martes, marzo 19, 2024
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El humanismo revolucionario de Fidel

Apoyó con decisión los procesos de paz en Colombia

Carlos Lozano, director de VOZ, saluda al comandante Fidel Castro en La Habana. Los observa Miguel Antonio Caro, dirigente comunista y sindical.

Carlos A. Lozano Guillén

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz siempre estuvo sintonizado con la realidad colombiana. Quedó impactado desde su juventud, cuando en abril del año 1948 visitó a Bogotá, haciendo parte de una delegación universitaria que preparaba las condiciones para la realización de un Congreso Estudiantil Latinoamericano, de alguna manera en respuesta a la política exterior panamericana de los Estados Unidos, en las condiciones de la guerra fría y de la amenaza a quienes no se sometieran a su férula imperialista, sobre todo en América Latina, considerada por sus agentes como el patio trasero.

La visita del joven Castro coincidió con el Bogotazo, el 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado el caudillo liberal y popular Jorge Eliécer Gaitán, que produjo una insurrección social, porque las masas enardecidas incendiaron a Bogotá y quisieron derrocar al Gobierno de Mariano Ospina Pérez al que responsabilizaron del magnicidio. Fidel participó de la insurrección y conoció las raíces mismas que motivaron el asesinato de Gaitán, la protesta del pueblo y la violencia en Colombia desatada en la segunda mitad del siglo XX.

La caída de Ospina Pérez fue detenida por el pacto bipartidista en las alturas y la traición de los dirigentes liberales que llegaron a acuerdos con el Gobierno conservador que arremetió contra los liberales y los comunistas, y aceptaron cargos en la administración pública para apaciguar la ira de sus huestes. Lo diría años después Fidel Castro, ya siendo dirigente de la Revolución Cubana, uno de los principales acontecimientos históricos del siglo XX, de la cual fue fundador.

Para el dirigente revolucionario el pacto bipartidista fue para evitar la revolución, mientras que los liberales creen que fue para salvar las instituciones y la “noción de la ley”. Lo mismo de siempre. Con igual argumento, liberales y conservadores, rojos y azules, pactaron el Frente Nacional en 1957, para preservar intactos sus intereses de clase, amenazados por la dictadura militar a la que apoyaron al comienzo.

Memoria fotográfica

Fidel o dicho en forma simple “el Comandante”, como se le decía con reverencia, con memoria fotográfica relataba cómo fueron los acontecimientos del Bogotazo que durante tres días estremecieron la capital e importantes ciudades y que pusieron en peligro el poder de latifundistas y burgueses. Lograron detenerlo por la traición de la cúpula liberal y a sangre y fuego como lo hicieron desde el gobierno de Ospina Pérez. Esa práctica violenta había sido denunciada por Jorge Eliécer Gaitán, quien organizó la gigantesca marcha del silencio en que exigió el fin de la masacre contra el pueblo.

Cada vez que el Comandante se topaba con un colombiano le contaba la historia con lujo de detalles. En abril de 1976 hice parte de una delegación del Buró Permanente de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD) con sede en Budapest, Hungría, que fue recibida por Fidel en el Palacio de la Revolución. El tema era la realización del 11 Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en la capital de Cuba, en 1978.

Sin importarle el carácter multinacional y multicontinental de la delegación, cuando supo mi nacionalidad se paró a mi lado y me contó su experiencia. Para rematar la historia con humor me dijo que en medio de la manifestación beligerante en el centro de la capital colombiana, alguien le sacó la billetera del bolsillo y lo dejó sin dinero ni documentos. “Chico, hasta fui víctima de un ladrón”, me dijo.

Quizás esa frecuente reminiscencia lo convenció de que el conflicto colombiano tenía profundas raíces y que la lucha armada era parte fundamental del proceso político hacia los cambios y las transformaciones estructurales democráticas y sociales. Tenía su propia lectura de la realidad histórica, Cuba y Colombia no parten de las mismas circunstancias -reconocía- pero “no cuestiono en lo más mínimo su honradez (la de las FARC), ni la del Partido Comunista de Colombia; por el contrario merecen respeto”, escribiría años después en su texto La paz en Colombia.

