Rubén Darío Arroyo Osorio
Está probado que cuando el Estado quiere ocultar o minimizar una realidad que daña a los ciudadanos, por su incapacidad para resolverla, por muy cruda que sea la situación, recurre a toda clase de subterfugios que difunde a través de sus voceros y todos los medios que posee. Por ello en estos días se han inventado palabrejas como “migrantes internos”, para ocultar a los millones de desplazados por la violencia; “microtráfico”, para minimizar la comercialización de estupefacientes a gran escala que sigue incontrolada; “microextorsión”, para invisibilizar la existencia y el poder que mantienen los grupos del paramilitarismo reencauchado con otras denominaciones.
Develemos con M. Heidegger que “la palabra es o puede ser al mismo tiempo, el más inocente y el más peligroso de los bienes, pues la palabra como conocimiento puede generar situaciones, acciones o pensamientos positivos o negativos, por ejemplo de bondad, maldad, pluralidad, intolerancia, solidaridad o permisividad velada o abierta que socava el sentido de la verdadera comunicación, entre los hablantes que comparten un mundo y una historia que llama a ser ampliada y reconstruida día a día…”. Este es el caso de la mal llamada “microextorsión”.
Si se insiste hasta la saturación con esa palabreja los hablantes que somos fácilmente podemos empezar a repetir y a creer que de verdad la extorsión como delito contra los ciudadanos ricos o pobres está dada en pequeña escala. Por tanto faltan solo medidas policiales y unas visitas del Presidente de la República a algunas capitales con anuncios de aumento del pie de fuerza y el traslado de algunos prisioneros de unas cárceles a otras y ya. Pero José Martí siempre nos recuerda que “la palabra no es para ocultar la verdad, sino para decirla…”.
Pues bien. La situación es tan grave que ya son muchos los ciudadanos asesinados por estas bandas: “Urabeños, Rastrojos, Giraldos” o como se hagan llamar por no pagar “las vacunas”: conductores de buses, tenderos, comerciantes, ganaderos, vendedores ambulantes, etc. En Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, Medellín, Cali y otras capitales y ciudades intermedias y pequeñas donde sus habitantes están asfixiados y al borde de una verdadera rebelión contra las bandas extorsionistas y asesinas y contra el Estado mismo.
No han bastado ni los discursos del Presidente, ni los lamentos de gobernadores y alcaldes, nada de eso. Ahora la población se está organizando y está denunciando más casos de extorsiones, realizando marchas contundentes contra esta lepra inhumada y contra las mentiras e incompetencia de Estado. Es decir la intercomunicación efectiva de los hablantes del pueblo está ejerciendo su derecho de hablar con la verdad y rechazan las falacias de los gobernantes que ocultan este detrimento a la vida, la honra y bienes. Adelante.