Desde el sindicalismo, el feminismo y la militancia comunista, estas lideresas encarnan un proyecto de país que se construye desde abajo, con organización popular y vocación revolucionaria
Rocío Quintero G.
Miembro del Colectivo LP-WA
En el actual panorama electoral colombiano, resulta visible una presencia creciente y protagónica de mujeres comprometidas con la transformación política. No se trata únicamente de una tendencia numérica o de figuras que buscan acceso al poder; su participación reviste una relevancia sustancial en las próximas contiendas, evidenciando tanto el avance de la lucha feminista como la consolidación de nuevos liderazgos en la izquierda.
Sin embargo, el análisis que aquí se propone no se detiene en la mera visibilidad institucional. Siguiendo las reflexiones de Clara Zetkin y Lenin, la verdadera liberación de las mujeres sólo puede alcanzarse plenamente en el proceso de superación del modo de producción capitalista. Que una mujer ocupe una posición en el ejecutivo, el legislativo o el poder judicial puede ser relevante para la construcción revolucionaria, pero resulta insuficiente si no se orienta a debilitar el patriarcado y el capitalismo desde el interior de sus estructuras
Caminos de vida
Así pues, es necesario resaltar la gestión de Gloria Inés Ramírez desde el Ministerio de Trabajo, que representa un hito en la agenda feminista y anticapitalista dentro del Estado colombiano. A través de reformas decisivas, logró posicionar en la política pública asuntos históricamente ignorados como el reconocimiento del trabajo doméstico, la valoración del trabajo de cuidado y el impulso de la economía solidaria. Estas acciones no sólo ampliaron derechos, sino que reorientaron la discusión hacia las necesidades concretas de las trabajadoras y sectores populares.
Del mismo modo, María Eugenia Londoño es referente nacional en la articulación de la acción sindical y la militancia comunista. Ha liderado el Sindicato de Educadores de su departamento y, desde FECODE, impulsó la ley de cuotas y el fortalecimiento de la política de igualdad de género en el sector educativo. Su trabajo conecta la defensa de la educación pública gratuita y de calidad con la construcción de redes internacionales de solidaridad femenina.
Mujeres en clave revolucionaria
El alcance de estas conquistas sólo puede comprenderse en una perspectiva marxista-leninista, donde la emancipación política de la mujer implica su irrupción en la esfera pública y el reconocimiento colectivo como agente de transformación estructural. Figuras como Gloria Inés Ramírez y María Eugenia Londoño trascienden la defensa de derechos feministas: con su liderazgo, encarnan el papel central de las mujeres en la emancipación de la clase trabajadora, inscribiendo sus acciones en una historia de confrontación al orden capitalista y patriarcal.
Este protagonismo cobra aún mayor fuerza ante el contexto de persecución, señalamiento y marginación política que ha padecido el movimiento comunista. Las mujeres comunistas, lejos de ser derrotadas por la represión, han sido capaces de sostener la organización revolucionaria, ya sea desde la clandestinidad, el sindicalismo o la lucha social.
La participación política de las mujeres comunistas en el escenario electoral colombiano implica un desafío doble: ser militantes y ser mujeres. Ambas condiciones cuestionan las instituciones tradicionales y representan un compromiso profundo con la transformación estructural de las relaciones de producción. Reconocerse como parte de la clase trabajadora y combatir la explotación capitalista supone, además, comprender que la opresión de género no es inherente ni natural, sino resultado de raíces materiales: la división sexual del trabajo, el control sobre la reproducción y la persistencia de estructuras patriarcales. Todas ellas, sin excepción, pueden y deben ser abolidas en la senda socialista.
Asumiendo dos retos
Este compromiso revolucionario tiene lugar en un país que ha criminalizado el comunismo y donde la militancia femenina ha enfrentado sistemáticamente la represión, la prisión, el exilio y el asesinato. Sin embargo, la historia demuestra una capacidad notable para la organización y la solidaridad: desde sindicatos y organizaciones populares hasta el propio Partido Comunista, las mujeres han tejido redes de apoyo y resistencia, sosteniendo la vitalidad y unidad del movimiento en momentos adversos. En América Latina, estas luchadoras han participado activamente en movimientos políticos, luchas armadas y movilizaciones sociales, ejerciendo roles de combate, articulación de bases, liderazgo y simbolismo emancipador mujer–clase obrera.
En todos estos escenarios, la presencia femenina ha sido crucial para el avance revolucionario. Tal como enfatizó Alexandra Kollontai, la abolición total del sistema capitalista sólo puede alcanzarse mediante la lucha común y unitaria de hombres y mujeres de la clase trabajadora. Así debe reflejarse en las urnas: no se trata simplemente de disputar cargos institucionales, sino de reivindicar las voces femeninas históricamente silenciadas por un sistema burgués, que hoy instrumentaliza la causa feminista bajo una perspectiva liberal y citadina.
¡Aquí están las comunistas!
Hoy, con la candidatura de María Eugenia Londoño y Gloria Inés Ramírez enfrentando la democracia y afirmando: “somos el partido”, se desafía el reduccionismo que pretende invisibilizar el proyecto comunista. Estas candidaturas representan la continuidad histórica de la lucha ideológica y política de la izquierda, encarnando la colectivización de la militancia y el compromiso de todos aquellos que reivindican la importancia del proyecto socialista. La convocatoria es clara: la militancia comunista no puede ser menor ante el desafío que ellas presentan; es deber colectivo fortalecer y visibilizar el significado político de sus propuestas.
La batalla electoral trasciende los límites de la contienda formal: es también una batalla simbólica y revolucionaria. Las mujeres que hoy ejercen el liderazgo en la izquierda lo hacen acompañadas por la memoria histórica de las obreras y campesinas de Colombia, y por la militancia activa que cree en el proyecto político que ellas encarnan.
Su presencia reivindica un legado, fortalece la acción colectiva y demuestra que la transformación no es obra de individualidades, sino de un entramado social e histórico que apuesta a la emancipación integral.