La lucha de los trabajadores durante el siglo XX permitió acceder a beneficios sociales como salud, pensión y otros, que incrementaron sus ingresos y la posibilidad de disponer de ahorros productivos. Pero ¿Qué pasó después?
Pedro Nel Pineda Rojas
@pnprpedro
Los ahorros de millones de trabajadores se canalizaron a través de vehículos financieros globalizados; de tal forma que a cada derecho le surgió un administrador financiero. Cada victoria de los trabajadores fue un nuevo negocio del capital financiero: el ahorro social debía convertirse en capital, así surgieron fondos de pensiones, inmobiliarios, de salud y muchos otros.
La principal consecuencia es que, si bien grandes sectores sociales acceden a la propiedad de medios de producción, este cambio no anula las contradicciones del sistema, sino que las redefine bajo nuevas formas: la propiedad formal se socializa mientras el control se concentra en actores financieros globales, principalmente fondos de inversión.
Dueños sin poder decidir
Solo en Colombia hay más de 25 millones de afiliados a fondos de pensiones, propietarios de 525 billones de pesos ─125.000 millones de dólares. Estos fondos son controlados y administrados principalmente por los bancos y el sector financiero; ningún afiliado tiene acceso a las decisiones ni al control de sus propios recursos.
El capitalismo ha mutado a la propiedad social; trillones de dólares son propiedad de miles de millones de personas, pero controlados por fondos, bancos, conglomerados ─holdings.
No obstante, esta aparente “socialización de los medios de producción” oculta una realidad: la propiedad se ha separado del control.
Quienes toman las decisiones estratégicas no son los dueños nominales, sino una elite financiera mundial; sus herramientas: acciones, deuda, lobbies, “códigos de buen gobierno”, “propiedad pública-administración privada”, etc.
Los titiriteros de la economía global
Fondos como BlackRock ─diez billones de dólares─ o Vanguard ─ocho billones─ operan como los arquitectos silenciosos del edificio del capitalismo actual. Su poder radica en controlar los flujos de capital y definir las reglas del juego, son poderes supraestatales que concentran miles de millones de personas, y administran sus vidas, y deciden empleos, tecnologías y recursos a escala planetaria. La paradoja es clara: mientras la propiedad se socializa de manera dispersa, el control se hiperconcentra.
Veamos solo a manera de ejemplo cuáles son los mayores fondos de inversión y los activos administrados frente al PIB de algunas regiones.
El capitalismo ha separado las relaciones de producción en dos compartimientos: la propiedad y la libre disposición de los bienes. Para lograrlo, vendieron la ilusión de una sociedad de pequeños propietarios, pero los despojaron del control.
El capitalismo maquilla su esencia bajo un esquema donde el control prevalece sobre la propiedad. No es solo una disputa entre patrones y trabajadores, sino entre una élite financiera global y una mayoría alienada de las palancas de decisión.
La lucha continúa
Pero esta nueva fase simplifica los objetivos de los movimientos sociales y nos acerca a las profundas transformaciones que queremos lograr. Las clases medias, “propietarias”, son motor de las transformaciones, los profesionales liberales, los cuentapropistas, los precarios digitales, los empleados de plataformas son nuevos sujetos de la transformación.
El capitalismo ha mutado hacia un modelo donde la propiedad formal se trivializa y el control real se ejerce desde los grandes conglomerados financieros, incluso sectores de la burguesía son víctimas de este sistema y pueden ser aliados potenciales en los procesos de transformación social.
La tarea es tomar el control de los vehículos financieros, crear Fondos Soberanos públicos para invertir en sectores estratégicos, generando dinámicas de transformación de la vida económica y social.
En estas condiciones, la educación política debe incluir economía y finanzas: control de capitales, fondos, inversiones, banca de inversión y gobernanza.
Gobierno y fondos soberanos
En Colombia, el Gobierno no ha acertado en la administración de las grandes estructuras financieras de que dispone el Estado y ha dejado pasar una valiosa oportunidad de generación de riqueza y equidad: la Superfinanciera sigue al servicio de los bancos privados. La SAE, Colpensiones, el Grupo Bicentenario con sus bancos, fondos y fiduciarias, el Fondo de regalías, entre otros, son simples libros de cuentas. Ni una sola iniciativa ha salido desde el Gobierno para volver soberanos los actuales fondos.
Solo con las entidades mencionadas y sumando a Ecopetrol y otras empresas, el Estado colombiano podría crear un Fondo soberano de más de 150.000 millones de dólares al servicio del desarrollo y la transformación productiva del país.
La lucha por el control democrático de la economía, una relación dialéctica entre propiedad y control de los medios de producción, se erige como el gran desafío de nuestra era.
“El capital es trabajo muerto que solo se reanima, cual vampiro, chupando trabajo vivo”. Hoy, ese vampiro, esos “fondos buitre” se alimentan de la riqueza social dejando precarización, miseria y alienación por todas partes.