La alianza políticomilitar se enfrenta a la peor crisis en sus 75 años de existencia, aseguran analistas, precipitada por las políticas de la administración norteamericana, que ha trastocado sus objetivos tradicionales
Ricardo Arenales
Los 32 países miembros de la Organización del Tratado Atlántico Norte, OTAN, reunidos en La Haya el pasado 25 de junio, acordaron elevar hasta en un cinco por ciento de su Producto Interno Bruto, PIB, el gasto en Defensa. De esta manera, dan respuesta a una exigencia del gobierno del presidente Donald Trump, que presionó de distintas maneras a las naciones del viejo continente para que aprobaran tal porcentaje, elevando a niveles históricos el gasto militar mundial.
El presidente de los Estados Unidos ─quien asistió a la reunión─, una vez aprobado este tope, que se cumplirá gradualmente hasta completarlo en 2035, calificó de ‘victoria monumental’ el paso dado por los países de la Alianza Atlántica.
“Es una victoria monumental para Estados Unidos, porque estábamos cargando con lo que es mucho más que nuestra justa parte”, aseguró el mandatario norteamericano a los medios de prensa al término de la sesión que adoptó la medida.
Se le aguó la fiesta
Sin embargo, el tono triunfalista de Trump le duró poco. Fue menos que flor de un día. Una vez puso un pie en el recinto de sesiones, los jefes de las potencias occidentales ya conocían de la filtración de documentos de las agencias de inteligencia estadounidenses que daban cuenta que, durante el ataque a los centros iraníes de generación de energía nuclear, ni siquiera se afectó la producción de uranio, que había sido retirada de los depósitos atacados, varios meses atrás.
El daño causado por las bombas norteamericanas no afectó el funcionamiento de estos centros y su actividad normal se reanudará en cuestión de semanas.
Pero no solo eso aguó la fiesta de la OTAN. Un serio revés para la alianza militar es que los aliados clave en la región Asia-Pacífico, Corea del Sur y Japón, no asistieron a la cumbre, enviando el mensaje de que, en esa región del mundo, Estados Unidos pierde liderazgo y protagonismo.
El recién elegido presidente surcoreano, Lee Jae-myung, dijo que prefería atender asuntos domésticos de su país y se mostró afectado por el deterioro de la situación internacional, particularmente en Oriente Medio.
Sin sincronía
Durante su campaña electoral, Lee Jae-myung se comprometió a poner en marcha una diplomacia ‘pragmática’ en el ámbito de la seguridad ante las transformaciones del orden global y, particularmente, una política exterior surcoreana de acercamiento hacia Rusia y China.
Lee también reafirmó la importancia de los lazos entre Seúl y Washington, y, a principios de junio, mantuvo una conversación telefónica con Trump, en la que acordaron resolver rápidamente la cuestión de las negociaciones arancelarias, pero una reunión sugerida para ello no se ha llevado a cabo.
El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, también dijo que no asistiría a la cumbre de la OTAN y se abstuvo de apoyar el ataque de Trump a las instalaciones nucleares en Irán. Días antes, el gobierno nipón había condenado también los ataques israelíes a Teherán.
En este sentido, el periódico nipón Nikkei Asia señaló que “cinco meses después del inicio del segundo gobierno del presidente Donald Trump, EE. UU. y su aliado más importante en el Pacífico Occidental, Japón, no parecen estar sincronizados”, lo que podría reflejar una “discordia en la alianza”.
Un imposible
Las fisuras aumentan. En junio pasado, pocos días antes de la cumbre de la OTAN, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, se pronunció en contra de la elevación de los gastos de defensa. “Si alguien piensa que mañana pasaremos del 2 al 5 por ciento, que se olvide, es imposible”, expresó el gobernante.
Con relativa mejor suerte corrió el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, quien convino con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, flexibilizar para España el monto del aumento del gasto en defensa. Sánchez ha liderado a un grupo de países miembros de la Alianza Atlántica, opuestos a ese incremento histórico exigido por Trump y avalado por Rutte.
Con tal excepción, corresponderá a España decidir qué porcentaje de su PIB deberá dedicar para alcanzar los objetivos dentro de la OTAN. Sánchez había expresado antes que puede lograr esos objetivos con el 2,1 por ciento del PIB, mientras que Rutte se muestra escéptico con esa cifra, indicando que, finalmente, tendrá que dedicar el porcentaje demandado para el resto de aliados.
El primer ministro de Hungría, Víctor Orbán, se refirió a un ingrediente final de discrepancia al interior de la OTAN, al señalar que cuatro países miembros de la Alianza Atlántica no quisieron sentarse en la misma mesa con el gobernante ucraniano Volodímir Zelenski.
De lejitos
“El hecho de que Zelenski no participe oficialmente en la cumbre de la OTAN es una clara señal de que el capítulo anterior ha terminado. Los estadounidenses, los turcos, los eslovacos y nosotros lo tenemos claro. Así que no queremos sentarnos en la misma mesa con el señor Zelenski, cuando se trata de la OTAN. Tampoco me gusta verlo en la Unión Europea, pero esa es otra reunión”, afirmó Orbán al ser interrogado por la prensa sobre la razón de la ausencia del líder del régimen de Kiev.
El mandatario húngaro destacó que “es de interés nacional de Hungría no formar parte de ninguna comunidad de integración con Ucrania. Ni en la OTAN, ni en la Unión Europea”.
El plan del secretario general de la OTAN, en realidad impuesto por la administración Trump, es que los países miembros incrementen en un 3,5 por ciento los gastos puros en defensa, rubro al que se agrega un 1,5 por ciento dedicado a gastos relacionados.
La OTAN se enfrenta a la peor crisis en sus 75 años de existencia, informa Bloomberg, indicando que el bloque militar “se encuentra a prueba por cuatro crisis convergentes, que trascienden los efectos disruptivos de las políticas de Trump: la crisis de seguridad, generada por el conflicto ucraniano; crisis de preparación de las tropas europeas; crisis de prioridades cambiantes, con la atención de Estados Unidos que se desplaza de Europa hacia el Pacífico; y crisis de confianza con los miembros europeos, que ya no saben si contarán con EE. UU. en caso de necesidad”.