En Pasca, en el marco de los diálogos sociales e intersectoriales preparatorios de la COP16, Gobierno y campesinos sellaron un acuerdo para delimitar y defender este importante ecosistema en el Sumapaz
Agencia Prensa Rural
Tras los cerros tutelares de Bogotá, el páramo de Cruz Verde emerge como una parte esencial del sistema de Sumapaz. Gran parte de su territorio se integra en zonas con figuras legales de protección como el Parque Nacional Natural Sumapaz, el parque páramo de Las Oseras, la reserva forestal del bosque oriental de Bogotá, entre otros.
En el siglo XIX, el célebre naturalista Alexander von Humboldt visitó y describió el páramo de Cruz Verde, aunque, este lugar sigue inadvertido para gran parte de la ciudad. Allí nacen varias fuentes de agua, entre ellas el río Fucha, que actúa como eje articulador de la metrópoli y la sabana.
Sin embargo, este no es el paraíso idílico, inhóspito e inhabitado que debería ser un santuario y reserva natural. La realidad sociohistórica llevó a que las comunidades campesinas del centro del país, durante años afectadas por la guerra, el desarraigo y el despojo, cruzaran la frontera agrícola. Llegaron a estos territorios gélidos, de vientos eternos y brumas espesas, para refugiarse y construir sus proyectos de vida entre helechos y frailejones, “civilizando” los suelos áridos con sus cultivos y animales, con la consigna de resistir y sobrevivir.
Un país escondido
Muchos de los territorios baldíos de la nación tienen esta situación. En realidad, eran otro país lleno de vida, de dimensiones culturales y experiencias de organización comunitaria y agraria que durante años permanecieron en el anonimato de la política pública, pero en el foco de la estigmatización y persecución del Estado y la gran propiedad que seguían arrinconándolos, llevándolos a lo más lejos e inexpugnable.
Pero estas comunidades sobrevivieron, con sus dinámicas y economías familiares. Aprendieron a convivir y hacer las paces con el territorio estepario y extremo. Se quedaron por generaciones y engendraron formas de interacción que permitió cuidar el páramo de la gran minería que escarbaba sus entrañas buscando minerales, volviendo el bosque una cantera, destruyendo el agua y la vida.
En el año 2017, una resolución pretendió imponerse para buscar delimitar el páramo Cruz Verde Sumapaz, basándose en estudios elaborados por asesores y técnicos de las corporaciones con jurisdicción del mismo. Sin embargo, como era la forma de gobernar del viejo país, este proceso se llevó sin la participación de las comunidades que lo habitaban.
Esto generó una movilización social que logró, mediante la lucha y un fallo de tutela, amparar los derechos de los habitantes y garantizar la participación ambiental amparada en sentencias de la Corte Constitucional. Esto dejó sin efecto la norma que pretendía por esta vía desconocer la dimensión social del territorio y, además, expulsar al campesinado, que exigía su decisión vía consulta vinculante, ampliamente participativa.
Asimismo, las comunidades que habitan el territorio, como parte integral del ecosistema, exigían su protagonismo para establecer democráticamente y con objetividad el área del páramo y las acciones para su gobernanza y gestión.
Parques y páramos con campesinos
El gobierno de Gustavo Petro se desmarcó de la política de parques sin campesinos; entendió un fenómeno social, cultural e histórico que ha construido las dimensiones mismas de la territorialidad en el caso de Cruz Verde; abrió un espacio de diálogo social con los liderazgos del páramo para construir procesos de concertación ambiental y social del territorio alrededor del agua.
El Gobierno concretó un acuerdo que además coincide con la modificación del decreto de la ley segunda de 1959 de reserva forestal, impulsada por el Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Agricultura en la perspectiva de superar estos conflictos socioambientales y reconocer el papel y presencia del campesinado en estas áreas de protección.
El pasado 5 de octubre, en el municipio de Pasca, población testigo de las luchas de las ligas y colonias agrarias de principios del siglo XX, las ministras de Ambiente Susana Muhamad y de Agricultura Martha Carvajalino firmaron un acuerdo social con el campesinado y su organización la Coordinadora Regional Campesina, y comunidades del páramo,
Más de 1000 habitantes de 24 municipios y siete localidades de Bogotá ─que son parte del ecosistema─ participaron activamente para proteger la biodiversidad y el agua, garantizar los derechos del campesinado paramuno, apoyar las iniciativas de figuras territoriales como las Zonas de Reserva Campesina, implementar el sistema de reforma agraria y construir la mesa de tierras, potenciar estrategias de comercialización de productos y fortalecimiento de la soberanía alimentaria y continuar con el proceso de delimitación participativa del complejo de páramo Cruz Verde Sumapaz.
Guardianes del páramo
Doña Lucrecia Poveda, campesina paramuna que muestra su alegría por el acuerdo, expresó con altivez: “Hemos vivido toda la vida aquí, nuestros abuelos llegaron y gracias a ellos y sus enseñanzas queda esta maravilla natural que es la reserva de aire y agua para Bogotá. Nosotros desarrollamos una agricultura a baja escala que cuida el suelo, que protege la diversidad, a los animalitos propios de aquí y el bosque, somos guardianes verdaderos del páramo, campesinas y campesinos con arraigo”.
Reconocer al campesinado de montaña andina y paramuno, como el que habita la periferia y las zonas baldías ubicadas en reservas forestales constituidas sin establecer su realidad, composición y vocación de suelos, es una acción que deslinda con el modelo del pasado.
Este modelo, además de obligarlos a colonizar estas regiones, los perseguía con alevosía y construyó una narrativa perversa que los mostraba como depredadores, deforestadores y destructores del ecosistema. No obstante, fueron otros quienes depredaron las vidas y sueños de miles de hombres y mujeres. Estos últimos no perdieron jamás la esperanza y, como doña Lucrecia, desde ese páramo que está tan cerca pero tan lejos, cuidaban los recursos y daban alimento a la gran ciudad. Luchaban, resistían y avizoraban la esperanza que hoy se abre paso.