Fue una de las primeras en comprender que la opresión de clase y la desigualdad de género no eran luchas separadas, sino profundamente entrelazadas. “La emancipación de la mujer” es una de las denuncias más potentes y visionarias del siglo XIX
Anna Margoliner
@marxoliner
En una Europa convulsionada por revoluciones industriales y políticas, surgió una voz que no solo desafió al orden patriarcal, sino que lo hizo desde una perspectiva radicalmente nueva: la intersección entre clase y género.
Flora Tristán, escritora, pensadora y militante socialista franco-peruana, publicó en 1845 La emancipación de la mujer, un ensayo breve pero decisivo que anticipa muchas de las bases del feminismo moderno. Su obra no fue solo una denuncia contra la opresión femenina, sino también una apuesta por la transformación social desde la raíz.
Desde sus primeras líneas: “La causa del proletariado y la causa de la mujer no son dos causas distintas, sino una sola y misma causa”, Tristán plantea que la liberación de la mujer no puede desligarse de la lucha de clases. A diferencia de discursos ilustrados o burgueses de su época, que pedían educación o moral para la mujer, Tristán enfoca su crítica en las condiciones materiales: denuncia que las mujeres trabajadoras son doblemente oprimidas, por el sistema capitalista y por el patriarcado.
La autora exige el derecho al trabajo, a la educación, al divorcio y a la autonomía económica. En una época donde la mujer era legalmente considerada propiedad del esposo, estas demandas eran profundamente revolucionarias. Pero más allá de enumerar injusticias, La emancipación de la mujer construye un argumento político: no habrá justicia social sin igualdad de género, ni igualdad de género sin una transformación del orden económico.
Los argumentos clave
Uno de los pilares de la obra es la afirmación de que la emancipación femenina es indispensable para la emancipación del proletariado. Tristán denuncia la contradicción de los obreros que reclaman su libertad mientras mantienen relaciones de poder sobre sus esposas e hijas. Así, interpela no solo al orden burgués, sino también a los movimientos obreros que ignoraban la dimensión de género en su lucha.
También denuncia la doble opresión que recae sobre las mujeres: por un lado, como explotadas en el sistema económico; por otro, como subordinadas dentro de una estructura patriarcal legal y cultural. Para Tristán, esta situación no puede resolverse con reformas parciales ni con promesas morales, sino con transformaciones profundas en lo económico, político y social.
La autora señala que la ley es un instrumento del patriarcado. Critica duramente al Código Civil francés que trataba a las mujeres como menores de edad perpetuas, sin derecho a la propiedad ni a tomar decisiones sobre su propia vida. En sus palabras, mientras la ley mantenga a la mujer en inferioridad, toda revolución será incompleta.
Frente a esta realidad, propone garantizar a las mujeres el acceso igualitario al trabajo y a la educación. Considera que sin independencia económica, la libertad femenina es ilusoria. Además, insiste en la necesidad de crear instituciones sociales, como guarderías, que permitan compartir las responsabilidades del cuidado infantil, abriendo así caminos para la participación plena de las mujeres en la vida pública.
Tristán no se detiene en la denuncia. Apuesta por una transformación socialista de la sociedad, donde la justicia y la cooperación reemplacen al egoísmo y la desigualdad. Su proyecto de una Unión Obrera Universal incluye a hombres y mujeres en pie de igualdad, sentando las bases de una política que vincula el feminismo con el internacionalismo obrero.
Una obra adelantada a su tiempo
En el contexto histórico de mediados del siglo XIX, marcado por la industrialización, el ascenso del proletariado urbano y las luchas por el sufragio masculino, Flora Tristán se atrevió a introducir un tema ausente en los debates políticos: la condición de las mujeres dentro de la clase trabajadora. Mientras muchos líderes obreros relegaban a las mujeres al espacio doméstico, Tristán denunció que sin su emancipación no habría revolución auténtica.
Esta mirada crítica, que anticipa lo que hoy conocemos como enfoque interseccional, partía no solo del análisis estructural, sino de su propia experiencia como mujer pobre, hija ilegítima y víctima del desprecio social. Su lucha no fue abstracta: se encarnó en su vida, en sus viajes y en su activismo incansable.
Una influencia política subestimada
Más que una influencia secundaria, su pensamiento representa un eslabón olvidado pero esencial en la genealogía del feminismo anticapitalista. Su proyecto de una Unión Obrera Universal, con inclusión activa de las mujeres, desbordó las ideas predominantes en los círculos obreros de su tiempo, que seguían viendo a las mujeres como auxiliares de la causa y no como sujetas políticas plenas.
Lejos de proponer reformas limitadas, Tristán exigía una revolución cultural, económica y legal, que transformara las relaciones entre hombres y mujeres desde la raíz. En ese gesto radical, su pensamiento se anticipa tanto a las feministas socialistas del siglo XX como a las teorías contemporáneas sobre interseccionalidad, justicia reproductiva y economía del cuidado.
Una lectura vigente
Hoy, más de 175 años después, La emancipación de la mujer conserva una sorprendente actualidad. En tiempos de feminismos populares, luchas antirracistas y críticas al neoliberalismo, la voz de Flora Tristán resuena con fuerza. Su apuesta por una sociedad donde la igualdad no sea una promesa, sino una práctica concreta, sigue inspirando a quienes creen que el feminismo y el socialismo no solo pueden convivir, sino que se necesitan mutuamente para transformar el mundo.