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Hace 30 años se escapó la paz

Intervención de Aída Avella, presidenta de la Unión Patriótica, en el acto del 15 de septiembre de 2016, en la Casa de Nariño, en que el presidente Juan Manuel Santos Calderón reconoció la responsabilidad del Estado en el exterminio de la organización política, surgida en el marco de los Acuerdos de la Uribe

Aída Avella, presidenta de la UP, interviene ante el presidente Juan Manuel Santos en la Casa de Nariño. Foto JCH.
Aída Avella, presidenta de la UP, interviene ante el presidente Juan Manuel Santos en la Casa de Nariño. Foto JCH.

En nombre de más de 6.500 víctimas y como Presidenta del partido político Unión Patriótica saludo el reconocimiento de responsabilidad que hace en su condición de Presidente de la República y Jefe del Estado colombiano, en relación con el exterminio por razones políticas, el genocidio según las leyes internas, cometido en nuestra contra.

Este acto y el contenido de su reconocimiento no solo contribuye a la dignificación de las víctimas de la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano, sino que también constituye una esperanza de respuesta a las reclamaciones que durante más de 20 años hemos hecho ante instancias nacionales e internacionales para la protección y reparación integral de los derechos que nos han sido vulnerados, algunos de cuales usted hoy ha mencionado.

Es una esperanza que usted como Jefe de Estado y máxima autoridad del poder Ejecutivo, hoy reconozca y retome lo que algunas decisiones judiciales han dicho desde 1992: que era evidente la palmaria persecución en contra de la UP y que el Estado no tomó las medidas para brindarnos la protección comprometida e impedir y evitar que se concretara el exterminio.

Las garantías de no repetición a las que ha hecho referencia Señor Presidente, para la Unión Patriótica y para la democracia de este país son fundamentales en este momento histórico.

Si el Estado está comprometido con esas garantías se tienen que remover los obstáculos que nos impidieron, que nos negaron el derecho a participar con plenas garantías y en igualdad de condiciones con los partidos tradicionales en el ejercicio del poder.

Tiene que ser proscrita la práctica que se convierte en estigma y que justifica socialmente la persecución: asumir que quien piensa distinto es enemigo y que por ello debe ser eliminado.

Las garantías deben existir

Si este país se proclama pluralista, tiene que establecer reglas del juego ciertas que garanticen la posibilidad no solo de pensar, sino de expresar sus ideas distintas y de organizarse con otros para proponer y sacar adelante un proyecto político alternativo.

Esta proscripción tiene que estar reflejada no solo en rechazos claros, oportunos y eficaces para impedir que se legitime la persecución; sino que además debe tener consecuencias jurídicas, igualmente oportunas y eficaces de sanción para los responsables, para llegar a conocer la verdad, aplicar justicia y obtener la reparación integral.

Porque debo decirle señor Presi­dente que la persecución y exterminio que usted hoy reconoce que se cometió contra la Unión Patriótica, fue muy grave; pero también lo es la impunidad que ha operado como un factor multiplicador de la persecución, no solo para nuestro partido sino para defensores de derechos humanos, dirigentes sindicales, trabajadores, campesinos, población afro, indígenas, hombres, mujeres y niños.

En clave de garantías de no repetición, este es un obstáculo que debe removerse definitivamente con los mecanismos establecidos en los Acuerdos, pero no solo con ellos, como lo establecen los organismos internacionales: con todas las medidas al alcance del Estado.

Señor Presidente, en buena hora usted como Jefe de Estado reconoce a las víctimas de la Unión Patriótica y el exterminio cometido contra este partido político; nuestra esperanza es que en la misma condición usted de pasos decididos para hacer este mismo reconocimiento ante la CIDH para garantizar la reparación integral que haría efectivo este reconocimiento.

Hace 30 años se escapó la paz, porque mataron la esperanza, porque falto grandeza, generosidad y amor por nuestro pueblo. La generación perdida nos hace falta en estos momentos históricos, pero ellos hablan por sí solos: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Manuel Cepeda Vargas, las Marías, las Mercedes, las Lucías, los Pedros, Los Juanes, los Julianes, los Carlos. Este acto los dignifica y la aprobación de la Paz será el primer acto, de reparación a todos los que ofrendaron sus vidas para construir un país mejor con justicia social. Lo haremos entre todos si los ciudadanos apoyan la paz el 2 de octubre.

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