto armado colombiano.

Memorias en plural: una experiencia compartida

Para el caso de grupos sociales con un horizonte común de experiencia como las mujeres, la memoria histórica se vale del lugar de lo colectivo en la experiencia singular. Ello no porque suprima el carácter único que cobran para cada una de las víctimas las consecuencias y repercusiones de los crímenes de lesa humanidad; sino porque esa forma única de vivir eventos traumáticos se articula al espectro social desde el cual cada ser humano ha formado su existencia y sensibilidad, en este caso como madres, hermanas, hijas, primas, vecinas, amigas…, etc.

De hecho, en el 2018, el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia indicaba en uno de sus informes sobre el conflicto armado que era necesario emplear un enfoque diferencial en el esclarecimiento histórico de los eventos victimizantes contra las mujeres. Tal enfoque debía dar cuenta de que «por su situación generalizada de subordinación era posible identificar en las mujeres formas particulares de sufrir la guerra y de resistir a ella, así como de hacer memoria». Fabiola Lalinde, madre de un joven militante del Partido Comunista – Marxista Leninista (PC-ML), desaparecido por el Estado colombiano durante la década de los 80, planteaba así lo anterior:

«Cuando yo empecé en la búsqueda de mi hijo, entonces me di cuenta que era que había un problema de fondo, que no era solamente Luis Fernando Lalinde el desaparecido, sino que era toda una generación. Uno en esto va aprendiendo como a trascender el caso individual, porque ya no es “el caso Luis Fernando Lalinde”, es el de los desaparecidos de este país».

Recuerdo ante el peligro (potencia crítica)

Y es que ¿quién recuerda en un contexto de peligro, marcado por la muerte de seres queridos? … ¿Quién en un contexto de madres sin hijos, esposas viudas, hijos huérfanos, y hermanas sin hermanos…? En un contexto como éste son ellas, las mujeres, quienes recuerdan.

Y esto es así no sólo en Colombia, también ha ocurrido en otros países como Argentina. Las madres que se juntaron en la Plaza de Mayo para exigir respuestas en torno a sus hijos desaparecidos bajo la dictadura militar de Jorge Rafael Videla (1976-1983) son un reflejo del paso «de la lucha individual por el retorno del propio hijo a la proclama de todos los desaparecidos como sus propios hijos»; o, lo que es lo mismo, un reflejo de «la extensión de la maternidad a la maternidad social», como indicaba en un estudio la socióloga Natalia Carolina Marcos.

Conmemorar la memoria y honrar a las víctimas del conflicto armado es atender al papel de las mujeres, y la forma en que su conciencia solidaria se ha adquirido desde un horizonte común no sólo de vulnerabilidad, sino también de disputa desde su propia experiencia. Por esto la memoria de las mujeres que han sido víctimas del conflicto armado colombiano supone una potencia de re-conocimiento en la elaboración de un pasado traumático, y, además, una potencia de liberación para aquello que, reprimido o negado (como la paz, o la justicia social), ha favorecido los intereses de quienes se lucran y benefician con las masacres, las violaciones a los DDHH y los crímenes contra la humanidad.

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