El 31 de octubre del año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1325, que reconoció por primera vez la importancia de la plena e igualitaria participación de las mujeres en la prevención y resolución de conflictos, así como en la construcción de paz
Diana Galvis
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tras reconocer que los conflictos armados afectan a mayor escala a las mujeres y niñas frente a la violencia basada en género, promueven su participación en los procesos de paz, considerándolos pieza clave para lograr una paz duradera.
La resolución pidió urgencia a los Estados miembros y a las partes de los conflictos a tomar medidas para proteger a las mujeres y niñas frente a la violencia basada en género, para incorporar una perspectiva de esta misma, asegurando que las mujeres y las niñas puedan acceder en igualdad de condiciones a los procesos de toma de decisiones en materia de paz y seguridad.
Este marcó un cambio, una revolución por varias razones
En primer lugar, porque fue la primera vez que el consejo de seguridad vinculó fde una manera clara y concisa la igualdad de género y sobre todo la participación de las mujeres en temas de paz y seguridad nacional e internacional.
En un segundo lugar, se abrió una puerta a todo un aglomerado de resoluciones relacionadas a la denominada “agenda de mujeres, paz y seguridad”.
A partir de estas razones, muchos países han adoptado Planes Nacionales de Acción para materializar los mandatos de la resolución, pero, a pesar de contar con alrededor de 108 planes para esta agenda, la participación de las mujeres en negociaciones formales sigue siendo muy baja, y muchas de las medidas de protección, prevención y recuperación no han logrado alcanzar el objetivo principal a su máximo potencial.
En contexto latinoamericano y en Colombia
La resolución adquiere un significado especial, puesto que las mujeres han sido víctimas de la violencia siendo piezas importantes en los procesos de paz, reconciliación y la reconstrucción posconflicto. Reconocer su liderazgo, experiencia y mediación no es sólo cuestión de justicia de género, es necesario para la construcción de paz sólida y duradera. La resolución 1325 nos recuerda que sin la voz y la participación plena de las mujeres, los acuerdos de paz y las políticas de seguridad quedan incompletas.
Retos pendientes
A pesar de los logros es necesario seguir fortaleciendo la protección de mujeres y niñas en contextos de conflicto, garantizar su participación tanto en la mediación comunitaria como en los gabinetes del Estado, y asegurar recursos y mecanismos que hagan realidad la igualdad.
Avanzar en la implementación de la Resolución 1325 es avanzar hacia sociedades más justas, inclusivas y pacíficas. Hoy 31 de octubre de 2025, renovamos este compromiso con las niñas y mujeres.







