La derecha colombiana insiste en desconocer a quien piense diferente, ante la posibilidad de perder en 202
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
La entrevista que concedió María Fernanda Cabal al periodista de La Silla Vacía Daniel Pacheco ha provocado, como era de esperarse, toda suerte de reacciones. La mayoría de comentaristas se han centrado en responder a la grosera distorsión histórica que la senadora y precandidata presidencial uribista hizo del genocidio contra la Unión Patriótica, afirmando que los miembros de la UP habían sido amenazados, exiliados o asesinados, no por paramilitares y por las fuerzas de seguridad del Estado, sino por las Farc y por el ELN.
Distorsión histórica
“El partido comunista usa como método la depuración, ellos se asesinan entre ellos”, dijo la senadora sin ruborizarse, como quien, tras varias cervezas con los amigos, se entusiasma y cree estar “arreglando el país”. Semejante mentira fue, afortunadamente, contestada rápidamente por varios creadores de contenido quienes le recordaron a la precandidata y de paso a la opinión pública, las sentencias proferidas por la Corte IDH sobre la responsabilidad del Estado en el genocidio contra la UP, y los propios reconocimientos y peticiones de perdón que el Estado colombiano ha tenido que hacer.
Sí, la negación del genocidio contra la UP ha sido un viejo recurso de algunos sectores profundamente reaccionarios dentro de la derecha colombiana. Negar o minimizar la responsabilidad del Estado (y por tanto de la clase dominante) en la violencia en Colombia ha contribuido a alimentar el relato de que la resistencia, la protesta, la organización popular o la movilización callejera son patologías que deben ser curadas, situaciones indeseables producto de nuestra mentalidad subdesarrollada, que pueden derivar en alteraciones del orden público y que por tanto deben ser impedidas o, al menos, desalentadas.
Seguir insistiendo en convertir, por arte de soberbia, el conflicto armado en una simple “amenaza terrorista”, solo revela que buena parte de nuestra clase dominante se niega a comprender la complejidad de lo que ocurrió en este país con la firma del Acuerdo de Paz en 2016, y lo que está ocurriendo desde entonces.
Pero más allá de las afirmaciones delirantes de la señora Cabal, sustentadas además por fuentes de una muy dudosa fiabilidad historiográfica, es importante señalar un par de elementos que deja ver la entrevista y que son importantes para la reflexión.
Sin derecho a hablar
La senadora usa muy bien los recursos del márketing político, en especial en lo que se refiere a la identificación de su público objetivo, la definición del perfil de candidata que quiere ser y la forma de enfrentar una entrevista medianamente incómoda. En particular, en esta última, la senadora hábilmente evade las preguntas que no le gustan y lleva la discusión a un terreno donde se siente cómoda (por eso la alusión a Iván Cepeda y la UP) y allí puede desarrollar una descripción del mundo en blanco y negro, dividido inevitablemente entre buenos y malos, construido sobre una aplastante simplificación donde quien no está de acuerdo con ella es ignorante, es idiota o, aún peor, actúa de mala fe.
Esta total descalificación de quien no piensa como ella es un signo inequívoco del nuevo lenguaje que la extrema derecha está adoptando en todo Occidente. La radicalización del conservadurismo sigue el mismo patrón: defensa de la familia tradicional, teología de la prosperidad, uso de la épica de la resistencia (se presentan como rebeldes, casi como insurgentes) y victimismo frente a la amenaza que supone cualquier avance social.
En esta nueva “gramática de la resistencia reaccionaria”, el otro, el diferente, no tiene derecho a hablar. Basta con repasar algunos de los epítetos que la senadora utilizó en la entrevista contra el periodista Daniel Pacheco: “usted no tiene ni idea, no sabe discutir”, “su visión es pobre y triste”, “usted es un violador de fuentes”, “el consenso histórico es fascismo histórico”, “muchachito, te falta vivir”, “usted hace afirmaciones irrespetuosas con el conocimiento, hace propaganda comunista”. Y el que se ha hecho más conocido: “Es muy difícil conversar con personas con cemento en el cerebro”.
Esta absoluta descalificación del otro, que en un caso puede ser Iván Cepeda –como candidato presidencial del Pacto Histórico y su posible rival–, que en otro pueden ser los jóvenes –que no conocen la historia y son “vagos”–, o que en otro puede ser el propio periodista Daniel Pacheco, esta descalificación, digo, no solo es peligrosa porque estropea el terreno para el debate, sino que constituye en sí la nueva forma de hacer política de la ultraderecha.
No obstante, María Fernanda Cabal representa un sector importante del uribismo –tal vez su sector más radical–, pero no es la gran líder capaz de hacer confluir las muchas vertientes que tiene hoy la oposición antipetrista. Su radicalidad es una de sus ventajas como candidata, ya que la hace fácilmente identificable por sus seguidores; pero también es una de sus debilidades, porque estar tan en la extrema derecha le impide crecer hacia el centro, le impide atraer a votantes más moderados sin correr el riesgo de ser acusada de traidora por sus incondicionales.
El cordero manso
Otro capítulo de este asunto es la reacción del periodista Pacheco al insulto del “cemento en el cerebro” y, en general, a toda la entrevista que, como ya vimos, fue una seguidilla de descalificaciones, una tras otra. El periodista mantuvo la calma, si acaso alcanzó a balbucear un “uish, pero tampoco…” y durante el resto de la entrevista (de más de una hora de duración) decidió no entrar al trapo y dejar que la senadora se despachara.
Si el entrevistador no fuera Daniel Pacheco uno pensaría que “picarle la lengua” a la senadora Cabal fue una estrategia hecha a propósito para provocar que el público vea cómo ella se equivoca, mete la pata y deja ver su lado más ultra. Pero no, es La Silla Vacía. No es una celada, es pura mansedumbre (la de La Silla Vacía y la del conjunto de medios corporativos de comunicación).
La oveja arisca
Hubiera sido interesante ver la reacción que hubieran tenido los medios en caso de que se hubiera tratado de un político de izquierda. En cualquier caso, lo cierto es que la mansedumbre de Pacheco nos permitió ver de cuerpo entero a la precandidata Cabal y su retórica de ultraderecha, su revisionismo histórico, su soberbia y, sobre todo, la liviandad de su discurso.
Finalmente, la entrevista es una advertencia del tipo de debate que va a caracterizar la campaña presidencial del año entrante. Iván Cepeda ha propuesto un debate con argumentos, sin mentiras y sin insultos, pero desafortunadamente parece que esta vez no va a ser.






