“La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”, Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte
Alfredo Holguín M.
La aburrida invulnerabilidad de Superman y la invariable superioridad moral de la izquierda se parecen, pues, aunque los programas éticos y políticos para la emancipación son contundentes, no sucede lo mismo con algunos de sus vulnerables emisarios que, producto de sus debilidades políticas, ceden ante las tentaciones parlamentaristas.
Los de juventud acumulada recordamos que para superar esa invulnerabilidad la editorial DC Comics incorporó la kriptonita a la historieta. Análogamente, la burguesía, al percatarse que las fuerzas revolucionarias decidieron desarrollar la lucha parlamentaria, creó los dispositivos para su cooptación. La burguesía lo entendió muy temprano y eso se constata con Nietzsche al referirse al parlamentarismo como un “regalo” de la democracia al rebaño, refiriéndose al pueblo.
La Kriptonita, recordemos, inmoviliza y anula los poderes del héroe y, si se expone demasiado, puede incluso ocasionarle la muerte. Las Kurules, con K, operan de manera similar al material radioactivo pues, recurrentemente, sectores de la izquierda, al acceder al establo parlamentario, con nobles objetivos leninistas, dejan de usarlo como tribuna de lucha y, rápidamente, claudican ante el micropoder apelando al ego parlamentario.
Autocrítica de izquierda
El Pacto Histórico como partido político es, sin duda, una buena noticia. Sin embargo, amparados en “la banalidad del optimismo” no podemos dejar de señalar autocríticamente las debilidades de la bancada de izquierda. No basta con ser optimistas, no basta con hacernos pasito. Se trata, más bien, de mantener siempre presente cuál es la verdadera misión de la lucha parlamentaria.
El optimismo mezclado con el cálculo personalista marchita el horizonte de la utopía, de lo que se trata es de tener esperanza y hay que cultivarla, en el sentido de Terry Eagleton y Ernst Bloch.
Lenin, Rosa Luxemburgo, Pannekoek, Gramsci, entre otros dirigentes de la Internacional, no negaban la importancia de la lucha parlamentaria y, al tiempo, coincidían en que, si los parlamentarios de izquierda no “mandan obedeciendo”, como en la consigna zapatista, tienden a ser domesticados, burocratizados y, por ende, distanciados del programa revolucionario, que no busca embellecer el Estado burgués sino destruirlo.
Para soslayar la crítica y la escasa autocrítica, por lo general, culpamos a las circunstancias y así, fácilmente, evadimos responsabilidades. Que en 2022 tuvimos que elaborar las listas del Pacto Histórico a bolígrafo por falta de tiempo, que los resultados de las elecciones locales de 2023 fueron malas por la inexperiencia, que la derecha parlamentaria no nos deja gobernar, que la baja ejecución del presupuesto es culpa de la legislación y así sucesivamente…, entre patatín y patatán, entre muchas excusas peregrinas.
Estos y otros subterfugios son recursos argumentativos de “apelación a las circunstancias” que procazmente eluden ir a la raíz de los problemas. Por supuesto, insisto, existen honrosas excepciones entre nuestros congresistas.
Cambio y parlamentarismo
Pero el punto más alto del efecto kriptonita, en algunas Kurules de la izquierda, se manifiesta cuando el presidente Petro tiene que echar mano de dirigentes provenientes de la clase política tradicional para tratar de salvar el ejercicio parlamentario y, lo más paradójico, la movilización popular por los derechos. No menos grave es la izquierda que liba su pócima de wokismo para sentarse, o no, selectivamente en determinado sitio, sin reparar, según conveniencia, su propio entorno.
Desde luego, el balance del gobierno del cambio ─cuarto gobierno alternativo desde el Congreso de Angostura─, es positivo, sin duda, a pesar del descomunal ataque de los verdaderos dueños del poder y nuestros yerros. No obstante, ello no nos impide señalar que la izquierda revolucionaria no ha estado a la altura del momento histórico.
No en vano en el Consejo de ministros, en el cual se perdieron las formas, el presidente Gustavo Petro dijo: “Me da vergüenza y debo decírselo al pueblo. Un presidente revolucionario, el gobierno no. Y el gobierno no porque individualmente se tienen agendas paralelas …”. Le faltó referirse también a la bancada parlamentaria, pues hay amnesia colectiva, a los desatinos del “colegio electoral” con su alevoso bolígrafo en el 2022.
Estamos a tiempo
Estamos a tiempo para que la bancada de izquierda más grande de la historia no sea, al tiempo, la más ineficaz de la historia. No podemos esconder nuestra debilidad ni nuestra responsabilidad, amparados en cierto sentimiento de realizaciones cosméticas.
Estamos a tiempo de recuperar el sentido de nuestras curules, cultivar la democracia interna y entender las representaciones como encargos sociales. Estamos a tiempo de comprender que el gobierno del cambio, los ministerios, las curules y los cargos burocráticos se han ganado con lucha y sangre popular y no por una “robinsonada” que le hace culto a la neoliberal e individualista “tiranía del mérito”, tal como lo ha explicado el profesor Michael J. Sandel.
En la lucha revolucionaria, no podemos dar nada por sentado. Solo el estudio constante, la dirección colectiva, la comparecencia permanente de congresistas y funcionarios ante el colectivo, garantizan que no cedamos a las tentaciones. ¿Quién podría imaginar que Tetis, al sumergir a Aquiles en el río Estigia para hacerlo inmortal, estaba al mismo tiempo creando su punto débil en el talón? Todos tenemos un talón de Aquiles y el remedio es someterse a la organización.
Debemos trabajar con seriedad para que las bases populares sean un sólido cimiento en la construcción del instrumento político: el Pacto Histórico. Aún estamos a tiempo de evitar que nuestro proyecto explote como el planeta Kriptón, precisamente por el efecto de la kriptonita de las Kurules. Decidir de manera deliberada fortalece la democracia interna y combate el individualismo.
El Progresismo debe UNIRSE al rededor de un proyecto con sólidas bases sociales.
Se deben alejar de ideologías fundamentalistas, y fomentar las verdaderas y eficaces transformaciones políticas, económicas y sociales.