En el cañón del río Porce los campesinos están preocupados porque hay incertidumbres y amenazas frente al cultivo de coca, la minería y la construcción de una represa. Proponen crear una zona de reserva campesina en Valdivia, Tarazá, Yarumal, Campamento, Anorí, Amalfi, Yolombó y Cáceres
Bibiana Ramírez – Agencia Prensa Rural
Caen algunas goteras en Madreseca, una vereda de Anorí, al norte de Antioquia. Amenaza fuerte lluvia. Un largo camino nos espera. Hay que cruzar parte de la cordillera para ir al cañón del río Porce. Allí los campesinos están preocupados porque hay incertidumbres y amenazas frente al cultivo de coca, la minería, la construcción de la represa Porce IV por EPM, y la protección de sus territorios.
Apenas descendemos de la chiva, nos recibe la comunidad contando los últimos hechos de ese día: estuvo el Ejército en la vereda diciendo que iban a quemar la gasolina que los mineros usan. “Preguntaban por el dueño, que si no había dueño que lo tenían que quemar”. Es la gasolina de varias minas que está almacenada en un solo punto.
“Lo que sentimos es que venían buscando dinero. No llevaban morrales ni iban de paso, estaban esperando nuestras reacciones, y pues nosotros ya estábamos enterados de la decisión de la Corte Constitucional, donde dice que alcaldes y gobernadores del país podrían negarse al desarrollo de proyectos mineros, así el Gobierno no esté de acuerdo, porque se debe respetar nuestra autonomía territorial”, dice el encargado de cuidar la gasolina. En Madreseca el Ejército también ha amenazado con quemar máquinas retroexcavadoras.
Iniciamos la caminada por las trochas. Montañas se ven a lo lejos, en unas tonalidades azules. Ya cae la tarde y algunos rayos de sol se muestran tímidamente. Algunos potreros se divisan, pero las montañas aún están copadas de vegetación nativa. “Por este lado no se puede meter, ¿ve la señal? Es ese tarro rojo. Ahí el Ejército tiene minas. Era un atajo pero el Ejército se lo tomó y es peligroso pasar por ahí”, dice un campesino un poco agotado por la pendiente que terminamos de subir. Hacemos una estación para dormir en Tacamocho, otra vereda. Aún falta más de la mitad del camino.
La madrugada estuvo lluviosa, casi no podemos salir. Nos esperaban tres horas de camino. El pantano pesaba en las botas, caminos lisos, quebradas crecidas. Algunos campesinos llegaron, después de cinco horas de andar, a la caseta comunal de la vereda La Florida, donde mineros y cocaleros del río Porce y Tenche se citaron para analizar la situación de sus actividades económicas en la región y también para su defensa.
Minería, coca y represas
“Para ser sinceros, los mineros somos cabeciduros, no cuidamos, no tenemos un plan para mitigar la contaminación”, dice Mery mientras analiza la minería en su zona. Ella es líder en la comunidad. La mayoría en estas veredas sabe que al Estado no le interesa educar ni guiar al pequeño minero, también saben que el 80% de esta región está concesionada.
Sin embargo los mismos mineros de estas veredas han mitigado un poco los daños ambientales que produce la minería. “Aquí todos podemos trabajar y sostener la actividad minera, pero nos tenemos que poner de acuerdo en defenderla, en poner unas condiciones entre nosotros”, afirma Albeiro, líder en la vereda La Florida.
La arremetida y estigmatización a la minería es la principal amenaza y preocupación.
“El modelo minero no nos incluye. La prioridad es con las multinacionales. A lo último no vamos a tener dónde trabajar”, dice Dagoberto. Saben que es necesario hacer un censo y crear comités mineros. “Hay que lograr que el minero sea responsable” afirma.
Por otro lado los cultivos de coca se han convertido en otra dificultad, pues la persecución es latente. Los erradicadores andan por la región cortando los cultivos, pero no dando soluciones a los campesinos para que los sustituyan. “Hace 28 meses venimos luchando por unos comités de cocaleros. Ya mucha gente está empacando para salir corriendo por miedo a unos señores que hay en el territorio erradicando. Han parado algunas caletas. ¿Será que el proceso de paz con hambre es paz?”, afirma y se pregunta Homero, otro líder de la región.
La construcción de represas también genera conflictos, porque EPM quiere inundar el cañón del río Porce, donde viven campesinos cuya única esperanza es permanecer en los territorios. “El sistema nos está encerrando de tal manera que lo tenemos encima. Nos quieren gobernar por el estómago. No podemos ser indiferentes ni dar pasos atrás”, afirma Nidia, una mujer de falda larga que hace la revolución con cada paso que da. “Somos revolucionarios porque queremos defender el territorio”.
Batallas ganadas
El Consejo Mayor Comunitario del Porce es una asociación de campesinos que se entregaron completamente a luchar y dar peleas con quien sea necesario para no ser desterrados, como han querido hacerlo tantas veces las multinacionales. Las mismas juntas de acción comunal decidieron integrarse para que la fuerza sea más potente. “Somos seis juntas que nos unimos. A las reuniones vamos todos, resolvemos nuestras dificultades y decidimos en el territorio. También creamos leyes para nosotros mismos”, dice Mery, quien ha impulsado el trabajo de las juntas de acción comunal.
Uno de los grandes pasos que dieron fue frenar la hidroeléctrica Porce IV que EPM quería hacer allí, después de realizar la I, II y III sin concertación con las comunidades, por el contrario desplazando a los campesinos sin ninguna garantía. “EPM suspende el proyecto por la berraquera de las organizaciones que nos paramos a exigir los derechos que la empresa no fue capaz de resolver”, afirma Nidia, quien estuvo presente en todo ese proceso.
La propuesta ante todas estas amenazas es crear la zona de reserva campesina de hecho del río Cauca y río Mata. Comprende los municipios de Valdivia, Tarazá, Yarumal, Campamento, Anorí, Amalfi, Yolombó, Cáceres. Desde la misma comunidad deciden blindarse con esta figura, y la tarea es empezar a informar al resto de los campesinos de qué se trata.
“Tenemos que decidirnos a parir nuestros territorios y no morirnos con todo y pensamiento que tenemos incubado. Como las mujeres parimos y si no nos morimos, hay que dar el paso, dar a luz, así mismo en las comunidades”, termina diciendo Nidia.
Hasta la profesora de la vereda, que estaba escéptica con lo que los campesinos estaban planteando, terminó apoyando las ideas, porque está convencida de que los niños necesitan el territorio para continuar sus vidas. “Ellos también tienen que defenderlo y protegerlo”, afirma.
Todos se dispusieron a regresar a sus casas, después de dos días de trabajo, con otra nueva esperanza, con la disposición de no dejarse arrebatar lo que les pertenece. Con esa rebeldía que llevan dentro aún más latente.
La lluvia no se detuvo durante esos días. El regreso sería igual de pantanoso. En Madreseca el Ejército no volvió a cumplir la promesa de quemar la gasolina.