sábado, octubre 18, 2025
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La abstención en las elecciones

Durante décadas, millones de personas han decidido no acudir a las urnas. No por ignorancia ni apatía, como a veces se estigmatiza, sino por decepción, causada por las falsas promesas diseminadas por políticos corruptos y sin escrúpulos

Galo Conde Arango

Este año, según el Departamento Nacional de Estadísticas – DANE, Colombia cuenta con una población estimada en 53,11 millones de personas (17,19 mujeres y 25,92 hombres); representan mucho más que números abstractos. En su seno reconocemos aspectos profundamente concretos: abundancia de riquezas naturales, diversidad ecológica y territorial, tierra habitada por laboriosas gentes de múltiples rostros y culturas, escribiendo su historia de manera fascinante.

De ese gran total, aproximadamente 39,26 millones, son mayores de 18 años, es decir, el 73,9 % de la población (20,7 mujeres 19,1 hombres), Adultos que, en su mayoría, participan activamente en la vida económica, social y política del país. Tienen, por mandato constitucional, el derecho a elegir y a ser elegidos, aunque un gran número enfrentan obstáculos que les impiden ejercer plenamente este derecho.

Otras cifras relevantes, tomadas de los resultados de la elección presidencial del año 2022, Consejo Nacional Electoral – CNE, se evidencian en Colombia el inicio de una verdadera transformación. Se registraron para votar ese año, 39 millones de ciudadanos de ambos sexos. El 58,17 % de los votantes (22,69 millones de personas) participaron en las presidenciales, en su mayoría jóvenes y mujeres, alcanzando la votación más alta en 24 años. Gustavo Petro ganó la presidencia con el 47,77% de los participantes.

De la participación presidencial a la abstención legislativa

Aunque la abstención electoral en Colombia, bajó algunos puntos en las presidenciales, mantuvo su frecuencia elevada con el 41,83 %. ¿Cuáles fueron sus causas? Aún tenemos pendiente una investigación objetiva, pero es claro que una parte es  inducida por la violencia, el desplazamiento y las grandes distancias a los centros de votación.

En las elecciones legislativas (Congreso) de 2022, participaron 16,64 millones de ciudadanas/os, representan el 42,86 % del registro.  Es oportuno señalar que de los 296 escaños solo el 30% fueron conquistados por la mujer. La abstención afectó más a las legislativas, el 57,14%, (22,18 millones) que a las presidenciales.

La esperanza movilizó en las presidenciales. Pero esa misma energía no se trasladó al Congreso. Guiados por las cifras anteriores, podemos afirmar que la abstención al obtener mayoría fue la que triunfó; sus consecuencias políticas adversas se han visto reflejadas durante el periodo 2022-2026.

Del testimonio al análisis político

Durante décadas, millones de personas han decidido no acudir a las urnas. No por ignorancia ni apatía, como a veces se estigmatiza, sino por decepción, causada por las falsas promesas diseminadas por políticos corruptos y sin escrúpulos. Promesas diseñadas deliberadamente por expertos en comunicación, pero solo como estrategias de campaña para tomar el poder. Mas tarde se evidenciará el engaño.

Durante años, he escuchado a muchas voces de ambos sexos, padres, primos, amigos, conocidos, abstencionistas la mayoría, declarando casi textualmente: “¿Para qué ir a votar, si mañana tengo que volver a trabajar y mi vida sigue siendo igual o quizás peor?”, y agregan: “Los políticos prometen en sus campañas, pero después se olvidan de las promesas y todo vuelve a ser lo mismo o incluso peor.”

Examinemos estas palabras más allá de lo que aparentan ser. En el fondo, contienen un significado político profundo: ciudadanía, que, invitadas a las urnas cada cuatro años con fingidas promesas, temen regresar de la votación a darse cuenta de que todas esas promesas encerraban una traición, de que su voto no tendrá el poder de decidir un cambio real en sus vidas. Amarga verdad. De todos modos, las y los abstencionistas resultan terminar, en definitiva, por ser excluidos del espectro político, solo contados como ausentes, sus voces convertidas en quejas no escuchadas.

Despersonalizadas en estadísticas, no han vivido la democracia en su cotidianidad: dar el voto y nada más, mientras el costo de la vida se encarece. El fondo de la abstención contiene una protesta encubierta, aunque pasiva, formando parte de la resistencia al estatus quo.

De la abstención a la consulta

Si bien el reclamo es legítimo, una actitud pasiva no trasciende la contemplación: se queda anclada en la observación, sin dar el salto hacia la acción transformadora que exige el momento. Las causas de la abstención son múltiples. A diferencia de otras convocatorias, esta propone una forma organizativa orientada a la unidad de fuerzas, con el fin de potenciar el voto como herramienta estratégica en la lucha por consolidar y profundizar el cambio iniciado en 2022.

De allí que el 26 de octubre no es una fecha cualquiera. Es la oportunidad concreta para romper el ciclo del engaño y la exclusión. Votar no solo será marcar tarjetones: será reclamar dignidad, exigir justicia, y participar activamente en la construcción de un país distinto, justo y próspero para las clases trabajadoras y emprendedoras.

El día de la Consulta, en la mesa de votación habrá tres tarjetones: el primero con los nombres de tres personas que aspiran a conducir, en el marco de un Frente Amplio, el proyecto político del Pacto Histórico. El segundo tarjetón contiene 145 aspirantes al Senado y el tercero los aspirantes a la Cámara que representarán a las regiones en los departamentos.

En las elecciones legislativas de 2022, la participación apenas alcanzó el 42,86%. Esa baja afluencia permitió que partidos de derecha y sectores independientes accedieran a curules con un número reducido de votos. La abstención masiva no solo debilita la representatividad: fortalece las maquinarias clientelistas, que movilizan sus núcleos duros mientras la mayoría permanece al margen.

De la advertencia al cierre movilizador

El voto en la Consulta debe ser masivo, consciente y con memoria: una afirmación ética de que el cambio real se defiende y se profundiza en las urnas. Implica examinar con rigor el historial político de quienes aspiran a representarnos: si han luchado por las reformas laborales, pensionales y de salud, o si las han saboteado, negado o relativizado. Implica reconocer a quienes han sostenido la unidad del Pacto con crítica constructiva y compromiso colectivo. Y exige, con igual firmeza, rechazar a quienes arrastran vínculos con la corrupción y el narcotráfico, algunos bajo sospecha de prevaricación y peculado, que hoy se disfrazan de promesas seductoras. La dignidad no se negocia: se elige, se cuida, se vota.

Votar con conciencia es elegir con dignidad, resistir con claridad, y cuidar lo que es de todos. Es cerrar el paso al saqueo y al cinismo, y abrir la puerta a una democracia tejida desde abajo, con memoria, con justicia, con esperanza.

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