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¿De quién es la papa?

El sector agrícola de la papa es clave en la economía colombiana, genera empleo e ingresos y contribuye significativamente al abastecimiento de alimentos en el país

Redacción Agraria

En el ámbito mundial, la papa ocupa el tercer lugar de importancia como producto alimenticio, según la demanda de consumo de la población internacional, después del trigo y el arroz, los cuales son los dos cultivos de mayor producción.

En Colombia, la papa ocupa el segundo lugar como producto alimenticio, detrás del arroz. Se siembra en nueve departamentos y al menos 300 municipios en todo el país, convirtiéndose en un cultivo de suma importancia para la economía rural colombiana.

En Colombia

Al menos 75 mil personas participan directamente en la producción de papa en Colombia. Los “paperos” tienen diferentes condiciones económicas. Así, el 95% son pequeños productores que cosechan el 45% de la papa, mientras que el 5%, los medianos y grandes productores, abastecen el 55% de la producción.

Aún más revelador: tan solo 150 productores con haciendas de más de mil hectáreas ─menos del medio por ciento de los productores─ cosechan el 16% de la producción. Sus fincas tienen más de mil jornaleros o trabajadores asalariados a su servicio.

Estas grandes fincas están en los mejores suelos, planos, donde la tierra significa el 23% del costo de producción, mientras los campesinos pobres producen en las laderas, el 23% de las fincas tienen pendientes superiores a 50% e incluso el 8% de los productores, más de tres mil, campesinado extremadamente pobre, produce en pendientes ¡superiores al 75%!

Paperos pobres

Los campesinos pobres dependen de que un intermediario recoja la cosecha en la finca o en el lugar donde haya una trocha para llevar la papa cosechada. Los diferentes intermediarios entre el productor y el consumidor reciben entre el 51% y el 59% del precio pagado por la papa por el consumidor en las ciudades.

Los precios de la papa al productor, además de las variaciones estacionales por la cosecha, tienen ciclos que los economistas han denominado ciclos de telaraña. Cuando el precio sube, las siembras aumentan hasta que la baja del precio causa la baja de la siembra y de la producción.

Estos ciclos pueden ser alterados por cambios climáticos, razones sanitarias, expectativas políticas, importaciones o exportaciones. Pero es fundamental la planificación e intervención estatal para moderarlos, tanto para proteger al productor como al consumidor, especialmente los de bajos ingresos.

Neoliberalismo, el enemigo

El neoliberalismo desbarató tanto la institucionalidad agropecuaria como los equipos, normas y técnicas que permiten una intervención estatal eficaz. Por otra parte, desconoció la existencia de campesinado como sujeto de derechos y debilitó al máximo sus organizaciones que además fueron diezmadas por la represión y el conflicto armado. Peor es la situación de los jornaleros y trabajadores asalariados de las 150 grandes empresas paperas.

La actual situación crítica de los precios de la papa no puede terminar con supuestas soluciones que solamente llevan a repetir el fenómeno, sin que se tenga en cuenta al campesinado y a sus organizaciones propias, a programas que les lleguen inmediatamente a ellos y sin que se tenga en cuenta a los jornaleros.

Los más pobres necesitan que se recojan sus cosechas para compras públicas, financiación total de sus deudas, tierra adecuada. Todos los campesinos necesitan industrializar, ellos mismos, su producción en cooperativas u otras formas asociativas, con las líneas de crédito subsidiado que ya existen pero no son aplicadas.

Medidas concertadas

Hoy existe preocupación en los productores de papas. Es necesaria una reestructuración del sistema de producción y comercialización.

La ministra de Agricultura, Martha Viviana Carvajalino, encabezó la Segunda Asamblea Departamental del Sector Papero en el municipio de Soracá (Boyacá), donde anunció una serie de medidas para mitigar la crisis que atraviesan los productores de papa en el país, por los precios desplomados, altos costos de producción y una débil infraestructura de comercialización que amenaza la sostenibilidad de miles de familias campesinas en departamentos como Boyacá, Cundinamarca y Nariño.

“Nadie produce para perder. Hoy los campesinos no están recibiendo ni lo que han invertido, y eso no es justo”, afirmó la ministra Carvajalino, reiterando el compromiso del Gobierno nacional para liderar una respuesta estructural frente a esta emergencia agropecuaria.

Necesitan que se registre la variedad “Superior”, la más sembrada, prevención frente a la plaga de “punta morada” que viene de Ecuador.

Finalmente, Corabastos y otras centrales de abasto deben dejar de tratar mal, con discriminación, precios y prácticas injustas, a los campesinos, pequeños y medianos productores.

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