martes, agosto 26, 2025
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Caballería ligera: La infiltración necesaria

José Ramón Llanos

Las dinastías que por casi dos cientos años ejercen hegemónicamente el poder, no sólo han feriado a pedazos el territorio nacional, sino que además han condenado a la miseria y han cerrado toda posibilidad de crecimiento social, político, intelectual y académico a las grandes mayorías nacionales, al llamado por ellos, pueblo raso. Los Holguín, por ejemplo han entregado aparte de territorios, donaron también a finales del siglo XIX, como si fuera propiedad de su familia, el recién descubierto tesoro Quimbaya a la monarquía española.

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Los Santos, en todos los niveles profesionales y en sus distintos roles y oficios, desde el bufón Pacho, hasta el presidente actual, son responsables de la implementación de las lesivas políticas y las estrategias neoliberales que han condenado a campesinos, pequeños mineros asalariados rurales y a los trabajadores en general a los padecimientos de toda índole que hoy soportan.

El expresidente Álvaro Uribe y su largo séquito burocrático y parlamentario de sus vergonzantes ocho años de gobierno, incluye no sólo a los responsables de su política económica, mediante la cual acobardados aceptaron las imposiciones del gobierno norteamericano y sus multinacionales en el contenido del TLC, claramente inequitativos con las riquezas y los intereses nacionales. También incluye a los miembros de su gabinete, sus parientes y senadores que reposan en las cárceles colombianas. O se esconden en el país o escapan del castigo asilados en naciones hermanas.

Esas familias mencionadas representan a toda la clase dirigente, verdadera responsable de los muertos, heridos y pérdidas materiales que deja hasta ahora el gran movimiento social popular que reclama solución a los problemas y carencias generados por el TLC firmado con los Estados Unidos y por las acciones palaciegas que únicamente defienden a la oligarquía y los latifundistas.

Infortunadamente el gran movimiento social de los campesinos, maestros y estudiantes, presenta una gran falencia, tiene unos objetivos justos, valederos, hasta la alta jerarquía de la Iglesia Católica los reconoce. Sin embargo, esos objetivos no son suficientes ni óptimos. Las movilizaciones carecen de una infiltración necesaria-no la que siempre cacarea con monotonía la burguesía-, la infiltración que el movimiento requiere es la de los sectores progresistas y revolucionarios unidos, para que planteen, aparte de las reivindicaciones inmediatas, la estrategia para organizar al pueblo, elevar su conciencia y orientarlo para que luche por la solución óptima: la toma del poder, para sustituir la clase responsable de la explotación y la antidemocracia. Marchemos, es la hora de la infiltración necesaria.

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