martes, junio 3, 2025
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La hoz y el martillo

Cuando una pinta o grafiti produce un debate nacional, expresa también la fuerza simbólica, la carga histórica y cultural que tienen las imágenes

Guillermo Linero Montes

En el mundo político de occidente -Europa, América Latina y América del Norte-, el término comunismo se interpreta de primera mano en su acepción peyorativa, que connota en el imaginario colectivo asuntos muy negativos, como la ineficacia de la economía, el totalitarismo, el adoctrinamiento ideológico, incluidos preceptos y cánones artísticos, y, por supuesto, la represión. En fin, una descripción del comunismo bastante lejana de lo entendido bajo tal rótulo desde mucho antes de la Revolución Rusa y, por supuesto, mucho antes de la primera guerra mundial de ideologías, llamada “guerra fría”.

La utopía viva

Por su parte, en el mundo político oriental -en Asia, Medio Oriente y parte del norte de África- el término comunismo sigue ligado a los pensamientos políticos de Lenin, Stalin y Mao, de donde provienen los regímenes políticos adscritos a las dictaduras del proletariado dirigidos por partidos socialistas. Tal vez hoy su definición se encuentre muy distanciada de las ideas de Marx y Engel, quienes, paradójicamente, consideraban al comunismo y al socialismo como proyectos utópicos.

De hecho, la palabra comunismo, tal y como la entendieron Marx y Engels, está prendida a un concepto tan positivo que, politólogos e investigadores sociales -quizás para subrayar que los proyectos políticos del comunismo y del socialismo eran imposibles de alcanzar- se pusieron de acuerdo para calificarlos de “utópicos”, aludiendo a la ficción de Tomás Moro, titulada Utopía, donde describe una comunidad insular, que es pacífica por cuenta de la propiedad común y por el deseo individualizado de un bienestar general.

En tal suerte, es justo promover la primera acepción de la palabra, que, según la Rae, define “la supresión de la propiedad privada, con el objetivo de crear una sociedad sin clases donde los medios de producción sean propiedad de la comunidad”; y no hacer eco de su acepción peyorativa, aupada por quienes promueven la vergonzosa tendencia animal de los humanos a ser amos y señores de cuánto les rodea.

Cabildos y comunismo

Me he detenido en esto de pensar en voz alta lo que opino de la palabra comunismo, en los términos de su primera acepción y en los términos de la peyorativa; porque el pasado 20 de mayo, en la ciudad de Barranquilla y durante la instauración de un cabildo abierto, algunos periodistas se alarmaron de ver en un muro, justo detrás del escenario donde el presidente dio su discurso, el mundialmente famoso emblema de la hoz y el martillo.

Y no es difícil concluir, que esas manifestaciones de “indignación”, descubren a quienes relacionan la mentada imagen con la acepción negativa del término comunismo, y no visualizan su acepción positiva, bajo la cual la hoz refiere el trabajo de los campesinos, y el martillo el trabajo de los obreros.

Campesinos y obreras

Desconocen esos periodistas y opositores políticos de extrema derecha, que el símbolo de la hoz y el martillo, en nuestro país y en el planeta, significa que los campesinos y los obreros han de ser protagonistas de las decisiones que involucran su presente y futura existencia. No obstante, los enemigos de la convivencia social, relacionan este símbolo con revoluciones violentas, como si en vez de la hoz, vieran un cañón artillado, y en vez del martillo, un misil nuclear.

Desconocen estos periodistas y opositores de extrema derecha, que un asunto es el símbolo de la hoz y el martillo, y otra muy distinta son los emblemas de los regímenes comunistas, creados por ellos para significar, por ejemplo; con el color rojo, la sangre de los mártires de la revolución y la lucha de clases; con la estrella roja, al Partido Comunista y su liderazgo sobre el proletariado; a la rosa roja como un símbolo socialista; y al puño en alto, para representar la unidad y la lucha de la clase trabajadora.

Pero, si bien es cierto que el símbolo de la hoz y el martillo fue adoptado como emblema de los partidos comunistas; también es cierto que este fue creado por el artista ruso Yevgueni Ivanovich Kamzolkin en 1918, para ambientar la celebración de un Primero de Mayo y no para promover las ideas comunistas de partidos nacientes.

Campesino y obreras vencerán, no solo la percepción peyorativa que nazis y políticos de extrema derecha acuñan sobre la hoz y el martillo, sino, también a las fuerzas retardatarias que quieren convertir a Colombia en un campo desolado de esclavitud y muerte.

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