Es conocida su jovialidad, su carisma, el extraordinario sentido del humor, el cariño que sentía por su familia y su profesionalismo. Pero poco se ha hablado de su afición por el fútbol, que con mucho fervor disfrutaba, en especial: su amor por Independiente Santa Fe
Sebastián Forero
@Seb_AlfRed
A los grandes mártires de las luchas populares los recordamos muchas veces desde el atril, desde su febril oratoria que contagiaba multitudes y llenaba de esperanzas de cambio a miles de corazones. Recordamos aquellos liderazgos de hombres y mujeres que, en la lucha agraria, sindical o guerrillera, ofrendaron su vida por la justicia social y con su semblanza incólume se separan sin quererlo de la masa que tanto amaban, porque la masa les recuerda como personas fuera de lo normal.
Ese es el caso de Jaime Pardo Leal, el gran magistrado, el dirigente sindical, el líder que expresaba con su ardorosa voz como ninguno otro en sus tiempos, el sentir de un pueblo que con el estandarte de la Unión Patriótica aspiraba a construir una “Colombia feliz, llena de esperanza”, como el mismo afirmaba.
Sin embargo, poco se habla de una de las pasiones, humanas y mundanas que hacían de Jaime Pardo un hombre corriente, sencillo, arraigado en la cultura popular de sus tiempos. Sabemos de su jovialidad, su carisma y extraordinario sentido del humor; del cariño que sentía por su familia y de su profesionalismo. Pero poco se ha hablado de su afición por el fútbol que con mucho fervor disfrutaba, en especial: su amor por el Club Independiente Santa Fe.
No era para menos, Jaime Pardo Leal pudo ver la magia que cualquier santafereño contemporáneo habría soñado. Los goles de Omar Lorenzo Devani, la garra de Carlos Alberto Pandolfi, la letalidad del ‘Maestrico’ Alfonso Cañon, la precisión de Juan Carlos ‘El Nene’ Sarnari y como no, la potencia de Ernesto ‘Teto’ Díaz.
Santa Fe era su equipo del alma, amor que heredó a sus hijos como buen hincha cardenal, que desde el entorno familiar inculcaba el cariño por el rojo capitalino. Como premio al buen comportamiento de sus pequeños les llevaba al Campín, al coloso de la 57 para ver al primer campeón nacional; equipo al cual vio coronarse a lo largo de su vida en 6 ocasiones, sin saber que después del año 75, la sequía de títulos duraría tortuosos 37 años.
Es que ser comunista e hincha de Santa Fe pareciera tener sus cosas en común, además del hermoso color rojo, Andrés Alba en su libro “Primeros para la eternidad” afirmaba “En el césped se expone un vínculo profundo y emocional entre el individuo y el escudo, la entrega incondicional por la defensa de los colores y la pasión irreductible por la camiseta. Es fútbol y se puede perder. Pero la fe nunca pierde, y la pasión es y siempre debe ser infalible, inmune”. Así pasaba con las causas por las que luchaba Jaime, con su abnegación y compromiso por la transformación social, con sus caídas y sus dolores, pero siempre manteniendo esa ilusión que impulsa al día siguiente, a ponerse de nuevo la camiseta para ir a la tribuna o a tomar las banderas para irse a la huelga.
La herencia de Jaime y su amor por Santa Fe

Este amor en el seno de los Pardo se mantiene vivo tras dos generaciones. En aquella fatídica final del torneo apertura disputada el 15 de junio de 2024 entre Independiente Santa Fe y el Atlético Bucaramanga, fue ondeada en la tribuna oriental un asta que llevaba plasmado el rostro de Jaime Pardo Leal y como fondo, el escudo de Santa Fe.
El León perdió aquella final por penaltis en una noche trágica para la hinchada cardenal, pues se escapaba por tercera vez la tan anhelada décima estrella. Sin embargo, de aquel trago amargo se expresó como aliciente en aquellos momentos de tristeza, el nieto de Jaime Pardo Leal “vi la bandera que le hicieron al abuelo y estamos muy contentos (…) la herencia es tangible en todos sus hijos y nietos que somos del León”.
A partir de ese 15 de junio, aquella solitaria bandera que empezó a ondearse esa noche en el Campín, es parte del colorido panorama del estadio en las tardes de sol, que como ya es costumbre en las huestes cardenales, es un espacio no sólo para el fútbol sino para las voces inconformes, irreverentes y críticas que se expresan frente a las injusticias en Colombia y en el mundo.
De igual manera, hoy se puede observar un lindo mural en la Universidad Nacional de Colombia, de la que fue egresado Jaime, que le recuerda con un gesto altivo y vestido con el pecho colorado de la camiseta de Independiente Santa Fe, sumado a un mensaje que reza “Santafereño de la UP y la UN”.
La política y el fútbol son inseparables por su capacidad de movilizar a los pueblos. Hay dos formas de estrechar los lazos de estos dos mundos que en apariencia no tienen relación alguna. Una es aquella que usan las clases dominantes para convertir el fútbol en un instrumento de disciplinamiento de las masas, como forma de apaciguamiento frente a los problemas que ocurren fuera del estadio; la otra, es la que usan los pueblos para despertar las conciencias desde la tribuna, desde la voz que expresa la subalternidad del hincha, de la mujer obrera y futbolera, del estudiante que hace parte de la barra, del pueblo en general, que acude al estadio a desahogarse por el amor a su equipo, sin dejar a un lado la conciencia de clase, como nos enseñó Jaime Pardo Leal, el santafereño.