El momento actual exige definiciones claras y acciones decididas. Impulsar la Consulta Popular no solo es una necesidad histórica, sino una oportunidad para que el pueblo recupere la voz y el poder
María Eugenia Londoño (*)
Mientras la oligarquía aferrada al poder sabotea las reformas del cambio, en el Congreso de la República se gesta un nuevo acto de traición contra el pueblo trabajador: la configuración de una contrarreforma laboral, los ataques a la reforma de la salud y el intento de reversar la pensional. Ante esta arremetida, la respuesta no puede ser la resignación. Nuestra actuación debe ser la organización popular, la pedagogía política y la movilización consciente.
La iniciativa del presidente Gustavo Petro de convocar una Consulta popular no surge del capricho ni del desespero, sino de la lectura lúcida de una coyuntura en la que las mayorías sociales y laborales, las que sostienen este país con sus manos, saberes y cuerpos, han sido despojadas de su dignidad por un régimen legislativo controlado por el gran capital.
Fecode, primera fila
Frente al bloqueo institucional, la Consulta representa la ruta constitucional del poder constituyente primario, la posibilidad de que el pueblo decida directamente sobre los temas que le afectan: el trabajo, la salud, la pensión, la educación, la soberanía económica, la justicia social y ambiental.
En este contexto, el papel del magisterio, como sujeto político de primera línea, es insustituible. Las maestras y maestros de Colombia no solo somos formadores de saber, sino también sembradores de conciencia crítica en cada rincón del país. Hemos estado en la primera fila de las luchas sociales, sindicales y populares, y hemos sabido asumir los costos de la coherencia revolucionaria.
Fecode, con su trayectoria combativa y su capacidad organizativa, ha demostrado estar a la altura de este desafío. Hoy, como ayer, somos convocados a resistir, a construir y a movilizarnos por un país más justo, con reformas que dignifiquen la vida.
Tejer pedagogía de esperanza
Pero esta vez la historia exige más. No basta con pronunciar discursos o participar en jornadas puntuales. El impulso de la consulta popular y la defensa del programa de reformas requieren del compromiso activo, permanente y creativo del magisterio.
Necesitamos multiplicar las experiencias de cabildos abiertos en las escuelas, los barrios, las veredas, los sindicatos y los espacios comunitarios. Necesitamos constituir comités por el Sí a la Consulta popular en cada institución educativa, en cada colectivo pedagógico, en cada territorio. Se trata de tejer una pedagogía de la esperanza, de la verdad y de la justicia social, desde abajo y con los pueblos.
Impulsar la Consulta popular no es solo respaldar al gobierno del cambio. Es comprender que el sujeto popular organizado debe disputar el rumbo del país frente a la maquinaria oligárquica que legisla para las EPS, las multinacionales, los fondos privados y los sectores guerreristas. Es romper el cerco mediático que desinforma, infantiliza o criminaliza la lucha del pueblo.
La pedagogía también es un acto político, y los contenidos curriculares deben dialogar con la realidad que viven nuestros estudiantes, madres y padres, vecinos y trabajadores.
Formar y luchar
El pueblo no se moviliza por mandato, se moviliza cuando entiende el sentido de la lucha. Por eso, el reto que tenemos desde el magisterio no es solo organizativo, sino profundamente formativo.
¿Estamos dispuestos a convertir cada aula en un espacio de reflexión crítica sobre la justicia social? ¿Estamos dispuestas a hablar con nuestras comunidades sobre el porqué de las reformas y lo que está en juego si las elites logran derrotarlas? ¿Vamos a permitir que la apatía, el miedo o la neutralidad le abran la puerta a un nuevo ciclo de barbarie neoliberal?
La ofensiva contra las reformas no es solo legislativa, es también ideológica. Pretenden convencernos de que no hay alternativa, que todo intento de transformación está condenado al fracaso, de que la política es sucia y ajena al pueblo. Pero ahí estamos nosotras, las maestras que enseñamos historia desde la resistencia; los maestros que organizamos bibliotecas comunitarias, sostenemos ollas populares, acompañamos procesos de memoria y verdad, y defendemos el territorio y la vida digna.
El aula, una trinchera
Retomemos el legado de María Cano, de Yira Castro y de tantas nuestras dirigentes sindicales y comunistas que entendieron que el aula es una trinchera y el sindicato una escuela de lucha.
Fortalezcamos los cabildos abiertos como ejercicios democráticos del poder popular, donde se escuche la voz de las juventudes, de las mujeres, de las diversidades, del campesinado, de las comunidades negras e indígenas. Hagamos de cada comité por el Sí a la Consulta popular una célula viva de organización y dignidad.
El tiempo de actuar es ahora. No podemos fallarles a quienes confiaron en el cambio, ni delegar la lucha en manos de unos pocos. Si la historia la escriben los pueblos que luchan, que quede claro: el magisterio colombiano fue, es y seguirá siendo vanguardia de esta batalla.
¡Por la vida digna, el trabajo con derechos y una vejez sin miedo, digamos Sí a las reformas del pueblo! ¡Con cabildos, con conciencia, con movilización, conquistaremos lo que nos pertenece!