Federico García Naranjo
@garcianaranjo
El asesinato de Charlie Kirk revela la descomposición de la sociedad estadounidense y abre el camino al endurecimiento de políticas antidemocráticas y dictatoriales
El 10 de septiembre pasado fue asesinado de un disparo en la yugular, el divulgador estadounidense de ultraderecha Charlie Kirk, cuando intervenía ante un grupo de estudiantes en la Universidad del Valle de Utah. Su impresionante asesinato, grabado por decenas de celulares y difundido viralmente a través de los medios y las redes, se convirtió en noticia mundial en cuestión de horas.
Así, alguien prácticamente desconocido fuera de Estados Unidos se convirtió post mortem en una celebridad mundial, no solo por la espectacularidad de su muerte, sino porque el propio gobierno estadounidense –con Trump a la cabeza– y la estructura de medios conservadores dentro y fuera del país se ocuparon de exaltarlo hasta la náusea, presentándolo como un mártir de la libertad de expresión. Pero, ¿quién era realmente Charlie Kirk y por qué es tan preocupante su asesinato?
Un provocador muy mediático
Charlie Kirk formaba parte de un tipo de divulgador de ultraderecha muy popular entre el público estadounidense. Estos divulgadores se sirven de la estrategia de convocar debates sobre temas álgidos como el porte de armas o el aborto, normalmente en universidades consideradas progresistas y aprovechan su elocuencia para “vencer” dialécticamente a sus interlocutores, casi siempre jóvenes estudiantes sin mucha experiencia en el debate.
Estos “debates” son grabados, editados y publicados en la red con títulos impactantes como “Aplastado guerrero de la justicia social” o “Destruida feminista en minutos”. El propio Kirk, quien contaba con varios millones de seguidores en las redes sociales, era uno de los divulgadores más provocadores y radicales, proponiendo ideas racistas, supremacistas, misóginas, homofóbicas o que justificaban el genocidio en Palestina.
Kirk comenzó a los 18 años fundando Turning Point USA, una organización que buscaba dar la “batalla cultural” como la entiende la ultraderecha, es decir, la disputa por el relato y el sentido común desde la defensa de los valores conservadores, según ellos hoy en riesgo por el avance de las políticas de inclusión y diversidad. Hoy, esa organización es receptora de varios millones de dólares de importantes donantes, que la convierten en un influyente actor del debate público en Estados Unidos.
Morbo, mentiras y video
El presidente Donald Trump, en una alocución televisiva pronunciada minutos después de que se conociera la muerte de Kirk, acusó directamente a lo que él llamó la “extrema izquierda” y su discurso de odio como los responsables del asesinato. Ello desató una ola de mensajes en internet que señalaban a un izquierdista como el posible tirador, e incluso algunas versiones sugerían que era una persona transgénero, lo que obviamente estaba dirigido a estigmatizar a esa población y a reforzar la narrativa de la “izquierda violenta”.
Solo unas horas después del hecho, la policía arrestó y acusó del homicidio a Tyler Robinson, un joven de 22 años quien fue entregado por su propio padre. Desafortunadamente para la ultraderecha, Robinson no resultó ser un izquierdista, ni mucho menos, transgénero, sino todo lo contrario. Su familia es conservadora, son blancos, protestantes, republicanos y apoyan el porte de armas.
En la inspección forense que se hizo de su computador personal, se encontró que Robinson era un asiduo visitante de páginas con contenido supremacista y que era posible ubicarlo dentro de la comunidad groyper. Los groypers son una comunidad en línea, es decir, de personas que comparten por internet, pero no necesariamente se conocen, dirigida por Nick Fuentes, un divulgador aún más radical que Kirk, y que acusaba a este último de “blando”.
Como se ve, las evidencias apuntaron desde el principio en una dirección muy diferente de la promovida por el gobierno Trump y los medios de ultraderecha, pero no ha importado. Durante los últimos días se han intensificado las versiones de que Robinson en realidad sí es un izquierdista o incluso que su pareja es una persona trans. Toda una huída hacia adelante.
Así, el pasado domingo 21 de septiembre se celebró en Glendale, Arizona, un acto en homenaje a Kirk, que se convirtió en un delirante acto proselitista. Ante más de 70 mil personas, Trump y otros altos funcionarios del gobierno elogiaron la figura del divulgador asesinado. El presidente lo llamó “un gran patriota” y el vicepresidente J.D. Vance lo comparó con Jesucristo (¡!).
Debe decirse que el espectáculo montado con la muerte de Kirk y su aprovechamiento político y mediático se parece mucho a lo que hizo la ultraderecha criolla hace unos meses con Miguel Uribe Turbay. La diferencia es que allá cuentan con mucho más presupuesto y están en el gobierno, pero la mezquindad, la vanidad y la perfidia son las mismas.
Lo que se viene
Los frecuentes tiroteos en escuelas, centros comerciales o iglesias se suman a los asesinatos de gobernadores y congresistas, así como un creciente ambiente de hostilidad y violencia verbal. Todo ello en una sociedad donde hay más armas que personas.
Hay muchas versiones sobre la muerte de Kirk, desde la hipótesis del asesino solitario hasta una conspiración que involucra a Israel y el lobby sionista en Estados Unidos. Como sea, este asesinato servirá de pretexto para endurecer aún más las medidas antidemocráticas que casi sin percatarnos encaminan a Estados Unidos hacia una dictadura, como la toma militar de ciudades, la censura a periodistas o amenazar con el cierre de medios de comunicación.
La última ocurrencia de Trump ha sido declarar como grupo terrorista doméstico al “movimiento antifa”, como si el antifascismo fuera una organización con dirigentes, periódico y carnets. Una decisión así, tomada al calor de la muerte de Kirk y aplaudida por muchos, no solo revela el carácter neofascista del gobierno de Trump, sino que nos pone a todos en la mira.
“Kirk, quien contaba con varios millones de seguidores en las redes sociales, era uno de los divulgadores más provocadores y radicales, proponiendo ideas racistas, supremacistas, misóginas, homofóbicas o que justificaban el genocidio en Palestina”