Nelson Lombana Silva
De acuerdo a lo visto el 1 de Mayo en la ciudad de Ibagué (Tolima), se intuye fácilmente que la transnacional AngloGold Ashanti engulle el grueso del periodismo tolimense de un solo estirón, como dijo el escritor colombiano Rafael Pombo en su célebre poema “El Rin Rin Renacuajo”. Solo un puñado se resiste a correr la misma suerte de Jonás al ser tragado por la ballena.
Una buseta full fue acondicionada para esos “comunicadores de estómago” el pasado 1 de Mayo para ser transportados al municipio de Cajamarca con todo incluido, con el único propósito de hablar maravillas de los mezquinos intereses que persigue esta desalmada transnacional.
Todo parece indicar que el grueso de periodistas hace parte de un “club de amigos” que nada tiene que ver con el sindicalismo clasista, que fácilmente se ha dejado deslumbrar por las migajas que ofrece dicha transnacional africana que tiene el grueso de sus acciones en los Estados Unidos.
Por supuesto que muchos comunicadores no actúan así por criterio propio, lo hacen por orden expresa de los gerentes y propietarios de dichos medios de comunicación y naturalmente por no perder el miserable salario.
Esto por supuesto no es nuevo, ni tampoco de los periodistas tolimenses distantes del conocimiento teórico y ético. Se presenta desde el momento mismo del surgimiento y desarrollo del capitalismo, el sistema de los antivalores.
Kingsley Martin, investigador inglés en el terreno del periodismo, decía en su libro publicado en 1947: “Entre los periodistas hay muy pocas personas que defienden su propio punto de vista y no el del editor, ya que se arriesgan a perder su puesto y a no conseguir trabajo en otro periódico. El periodista se ha convertido en un simple mercenario”[1. Palgunov, N. La prensa y la opinión pública. Editorial Cartago. Buenos Aires, 1966. Página 47.]
¿Qué le impide al periodismo ser libre, autónomo e independiente? La dependencia económica. Para nadie es un secreto que quien coloca el dinero coloca las condiciones. ¿Con qué autoridad ética estos periodistas van a criticar la infamia que trae entre manos la transnacional AngloGold Ashanti, si sus empresas en las cuales laboran reciben sucio dinero y ellos mismos son comprados con estos agasajos?
La pauta publicitaria inmoviliza, obnubila y destruye la investigación periodística. Ha acabado con el reportaje y lo ha reemplazado por el publirreportaje. Lo mismo ha ocurrido con el reportero, ahora es el publirreportero. Se habla bien de quien paga la pauta y mal de aquel que la niegue, no importa sacrificar la objetividad periodística. Se calumnia y se encubre con qué facilidad y cinismo.
Señala N. Palgunov en el libro aquí citado: “En cualquier periódico norteamericano importante, la mitad del espacio lo ocupan los avisos que aportan el 70% de las ganancias” [2. Ibíd. Página 47.].
¿Se atreverán estos periodistas, después de haber viajado por varios países y pueblos del Tolima con todo pago por la Anglo Gold Ashanti, denunciar que ésta va a convertir al departamento en un desierto con huecos por todas partes y que se van a robar el 95% del oro que extraiga?
Un mismo ingeniero de dicha transnacional decía cínicamente: “Si de pronto nos equivocamos, pues sobre el desierto construiremos un parque dedicado a la vida. Allí podrán jugar los niños”.
Un análisis completo sobre la forma como un grueso y numeroso grupo de periodistas se vienen colocando abiertamente a favor de esta transnacional con el aval de sus respectivas empresas donde laboran, nos debe necesariamente llevar a varios escenarios distintos pero finalmente concatenados dialécticamente: político, económico, histórico, social, cultural e ideológico.
Mientras no hagamos un análisis científico, es decir, crítico y analítico del sistema en el cual nos desenvolvemos, resulta muy complejo entender el tejemaneje y corremos el riesgo de terminar enfrentados entre nosotros, mientras los dueños del poder se fortalecen y se hacen cada vez más ricos.
Hay que abrir el debate argumentado. Romper el hielo del personalismo y la tonta idea de que somos superiores a los demás. A pesar de que hay periodistas en el Tolima que pueden alimentarse en el Ambalá, son muchos los que tenemos que ir a la calle 21 a medio calmar el hambre.
Esos que van al Ambalá no es que sean burgueses como ingenuamente se lo creen ellos, son porque han vendido la profesión a cualquier precio. Son idiotas útiles del sistema y de la transnacional AngloGold Ashanti.
Todo esto sucede al interior del periodismo. Mientras tanto, la opinión pública ingenuamente sigue pensando que la información que recibe a diario es objetiva, real e imparcial. Desconoce totalmente que por allí circula única y exclusivamente la versión de una clase social. O sea, la clase dominante. No es gratuito que el doctor Luis Carlos Delgado Peñón le haya entregado toda la publicidad en diciembre pasado a esos medios, menos al semanario VOZ, la verdad del pueblo. No es una coincidencia, es producto de la lucha de clases.