Pruebas reunidas muestran que el supuesto esfuerzo global contra las drogas funcionó, en la práctica, como un instrumento para consolidar intereses estratégicos antes que para frenar el poder de los carteles
Alberto Acevedo
Definitivamente, la tan cacareada guerra contra las drogas, esgrimida como bandera principal de lucha de la administración Trump en estos momentos en América Latina, es una estrategia que hay que tomar con beneficio de inventario, pues está cimentada en una base de mentiras, que oculta el verdadero objetivo de esa política que es militarizar la región, y justificar planes de intervención armada, principalmente en suelo venezolano.
En un discurso ante una sesión plenaria del congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, el pasado 11 de septiembre, la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, contribuyó a poner los puntos sobre las íes en este espinoso asunto.
La líder venezolana dijo que, apoyada en cifras de las Naciones Unidas y de organismos especializados, podía asegurar que hoy en día, Ecuador “se ha convertido en el principal exportador de cocaína hacia Estados Unidos y Europa”, afirmación que desarticula el cuento de Trump de que Venezuela sería el gran productor y exportador, para lo cual se apoya en carteles del narcotráfico que en realidad son producto de la fantasía malévola de quienes hoy conducen la política exterior norteamericana.
Tamaña mentira
“¿Por dónde transita esa cocaína que se produce en Colombia, en Perú o en Bolivia?, se preguntó Delcy Rodríguez. Casi la totalidad se va a Ecuador. ¿Por qué Ecuador? Porque Ecuador se ha convertido en el principal exportador de cocaína para EE UU y para Europa, dicho por su ‘narcopresidente’ Daniel Noboa, que ha afirmado públicamente que el 70 por ciento de la cocaína sale de Ecuador, de los puertos de Ecuador en contenedores”, sostuvo la funcionaria.
Rodríguez dijo además que su país no constituye un punto neurálgico para el narcotráfico y calificó las acusaciones estadounidenses en ese aspecto como una “tamaña mentira” cuyo objetivo real sería “apoderarse de Venezuela” para, en contubernio con actores de la oposición extremista, hacer de su territorio terreno propicio para “actividades ilícitas del narcotráfico y del crimen organizado”.
Este punto de vista fue reforzado por el ministro del Interior, Justicia y Paz de Venezuela, Diosdado Cabello, quien aseguró que Estados Unidos suele disfrazar sus intenciones con mentiras, y las operaciones que ha emprendido en Venezuela dan cuenta de un modus operandi ampliamente consolidado desde 1999, cuando llegó al poder Hugo Chávez.
Váyanse al Pacífico
“El imperialismo es así: se disfraza siempre de mentiras”, afirmó el funcionario, luego de un recuento de algunas falsedades propaladas por Washington sobre Venezuela y destacar que esas acusaciones responden al desarrollo de “un plan, una campaña” para convencer a las personas de la veracidad de sus narrativas.
Cabello señaló que, si Estados Unidos está interesado en la lucha contra las drogas, debería dirigir sus esfuerzos hacia la región del Pacífico. “Si quieren luchar contra la droga váyanse al Pacífico. 87 por ciento de las drogas, más de 1.800 toneladas pasan por allí”, indicó.
Se refirió también a las acusaciones del Gobierno estadounidense contra las autoridades de Venezuela, a las que sindica sin pruebas de liderar organizaciones “terroristas” como el extinto Tren de Aragua, así como el señalamiento de que Caracas es “una amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de EE UU.
Según el ministro del Interior, como la Casa Blanca no pudo sostener “el cuento del Tren de Aragua”, sacó “el tema del Cartel de los Soles”, al que tachó de ser un relato salido de Netflix. “Ellos (EEUU) se inventaron una película a conveniencia de ellos. Les hemos demostrado, con informes que no son de nosotros, sino de la ONU, que no es amiga nuestra. Son 31 años seguidos en los que dicen que Venezuela está libre de cultivos, libre de laboratorios y el tránsito es casi inexistente, que son las tres condiciones para que haya un narcoestado y carteles”, precisó.
Entre bananos
Un reciente informe de la Comisión Europea, publicado hace un par de semanas, y reportes periodísticos, coinciden en asegurar que la mayor parte de la cocaína incautada en Europa venía en cargamentos de banano ecuatoriano. La Comisión asegura que el 57 por ciento de los contenedores que salieron del puerto de Guayaquil, principal puerto ecuatoriano, traen la droga en medio de la fruta. Más de la mitad de la cocaína incautada en Ecuador, que se dirigía a Europa y Estados Unidos se realizó en ese puerto, también transportada entre plátanos.
El académico y exdiplomático canadiense Peter Dale Scott, en su libro ‘Washington y la política de las drogas’, citado por el portal venezolano de investigación social Misión Verdad, sostiene que la llamada “guerra contra las drogas” de Estados Unidos, debe entenderse más allá del discurso oficial.
Sostiene que, mientras se hablaba de reducir la oferta en los países productores y la demanda en las ciudades estadounidenses, se fueron tejiendo alianzas con redes del narcotráfico, ejércitos y agencias de inteligencia para operaciones anticomunistas y contrainsurgentes en distintas regiones del mundo.
El núcleo de la investigación de Scott -asegura Misión Verdad– se centra en mostrar cómo la política exterior de Estados Unidos, bajo la bandera de la seguridad nacional y la guerra contra las drogas, terminó fortaleciendo al propio narcotráfico. Para el autor, el verdadero quiebre en el mapa mundial de las drogas provino más bien de ‘la simbiosis gobierno-droga’ que de los carteles por sí solos, donde servicios de inteligencia y fuerzas armadas usaron a traficantes y redes criminales como aliados en sus campañas anticomunistas.
La revisión de los casos presentados por Scott permite concluir que la política antidrogas de Estados Unidos ha estado atravesada por profundas contradicciones. Pruebas reunidas muestran que el supuesto esfuerzo global contra las drogas funcionó, en la práctica, como un instrumento para consolidar intereses estratégicos antes que para frenar el poder de los carteles.
“La mal llamada ‘guerra contra las drogas’ debe ser reemplazada por una campaña médica y científica orientada a sanar la enfermedad de las drogas”, dice Scott, señalando la distancia entre el discurso oficial y los resultados obtenidos.