Con relatos intergeneracionales, caminatas por el barrio y encuentros comunitarios el colectivo SUMA busca reconstruir la memoria viva de este sector de la localidad de Suba, recuperar el sentido de pertenencia y abrir caminos para imaginar un futuro común
Anna Margoliner
@marxoliner
El pasado 7 de junio, en el salón comunal de Ciudad Jardín Norte, el Colectivo SUMA realizó un encuentro abierto a la comunidad, con el fin de compartir avances del proceso y reflexionar colectivamente sobre el valor de la memoria. La jornada contó con la participación del periodista y escritor Óscar Bustos, quien vivió su infancia y juventud en el barrio.
Historias que regresan para quedarse
Daniela Fernanda Velosa, lideresa del colectivo, vive en Ciudad Jardín Norte desde que tenía dos años, aunque su vínculo con el barrio es mucho más profundo: “mi familia lleva más de 60 años aquí, ya somos cuatro generaciones”.
Su formación como docente de español y literatura la llevó a involucrarse desde muy joven en procesos culturales y comunitarios. Entre 2014 y 2015, junto con un grupo de amigas, creó el colectivo El Nicho, con el que impulsaron proyectos como una biblioteca comunitaria y Memorias del Parche, una propuesta que articulaba literatura, hiphop y fotografía con jóvenes del barrio.
“Nos dimos cuenta de que trabajar con niños permitía vincular a más generaciones. Ellos son un punto de encuentro entre madres, padres, abuelos. Con los niños se crean vínculos bonitos y se fortalece el tejido comunitario”, recuerda Daniela.
Aunque su camino comunitario tuvo pausas debido a las dificultades propias de sostener este tipo de procesos, su regreso fue posible gracias a la iniciativa de SUMA, que la contactó al reconocer su trayectoria y liderazgo en el territorio.
“Me vinculé con ellos de repente. Había dejado de hacer trabajo barrial por un tiempo, pero sentí la necesidad de volver a hacer algo por mi territorio. Ha sido muy bonito, he aprendido un montón y también he podido aportar lo que sé y lo que soy”.
SUMA: un ejercicio de memoria viva
Kerly Bautista, integrante fundadora de SUMA, explica que el colectivo nació de la inquietud compartida entre varias personas con experiencia en trabajo comunitario, memoria y archivo, ante el progresivo olvido de la historia barrial. “Nos dimos cuenta de que los jóvenes ya no estaban activos en el movimiento cultural, y que muchos de los espacios que antes existían habían desaparecido. Además, muchas personas mayores, fundadoras del barrio, estaban falleciendo sin que sus historias quedaran registradas”.
SUMA decidió comenzar el proceso entrevistando a los adultos mayores, quienes compartieron sus recuerdos, anécdotas y vivencias sobre cómo se construyó Ciudad Jardín. Más adelante, el proceso se amplió para incluir otras generaciones y liderazgos, con la intención de construir una memoria colectiva, activa y útil para el presente.
“Queremos que estas voces no se queden guardadas en una grabadora o en una carpeta. Lo que buscamos es dinamizar esa memoria con toda la comunidad, generar contrastes, revisar necesidades actuales del barrio y lograr que esas historias se hereden, que se conviertan en identidad viva”, afirma Kerly.
Obstáculos y aprendizajes
Como muchos procesos comunitarios, el trabajo de SUMA no está exento de dificultades. La transformación del barrio ─con un crecimiento acelerado del comercio, la construcción de edificios y la reducción de espacios públicos─ ha cambiado profundamente la forma en que sus habitantes se relacionan. “Antes había más espacios colectivos, ahora muchas personas viven de manera muy individualista. Cada quien resuelve su día a día, pero cuesta generar vínculos comunitarios”, señala Kerly.
Otro reto importante ha sido la relación con la Junta de Acción Comunal (JAC), que por años ha sido motivo de tensiones dentro la comunidad. Sin embargo, uno de los logros recientes del colectivo ha sido la realización de sus encuentros en el salón de la JAC, hecho que representa un avance hacia la reapropiación y resignificación de estos espacios comunitarios.
A pesar de la falta de financiación ─todo el trabajo se realiza de forma voluntaria─, SUMA ha conseguido consolidar un grupo base de personas del barrio, entre ellas liderazgos femeninos, vecinas y vecinos de familias tradicionales del sector. También ha ganado la confianza de la comunidad para acceder a archivos, fotografías y relatos que, en el pasado, muchas personas preferían no compartir. “Ahora nos buscan para entregarnos sus historias. Hay una necesidad de que la memoria se difunda, se mueva”, comenta Kerly.
Mirar al futuro con raíces
La proyección de SUMA es clara: tener un espacio físico permanente en el barrio, donde puedan seguir activando la memoria y promoviendo procesos culturales. Un lugar que funcione como biblioteca, emisora o teatro comunitario, y que sirva como punto de encuentro para distintas generaciones. “Queremos reconstruir el ambiente cultural que tenía el barrio hace unas décadas, pero adaptado a los retos de hoy. El arraigo no se hereda, se construye, y creemos que esa es nuestra tarea”, afirma Daniela.
El colectivo continúa avanzando en sus encuentros, entrevistas, sistematización y reflexión crítica sobre el presente de Ciudad Jardín Norte, en busca de alternativas comunitarias frente a problemáticas como la violencia y la presión del mercado inmobiliario. Su apuesta es clara: recuperar la memoria no como un ejercicio nostálgico, sino como una herramienta viva para volver a habitar el barrio con sentido, con historia y con esperanza.
