María Carvajal, dirigente de la Asociación Campesina del Catatumbo, comparte su historia como lideresa social y sus opiniones sobre la crisis humanitaria, ocasionada por la agudización del conflicto armado en esta subregión nortesantandereana
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
“Tienes que hablar con María Carvajal. Ella representa la lucha de las mujeres catatumberas”. La sugerencia es de Eliana Zafra, presidenta del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, CPDH, en Norte de Santander. “En su historia está todo lo que quieres saber de la región”, añade.
La lideresa social se encuentra instalada junto a la comunidad del kilómetro 25. Como dirigente campesina, acompaña a la Comisión de verificación “Abracemos el Catatumbo”. Lleva un sombrero blanco adornado por una línea rosada. Mientras escucha con atención los pocos testimonios, hace anotaciones en su libreta.
Al ver mi carné de prensa, lo observa detenidamente y sonríe: “Yo era muy amiga de Carlos Lozano. Un hombre comprometido con la paz”. Luego, acepta la entrevista, pero pide que sea en el río Catatumbo o en Caño Negro, “para que se sienta nuestra hermosa región”.
La lucha de la lideresa social

María Carvajal ha luchado toda su vida en el Catatumbo. Aunque nació en Sardinata, se considera hija de toda la región. Su mayor orgullo es conocer cada rincón de este territorio.
“De ser una campesina sumisa, que vivió una niñez difícil, pasé a ser una lideresa metida en protestas y paros. Como nunca me dio miedo hablar, me convertí en la representante de las mujeres del Catatumbo”, comenta.
Carvajal considera que su escuela política la recibió del Partido Comunista y la Unión Patriótica. Su trayectoria como dirigente campesina comenzó con las movilizaciones cocaleras de 1996 y 1998. Después, participó en el Plan de Desarrollo y Paz para el Catatumbo, pero la llegada del paramilitarismo en 1999 la obligó a desplazarse hacia Venezuela. Hoy, se considera una sobreviviente de ese período oscuro.
Tras pasar varios largos años en la frontera del país hermano, en 2009 se unió a la Asociación Campesina del Catatumbo, Ascamcat. “Me volví públicamente vocera de las mujeres y de la Mesa de Interlocución y Acuerdo. En 2013, estuvimos en el paro y con todo lo del Acuerdo de Paz que se firmó en 2016, nos convertimos en pedagogos”, afirma.
Y aunque pudo continuar con su labor como dirigente campesina, nuevos episodios del conflicto armado en la región la obligaron, una vez más, a desplazarse. “En medio de la guerra entre el ELN y el EPL en 2018, recibí amenazas. Teníamos el Refugio Humanitario de Saphadana en la frontera, pero el hostigamiento se mantenía. Ahí me tocó irme a La Gabarra y luego al kilómetro 25, lugar donde estuve dos años”, relata.
Sin embargo, los actores armados la amenazaron nuevamente. Esta vez, su destino sería la vereda Santa Rosa, del municipio de El Zulia. Allí se enfrentó a un intento de reclutamiento forzado de su hija, situación que la obligó a tomar la difícil decisión de desplazarse, esta vez de forma definitiva, hacia Cúcuta.
“Esta persecución viene desde 1999 y el resultado es un destierro doloroso, todo por ser lideresa, sobreviviente, mujer y no pertenecer a ningún actor armado. A pesar de esta situación, seguimos sosteniendo con firmeza la idea que no se necesitan las armas para defender y transformar al Catatumbo”, declara.
Catatumbo, el antes y el después
María Carvajal participa en la Comisión de verificación no solo como integrante de Ascamcat, sino también como miembro de la Coordinadora Nacional de Mujeres de las Zonas de Reserva Campesina.
La Comisión ‘Abracemos al Catatumbo’ tiene el objetivo de documentar casos de violaciones a los derechos humanos posteriores al 16 de enero, fecha en la que se ha configurado una grave crisis humanitaria en la región por cuenta de los enfrentamientos entre el ELN y el Frente 33 de las disidencias de las Farc.
Al respecto, María describe la zozobra que se percibe en la región. “Este no es nuestro Catatumbo. Antes esta región era alegre, pero lo que hemos visto en los rostros de la gente es desolación y tristeza. Es una guerra que nos dañó todo el trabajo a las organizaciones sociales”.
Si bien reconoce que en los últimos tiempos ha existido un conflicto armado en la región, también es clara en identificar que, en esta oportunidad, quienes se están matando son los hijos del Catatumbo.
“La situación de la guerra recae mucho más fuerte en las mujeres. Son ellas quienes tienen que enterrar a sus esposos, padres o hermanos, para después seguir el camino con sus hijos. Por experiencia, puedo decir que todo se da en un contexto de pocas oportunidades y muchos sacrificios”, asegura.
María Carvajal también recuerda al Catatumbo antes de la llegada de los monocultivos de la hoja de coca y de la palma africana. Rememora cómo era una verdadera despensa agrícola, donde se sembraba cacao, café, plátano, yuca y otros productos. Sin embargo, también es consciente de que la región está condenada a la violencia por los intereses que despiertan sus riquezas naturales.
“El único camino que nos queda es resistir. Insistir en el respeto por la vida, el territorio y la naturaleza”, concluye.
Necesidad del diálogo y la paz
Durante nuestra conversación, María Carvajal envió un mensaje claro a los dos actores armados: “Lo primero es que deben desescalar el lenguaje y reconstruir el respeto entre organizaciones. Lo segundo es que la única solución es dialogar, abrazar al otro sin odiarlo, porque es un ser humano e hijo del Catatumbo”.
Para el gobierno de Gustavo Petro, al que ella y su organización ayudaron a elegir, también tiene un mensaje: “Ascamcat no está con ningún grupo armado porque estamos cansados y hastiados de la guerra. Es un gran error estigmatizar a las organizaciones que han construido tejido social en la región”.
Finalmente, respecto al Pacto Social por el Catatumbo, María sostiene que sin un cese de hostilidades será muy difícil cumplir con los objetivos propuestos. “En medio de la guerra no vamos a superar el abandono estatal y la desigualdad social. Necesitamos un diálogo político entre todos los actores. No hay otro camino”, concluye.