Atacando a las que denomina narcolanchas y anunciando que extiende operaciones militares a Colombia y Venezuela, el mandatario estadounidense se arroga funciones de policía internacional
Alberto Acevedo
La diabólica idea del presidente de los Estados Unidos de intervenir militarmente a Venezuela se va decantando con nuevos ingredientes demenciales. El senador ultraderechista Lindsey Graham, dice que se comunicó por teléfono con Donald Trump y este le aseguró que inmediatamente regrese de una gira por el exterior, someterá a consideración del Congreso, una autorización para intervenir también a Colombia, probablemente en forma simultánea los dos países.
Hay un ambiente generalizado de atizamiento de los planes intervencionistas de la Casa Blanca sobre territorio latinoamericano. Trump, días antes, había autorizado a su agencia de inteligencia, la CIA, para que adelante operativos desestabilizadores clandestinos en Caracas, incluyendo la posibilidad de un atentado personal contra el presidente Maduro o algún otro alto cargo del gobierno bolivariano de ese país.
Más tarde, el comandante del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, el general Eric M. Smith, dijo: “el próximo combate se acerca. Créanme, se acerca”. No demoró mucho en conocerse la noticia de que el Ejército estadounidense había trasladado hacia las costas de Venezuela a su mayor portaaviones, el USS Gerald Ford, que aloja en su plataforma a una verdadera flota de aviones de combate. Después se conoció que el destructor USS Gravely, había atracado en aguas de Puerto España, capital de Trinidad y Tobago, muy cerca de las costas venezolanas.
Policía internacional
Una declaración del presidente Trump, echó leña al fuego: “Los carteles están en guerra contra Estados Unidos y nosotros estamos en guerra contra ellos”. Y para este fin, anunció que su país enviará bombarderos B-1 cerca a Venezuela. A renglón seguido Trump indicó que más allá del despliegue de arsenales militares sobre el mar Caribe, ha tomado la decisión de atacar ‘por tierra’ a las que califica como estructuras criminales.
En simultáneo, arrogándose funciones de policía internacional que nadie le ha otorgado, Trump continuó disponiendo el bombardeo de lanchas en el mar Caribe, y últimamente en el Pacífico, bajo el argumento de que se trata de ‘narcolanchas’. Respondiendo a crecientes críticas en la sociedad norteamericana por este crimen de guerra, el gobernante dijo en forma descarada, “tenemos permiso para hacerlo”.
El argumento falaz del inquilino de la Casa Blanca de que informará al Congreso de su país sobre posible ampliación de operaciones contra Venezuela y Colombia, buscando un barniz de ‘legalidad’ en sus planes de agresión, no es más que una leguleyada. Si Trump, a la luz del derecho internacional, no tiene facultades para intervenir en los asuntos de naciones soberanas, esa facultad tampoco la tienen los congresistas de su país. Simple y llanamente se trata de una agresión, que amenaza a todo el continente latinoamericano.
Operación de falsa bandera
Esta semana, casi al cierre de la presente edición, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, declaró que sus servicios de inteligencia desmantelaron lo que se conoce como una ‘operación de falsa bandera’ protagonizada por mercenarios de la CIA, infiltrados en territorio de ese país, que por fortuna fueron descubiertos en su plan de sabotaje y puestos en prisión.
El gobernante chavista ha vuelto a decir que el gran comercio del narcotráfico que fluye a Estados Unidos no pasa por aguas del mar Caribe, sino por el Pacífico, los alijos de droga no salen de puertos venezolanos sino de otros países de la región y que el gran combate contra la droga no es más que un pretexto para derrocar al gobierno constitucional venezolano y apropiarse de las inmensas riquezas naturales de esa nación.
Como dijo un analista de esta problemática, esta misma semana, la flota de guerra de los Estados Unidos en el Caribe huele a petróleo.







