La movilización será recordada como hito para los caleños, los habitantes del Valle del Cauca y del suroccidente
Carlos Alberto Sánchez Collazos
En Cali, días antes del atentado contra el precandidato de la derecha, Miguel Uribe Turbay, se generó un ambiente político muy tenso y muchas opiniones encontradas: la derecha y la matriz mediática acusaron al gobierno del cambio de no garantizar las condiciones para el ejercicio preelectoral por parte de la oposición. La izquierda, por su parte, manifestó que, probablemente, este atentado hacía parte de una estrategia para desestabilizar al Gobierno.
Objetivo, evitar la visita del presidente
Seguidamente, los atentados contra objetivos policiales, militares y civiles en el Cauca, en algunos municipios del Valle y, específicamente, en Cali, produjeron en la población mucho temor.
De nuevo la sospecha hacía pensar que los objetivos de estos atentados eran impedir la visita del presidente Gustavo Petro a la capital de la resistencia y generar zozobra entre la población para que no saliera a respaldar la firma del Decreto de convocatoria a la consulta popular. La derecha vallecaucana, por su parte, comenzó a agitar su consigna de “Fuera Petro de Cali”, esgrimiendo que decretar la consulta popular era un llamado a generar odio y violencia.
Estaban echadas las cartas, ese día se sabría si se imponía el temor o si se desataba la alegría por la presencia del mandatario. En el imaginario de la gente se pensaba que se podrían multiplicar los atentados y, un día antes, el alcalde Eder decretó la ley seca. Después de las nueve de la noche, los sitios de diversión, supermercados, tiendas y restaurantes cerraron sus puertas y la tensión era evidente. Todo parecía estar listo para que el miedo se impusiera.
Crece, crece la emoción
Llegó el día. El centro de la ciudad estaba cerrado completamente para el tráfico de vehículos y peatones, mientras el Ejército tomaba posiciones. Desde la una de la tarde comenzaron a llegar hombres y mujeres desde todos los puntos de la ciudad de Cali, incluidas las 22 comunas y los corregimientos, desde diversos municipios del Valle del Cauca y el Cauca.
La plazoleta empezó a llenarse de colorido: indígenas, afrodescendientes, mujeres, jóvenes, ancianos, LGTBIQ+, defensores de derechos humanos, aprendices del Sena, campesinos, sindicalistas, maestros, intelectuales, pensionados, militantes comunistas y de la Unión Patriótica, al lado de gentes de todas las vertientes del Pacto Histórico, Unitarios, entre otros.
En esos rostros no había miedo, ni angustia y sí mucha emoción. Sienten el gobierno del cambio como su proyecto popular, profundamente democrático, que les pertenece y al que no están dispuestos a renunciar.
Todos y todas comentan los últimos acontecimientos, mientras hacen largas filas para ingresar, siendo requisados por la Policía, la Guardia Indígena y la Guardia Cimarrona. Desde algunos edificios, los curiosos se asoman y toman fotos, mientras la gente grita vítores al presidente, con la consabida consigna: “Petro, amigo, el pueblo está contigo”. Cada sector exhibe orgulloso sus banderas y sus camisetas, gorras y pañoletas. La tensión ya no está en este pueblo admirable, dueño de su destino, sino allá en los conciliábulos de la derecha y de los “moderados”. Este era el momento de la alegría.
Dentro de la plazoleta, en un costado del edificio de la Gobernación y al frente de la arquitectura mudéjar de la Iglesia de San Francisco, sonaban los aires de la música urbana, de Gloria Perea, el folclor y la música bailable y se sucedían los discursos, destacándose el de un fogoso joven comunista, Fernando Barreto, candidato al Consejo Municipal de Juventudes, quien con un discurso vehemente y pletórico de contenido estimuló las emociones de la gente agolpada en el sitio. “Somos la generación de la paz, herederos del movimiento social y popular”, afirmó.
También habló el representante a la Cámara por la Unión Patriótica, el veterano Gildardo Silva, con un discurso sobrio y eficaz, llamó a entender el momento en el que vivimos, ese de profunda lucha entre quienes estamos por las transformaciones y quienes se aferran a sus viejos privilegios.
Y así continuó la jornada, ante la expectativa por la llegada del mandatario y en medio de la fatiga por la larga espera, hasta que por fin, avanzada ya la noche, circuló, en medio de una larga calle de honor, la caravana de vehículos en donde venía el hombre que en estos momentos ha sabido interpretar los anhelos de vastísimos sectores sociales.
No pasarán
¡Y fue la locura! Cantos, consignas como el clásico “No pasarán”, ovaciones sinceras. Y hablaron los representantes de sectores sociales. Todos afirmando que Petro no está solo, que hay un pueblo dispuesto a defender lo conquistado.
Y luego Petro con su verbo coherente, directo, conectado con el pueblo, vuelto hacia la historia (recordando a Gaitán y la Republica Liberal de la Revolución en Marcha); literario (aludiendo a la metáfora de Cien Años de Soledad); solidario con la Unión Patriótica al recordar el martirologio de este movimiento político; repleto de firmeza, precisando que “bajar el tono” no significa renunciar a los principios.
Pedagógico hasta la saciedad en la explicación de las diferencias entre el Estado de derecho y el Estado social de derecho y, por supuesto, firme al decir que consulta popular no es violencia sino lo contrario: lo que atrae la violencia es la negación de los derechos para la mayoría de la población.
Y ahí, al lado, Martha Carvajalino, la inteligentísima ministra de Agricultura, y otros funcionarios y dirigentes. La noche cubrió totalmente la plazoleta y las palomas se escondieron. En los rostros había fulgor de esperanza, decisión y convencimiento. Y todos salimos con el corazón henchido, diciendo para nuestros adentros que ha valido la pena ser revolucionarios. Cali se consagra como la capital de la resistencia.