Por fin el Presidente cayó en la cuenta que los diálogos de paz de La Habana, no podían avanzar en medio de las declaraciones contradicctorias y amenazas del mismo mandatario y la vocinglería torpe del exministro Pinzón.
José Ramón Llanos
En buena hora el presidente Juan Manuel Santos llama a la opinión pública, a los medios de comunicación y a todos los miembros del gobierno y responsables de las instituciones a desescalar el lenguaje. Por fin el Presidente cayó en la cuenta que los diálogos de paz de La Habana, no podían avanzar en medio de las declaraciones contradicctorias y amenazas del mismo mandatario y la vocinglería torpe del exministro Pinzón.
Aparte del desescalamiento se requiere, además, desmanipular. Es necesario que los medios expresen respeto con la opinión pública y decidan informar sin manipular. Sabemos que los periodistas, no propietarios de los medios de información no son autónomos, el enfoque que le den a la información está condicionada por los intereses y valores de los propietarios de los periódicos y emisoras. Estos han impuestos algunas palabras y conceptos que no corresponden con los hechos que informan. Veamos algunos ejemplos.
Todos sabemos que los soldados o combatientes que mueren en combate, se denominan bajas, independientemente que sean soldados o guerrilleros. Pero en Colombia los medios llaman asesinados a las bajas causadas por los guerrilleros al ejército. De igual manera, cuando en un combate la facción victoriosa captura algunos enemigos, se convierten en prisioneros de guerra. Nuestros periódicos y emisoras, si son soldados los que resultan prisioneros de la guerrilla los denominan secuestrados. No es posible crear una opinión pública favorable al proceso de paz, con esa ambivalencia informativa que termina deformando los hechos para manipular a los lectores y a la audiencia.
Los comunicadores le hacen el juego a las FF.AA. cuando presentan como actos heroicos, dignos de condecoración y de consagración histórica, el hecho de que unos pilotos desde altura de cientos de kilómetros disparan cientos de kilos de bombas para matar a un guerrillero dormido. O, como en el caso del comandante Alfonso Cano, desarmado, casi ciego lo asesinan disparándole por la espalda.
En cambio critican a la guerrilla cuando lesiona accidentalmente a la población civil al disparar los tatucos, armas artesanales, contra los puestos de la policía y el ejército. Por supuesto ocultan la responsabilidad de las Fuerzas Armadas por ubicar puestos militares al interior de veredas y poblaciones, exponiéndolas a gravísimos riesgos. Para evitar los grandes sacrificios de vidas humanas- especialmente de campesinos e hijos de proletarios- y destrucción de riqueza material, es necesario lograr la paz y para ello es condición sine qua non que todos los forjadores de opinión nos comprometamos a erradicar la manipulación como estrategia para ocultar las verdaderas causas de la guerra y a quienes desean prolongarla para evitar las reformas que exigen las grandes mayorías de la población y una auténtica democracia.