Una exposición fotográfica que reevalúa la manera en que la sociedad estigmatiza a las personas que presuntamente han cometido un crimen
Valentina Bolaño Senior
@Vale_BoSe
La organización Humanas presenta la exposición El castigo dentro del castigo, como una invitación a reflexionar sobre la estigmatización social a las mujeres privadas de la libertad.
Según cifras del Ministerio de Justicia, en Colombia hay más de 160.043 personas privadas de la libertad, el 63% están en la cárcel mientras el 34% está en detención domiciliaria.
“El aumento en la vinculación de las mujeres a actividades criminales y su privación de la libertad puede atribuirse a la feminización de la pobreza, es decir, al fenómeno en el cual las mujeres son más pobres que los hombres debido a los roles, estereotipos y distribución del trabajo basados en el género” se evidencia en la exposición fotográfica.
Por otra parte, desde 1998 se declaró el Estado de Cosas Institucional en las cárceles, lo cual es un reconocimiento de la vulneración de los derechos humanos que padecen las personas privadas de la libertad, “hace imposible un proceso de resocialización efectiva y genera mayores impactos en las mujeres privadas de la libertad, sus entornos familiares y comunitarios” se explica en la exposición. VOZ habló con los creadores de la exposición y proyecto.
El proceso
A todo esto, se le debe sumar la estigmatización que tiene la sociedad contra estas mujeres empobrecidas, racializadas, diversas en género, entre otras. El castigo dentro del castigo busca aportar a la eliminación del estigma, del velo que tienen las personas, y creación de oportunidades.
“Todo ha sido un proceso, porque no creemos en una dinámica extractiva de la información o de la situación morbosa de lo que pasa en las cárceles, sino que parte de un proceso, en el cual las mujeres quieren comunicar y nosotras hacemos ese puente de ayudar a organizar ideas, demandas, ofrecer información para que ellas puedan expresar su voz”, señaló Angélica Beltrán, coordinadora de la exposición.
Llevan dos años trabajando con mujeres privadas de la libertad que estaban en el Centro Penitenciario Anayanci de Quibdó, quienes después fueron trasladadas a la cárcel Pedregal de Medellín. “Han sido 17 mujeres con las que hemos trabajado, para el fortalecimiento de sus capacidades, de exigibilidad de derechos para ellas y sus familiares en Quibdó.”
Asimismo, consolidaron una red de cuidadoras y cuidadores de mujeres privadas de la libertad, “se ha invisibilizado este rol y lo que implica tener a alguien privado de la libertad, como recargas, llamadas, envíos de encomienda de alimentos y mucho más trabajo” explica Angélica.
Un sistema carcelario con sesgo de género
El actual sistema de justicia no tiene una mirada de género, “el sistema carcelario y penitenciario parte de premisas clasistas, racistas, con sesgos de género, donde quienes están en la cárcel son las personas empobrecidas, sin recursos de representación, o educativos para la comprensión y salida de esa situación a la que se está enfrentando”. Muchas de las mujeres privadas de la libertad son víctimas de violencia.
Las fotografías

Las fotografías tomaron un papel fundamental en el proceso creativo, justicia y memoria. Pablo Cuéllar es el fotógrafo, quien decidió que los cuerpos y las instalaciones de la cárcel contarían la realidad, desde los planos.
“Uno llega con una idea previa, con unas expectativas que no cuentan con las dificultades logísticas que implica entrar a una cárcel con equipos, o a estar frente a una autoridad que puede ser un poco arbitraria en esos permisos, en esas libertades que le brindan a uno para explorar los espacios de ellas” comenta Pablo.
La primera sesión fue en Pedregal, “inicialmente iba a trabajar con un pequeño grupo, pero después aparecieron más mujeres que estaban dispuestas a ser fotografiadas para sus familias, otras no querían estar en la exposición porque no querían ser expuestas al espacio público.
» Trabajamos sobre la relación con los cuerpos, de ellas y de la cárcel, como una imposición de la estructura, los colores que eran azul y gris.
Muchas de las fotos fueron entregadas a sus familias, “fue más conmovedor de lo que esperaba, se volvió casi una exposición privada, porque no se pudieron usar rostros, pero hay miradas, expresiones, se vuelven un objeto de valor altísimo para las familias” cerró Cuéllar.
El arte
Ahora bien, la exposición tiene un profundo mensaje, acompañado de arte y fotografías de las mujeres privadas de la libertad, “el proyecto artístico empezó antes de las fotografías, porque nos sentamos a pensar y ver varios referentes sobre cómo se puede saber de una persona sin mostrar el rostro.
»Entonces Pablo, el fotógrafo, tuvo la gran propuesta de mostrar los cuerpos y los espacios. La otra parte artística son las estructuras para la exposición, primero pensamos en que se pueda mover, segundo que se pueda mojar porque va a estar en el Chocó y allí llueve todo el tiempo” explica Irene Veubev, curadora del proyecto.
Eligieron la madera para que resistiera y los acrílicos para proteger las fotos, “queríamos que la obra se sintiera más cercana y no invasiva”
Así bien, una de las características más importantes de la exposición, son los velos que están encima de las fotografías, el cual es un llamado a reflexionar por las ideas estigmatizantes que hay en la sociedad, “es el velo que tenemos en nuestros ojos, donde antes de escuchar, ya asumimos; por eso la idea es que las personas puedan levantar el velo y hacer un ejercicio comparativo entre lo que uno cree y lo que es verdad”, concluye Irene.