Cambios en la realidad

El Partido Comunista de Cuba durante muchos años estimuló la lucha armada en América Latina. Eran épocas de auge revolucionario del movimiento guerrillero y de dictaduras militaristas, respaldadas por el imperialismo yanqui. Pero los procesos no son lineales, surgieron otros elementos en los procesos democráticos en el continente, que favorecieron acuerdos y tratados de paz que fortalecieron las libertades y cambios sociales. Fidel se orientó a colaborar en salidas políticas dialogadas, en ayudar a construir caminos para procesos de paz.

Fui testigo de esos cambios porque después de esa primera ocasión lo vi en dos o tres más en mi condición de secretario general adjunto de la FMJD; y años después como dirigente del Partido Comunista Colombiano le escuché sus discursos dialécticos en que explicaba los cambios en el contexto de una nueva realidad latinoamericana y mundial. Así nos lo dijo al camarada Gilberto Vieira y a mí, el 22 de febrero de 1986, en un insólito encuentro en un barco donde pasaba vacaciones.

En la reunión estuvo el célebre Manuel Piñeiro, director del Departamento de América del Comité Central y persona muy cercana al Comandante. Con el camarada Vieira íbamos de paso para Moscú a participar en el XXVII Congreso del PCUS, el mismo que aprobó la perestroika y el glasnost como proyectos programáticos socialistas y sobre los cuales Fidel tenía reservas según nos lo dijo sin muchos detalles ni explicaciones.

Luego lo encontré en algunas ocasiones en desarrollo de las labores de facilitación de paz en Colombia. Conocí varias de sus opiniones sobre los procesos del Caguán y de La Habana, que fueron seguidos al detalle por él y sobre los cuales le hice llegar en algunas ocasiones opiniones solicitadas. Todo con la mayor discreción y sin ninguna espectacularidad.

Compromiso con la paz

Fidel se comprometió a fondo con la paz en Colombia. Tuvo la convicción, al igual que el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, de que el fin del conflicto colombiano acabaría la tragedia de nuestro país, pero también le traería tranquilidad a la región. Decía que el imperialismo siempre tendría el pretexto de las guerrillas colombianas para intervenir en el continente. Se burlaba de la maniobra yanqui de convertir a las FARC en el peor cartel de la cocaína en el mundo.

No compartía algunas acciones de las guerrillas que afectaban a civiles, según él, y reivindicaba un humanismo revolucionario en la guerra de guerrillas, contemplado por cierto en los estatutos y en los reglamentos farianos. Nunca pretendió la entrega de las armas o desmovilizaciones de combatientes, la paz se hace con dignidad y con acuerdos, era su convicción.

El libro La paz en Colombia, polémico como los buenos textos, hace un recuento histórico del conflicto, descubre el contenido de conversaciones con jefes guerrilleros y concluye que la única salida es un acuerdo democrático, político y social. Cuenta la experiencia de Cuba para ayudar a resolver incidentes de la confrontación en distintos momentos, incluyendo la salida del comando del M-19 que ocupó la Embajada de la República Dominicana, en 1980, en el gobierno represivo de Julio César Turbay Ayala, encabezado por Rosemberg Pabón (“Comandante Uno”), en la actualidad ficha del uribismo.

El aporte, desde sus cuarteles de invierno, a los acercamientos y diálogos de La Habana de las FARC-EP y el Gobierno de Santos, fue fundamental, como también el del comandante Chávez. La primera preocupación de Fidel fue conocer si la guerrilla fariana estaba decidida a emprender el diálogo. Solo cuando tuvo la certeza que así era le dio su espaldarazo. Vivió para conocer el resultado. Poco antes de su deceso se firmó el texto definitivo de paz.

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