La Organización de Cooperación de Shanghái, OCS, podría asumir el liderazgo para crear un sistema de gobernanza global más justo y equitativo, basado en la primacía del derecho internacional y en la Carta de las Naciones Unidas
Alberto Acevedo
La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, OCS, que se reunió los días 31 de agosto y primero de septiembre en la provincia de Tianjin, en China, contra todos los pronósticos de los teóricos de la geoestrategia global occidental, asumió la tarea de diseñar, en un plan a diez años, una nueva gobernanza global, que de momento ha conseguido estremecer los cimientos del modelo unipolar defendido y protagonizado por los Estados Unidos de América y sus principales aliados.
La estrategia fue anunciada por el anfitrión de la reunión, el presidente chino Xi Jinping, quien propuso que, con las nuevas líneas de acción, la OCS se convierta en un catalizador para el desarrollo y la reforma al sistema de gobernanza global.
“Espero trabajar con todos los países por un sistema de gobernanza global más justo y equitativo y avanzar hacia una comunidad de futuro compartido para la humanidad”, afirmó Xi en una reunión del Consejo de Jefes de Estado de la OCS.
Nuevo orden mundial más justo
El mandatario destacó que la declaración fundacional y la Carta de la OCS dejaron claro desde el principio que los miembros de la organización deben “promover un orden político y económico internacional más democrático, justo y racional”. “Hemos debatido juntos asuntos regionales, construido plataformas y mecanismos y nos hemos beneficiado de la cooperación. También hemos impulsado y puesto en práctica numerosos conceptos nuevos de gobernanza global. La OCS se ha convertido cada vez más en un catalizador para el desarrollo y la reforma del sistema de gobernanza global”, puntualizó el líder chino.
La OCS está integrada por diez países: Bielorrusia, China, India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. Con 36 millones de kilómetros cuadrados de superficie, juntos representan el 15 por ciento de la economía mundial, y reúnen a 3.400 millones de personas.
La noticia de los resultados de la cumbre de Shanghái provocó desconcierto en Occidente. La Unión Europea emitió una declaración indicando que el propósito de la reunión representa un ‘desafío directo’ al orden económico establecido después de la Segunda Guerra Mundial. El presidente Trump envió un mensaje a su homólogo chino indicándole: “mande mis saludos cordiales a Putin y a Kim, mientras ustedes conspiran contra Estados Unidos”.
Un desafío
La titular de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y vicepresidente de la Comisión Europea, Kaja Kallas, dijo que la reunión de líderes en Pekín “es un desafío al sistema internacional”, y descalificó la cumbre indicando que se trata de ‘una alianza autocrática que busca una vía rápida hacia un nuevo orden mundial”.
Ninguno de los líderes del bloque económico respondió a estas afirmaciones, que indican que la dirigencia occidental respira por la herida. Solamente el presidente de Rusia, Vladimir Putin hizo un breve comentario, puntualizando que “nadie en China hizo jamás ningún comentario negativo sobre Trump o Estados Unidos”.
Ampliando las bases de trabajo para edificar la nueva propuesta, Xi Jinping enumeró cinco principios en los que quiere basar el futuro sistema. El primero es que los países deben adherirse a la igualdad soberana, que significa que “todos los países, independientemente de su tamaño, poder adquisitivo y riqueza, participan, toman decisiones y se benefician por igual de la gobernanza global”.
Sin dobles raseros
El segundo principio es que todos los países deben respetar el derecho internacional. “No deben existir dobles raseros, ni imponerse las normas internas de unos pocos países a otros”. El tercer principio prevé el multilateralismo. “Debemos defender la visión de una gobernanza global basada en una consulta amplia y una contribución conjunta para el beneficio común, fortalecer la solidaridad y la coordinación, y oponernos al unilateralismo”.
El cuarto principio exhorta a que las naciones deberán promover un enfoque centrado en las personas, y para hacerlo tendrán que promover “una reforma y mejora del sistema de gobernanza global para garantizar que las personas de cada nación sean actores y beneficiarios”. El quinto y último principio llama a centrarse en tomar medidas concretas. “Debemos adoptar un enfoque sistemático e integral para coordinar las acciones globales, movilizar plenamente los diversos recursos y esforzarnos por lograr resultados más visibles”, sostuvo Xi Jinping.
Por su parte, el presidente de Rusia, Vladimir Putin manifestó que la OCS podría asumir el liderazgo en el proceso de formación de un sistema de gobernanza global más justo. El mandatario ruso aseguró que Moscú apoya la iniciativa de Pekín, agregando que Rusia ya está lista para comenzar a debatir propuestas concretas.
El derecho internacional no se respeta
“Precisamente la OCS podría asumir el liderazgo en los esfuerzos por crear un sistema de gobernanza global más justo y equitativo, que se basaría en la primacía del derecho internacional y en las disposiciones fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas. Sería verdaderamente equilibrado y tendría en cuenta los intereses del mayor número posible de países, garantizando las oportunidades para su desarrollo sostenible y su seguridad”, puntualizó.
Mientras tanto, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China publicó un documento conceptual sobre la Iniciativa, que se refiere a sus principales aspectos y explica su necesidad.
“El panorama internacional actual está experimentando cambios y turbulencias. La ONU y el multilateralismo se enfrentan a nuevos retos. El déficit en la gobernanza global sigue creciendo”, señala el documento.
Según China, las instituciones internacionales existentes responsables de la gobernanza global presentan tres deficiencias: el Sur global está infrarrepresentado en ellas; su autoridad se ve constantemente socavada debido a que algunos países incumplen el derecho internacional e imponen sanciones unilaterales ilegales; y la urgente necesidad de mejorar la eficacia del trabajo de las instituciones internacionales.