Los que orientan una “ciudad negocio” quieren desplazar y expulsar a quienes la construyeron como “ciudad hogar”
Juliana Gómez
En Bogotá, ya son varias las localidades que evidencian cómo, bajo la lógica del capitalismo, la ciudad ha dejado de ser el escenario de producción y circulación de capital, para convertirse en una mercancía en sí misma. Un objeto de negocio que, bajo el liderazgo de alcaldías, como la actual, que impulsa políticas orientadas a imponer un modelo de ciudad pensado para las constructoras y la acumulación.
Barrios Unidos, localidad número 12 de Bogotá, fue fundada en los años 40 al calor de familias que, en busca de un hogar, construyeron barrio y comunidad. Hoy esas mismas familias, pertenecientes en su mayoría a sectores populares, están siendo desplazadas forzosamente hacia las periferias víctimas de uno de los síntomas más graves de la enfermedad terminal del capitalismo: un modelo que amenaza con acabar la ciudad como espacio para el desarrollo del proyecto de vida y expulsar a quienes la habitan. Un monstruo disfrazado de progreso: la gentrificación.
Fórmula simple y agresiva

Barrios Unidos por el Pacto Histórico
Este espacio comunitario, construido durante décadas, se desvanece rápidamente. Según él, muchas familias han ido forzadas a vender sus viviendas ante el aumento desproporcionado del costo de vida y las intimidaciones y amenazas por parte de quienes quieren comprarles sus predios.
“Más del 60% de los habitantes de Barrios Unidos son adultos mayores” explica el edil. Pasó de casas a torres de apartamentos de 30 metros cuadrados. La fórmula es simple y agresiva: se compra barato, se construye en masa y se vende caro.
“Una familia vende su predio en 400 0 450 millones, y en su lugar se levantan edificios donde un solo apartamento de 30 metros se vende por 220 millones, explica Ramírez.
Gentrificación y desposesión
La gentrificación es más que una cuestión de estética o de renovación urbana, es parte de una lógica capitalista de despojo y exclusión. Práctica que en Bogotá se materializa a través de planeación urbana, que favorece mercados inmobiliarios sobre las comunidades y su tejido, de ahí el desarraigo que concluye en la pérdida del derecho a la ciudad. Vivimos la imposición de un modelo de Ciudad que prioriza inversores antes que vecinas y vecinos.
Transformación del espacio, desplazamiento de poblaciones populares y reconfiguración social orientada hacia la rentabilidad, no hacia el bienestar colectivo. Son algunos de los fenómenos que convierten a la gentrificación, en una de las formas sobre las cuales se produce la llamada acumulación por desposesión. En el caso de Barrios Unidos, como se ha denunciado en otras localidades de Bogotá, se han ejecutado prácticas informales de persuasión ante anuncios de posibles expropiaciones.
Esta localidad se ha vuelto territorio de cazadores de oportunidades inmobiliarias, el edil lo señala con claridad: “Amenazan con expropiación, les meten miedo a los vecinos, les dicen que vendan antes de que llegue el metro o el comercio renovado. Aquí hay una operación de expulsión camuflada de renovación urbana”.
En medio de este proceso, quienes venden sus predios firman también su salida de la localidad, según el edil, la gran mayoría se desplaza hacia otros sitios de la ciudad o incluso fuera de ella, pues el aumento del costo de vida ya no les permite queda
Incongruencia entre estrato y realidad
A ese brusco proceso de desalojo se suma una contradicción, la transformación urbana ha elevado artificialmente el estrato de muchos barrios, lo que ha sacado del radar a sus habitantes de los programas sociales.
Aunque oficialmente figuran como estrato 3, 4 o 5, muchas familias viven en condiciones de “pobreza oculta”, como lo denomina el edil. Sin embargo, al no estar clasificadas como estratos bajos, ni ellos ni sus hijos pueden acceder a becas, subsidios o apoyos del estado.
“La pobreza está, pero está escondida bajo un estrato que no representa la realidad, y la realidad es que hay pobreza real en estos estratos «medios» que no está siendo reconocida”, explica Norbey.
Esto es insostenible, las poblaciones populares son sustituidas por habitantes de altos ingresos o nuevos inquilinos aspiracionales. De allí que, en el 2022, según el DANE, dos barrios de los que componen la localidad hacen parte de los 10 a nivel distrital, en los que se ha incrementado en más de un 120% los bienes inmuebles con destinación al arriendo por tiempos cortos, a través de aplicaciones como Airbnb y Booking.
¿Hacia dónde va la localidad?
Y como si lo anterior no fuese suficientemente grave, se suma otro problema estructural. La infraestructura de la localidad, envejecida y desbordada, colapsa ante la nueva densidad poblacional. redes de acueducto obsoletas, tuberías que se rompen constantemente y zonas sin posibilidad de intervención por las obras inconclusas, en su mayoría atrasadas, como el metro o el TransMilenio, hacen parte del panorama.
“Esta es una localidad muy antigua. Las tuberías revientan constantemente porque no se puede aumentar la presión sin causar rupturas. Estamos construyendo hacia el colapso sin revisar lo que ya está roto”, advierte el edil del Pacto Histórico.
El futuro no es alentador si no se toman medidas. “Van a dejar la localidad solo para quienes puedan pagar apartamentos caros, donde apenas cabe una cama, y los demás, los que construyeron la vida aquí, los que tejieron barrio, van a terminar desplazados, invisibilizados y empobrecido.
Barrios Unidos es una localidad hermosa, llena de historia, pero hoy quieren expulsar a quienes la construyeron”, concluye.