viernes, marzo 21, 2025
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“La pelota está en manos del Gobierno”: Sebastián Martínez

Uno de los voceros del sector disidente que lidera Iván Lozada habla en exclusiva para VOZ. Desde las montañas del Cauca, el guerrillero del Bloque Occidental ofrece su visión sobre las economías ilegalizadas, el futuro de la Paz Total, la Operación Perseo, entre otros temas

Simón Palacio
@Simonhablando

“Yo intento que llegue el cuestionario, pero no le prometo nada”, dijo Gonzalo. La conversación con este contacto fue en Popayán y tenía el objetivo de asegurar una entrevista con el Bloque Occidental Jacobo Arenas, uno de los principales protagonistas de la cruenta guerra que se desarrolla en el suroccidente, especialmente en el Cauca.

Dos meses después, llegaron por escrito las respuestas. “Le cuento que Sebastián quería recibirlo, pero fue imposible”, aseguró el contacto. Un PDF celosamente custodiado se «descompartimentó» en una memoria, siendo está la última estación de la pequeña operación clandestina.

VOZ comparte la entrevista con Sebastián Martínez, guerrillero del Bloque Occidental y vocero de las Farc-EP que comanda Iván Lozada, mediáticamente conocido como “Iván Mordisco”.

Esta publicación se mantiene fiel a nuestra línea editorial, que busca la solución al conflicto social y armado con los actores involucrados, e insiste en retomar el camino del diálogo político en las mesas de paz que hoy están en crisis.

¿Quién es Sebastián Martínez?

Soy un comunista nacido en las tierras bravas y resistentes del sur de este país, la misma que parió a seres estelares como Plutarco Elías Ramírez y José Gonzalo Sánchez. Soy un militante revolucionario que fue formado en la escuela del socialismo que forjó los mejores hombres y mujeres de nuestra patria: la Juventud Comunista Colombiana de la cual tuve el honor de ser miembro de su Comité Central.

Estudié en la Universidad del Cauca donde me vinculé a la lucha por el derecho a la educación pública y fue ahí donde inicié mi experiencia revolucionaria que luego trasladé a la organización en el campo.

Al ver los rostros de dignidad y frustración acumulada por los sueños inacabados del campesinado y las pocas posibilidades de cambiar la realidad por vías legales, decidí sumarme al proceso de reconstrucción y fortalecimiento de las FARC-EP.

Soy hijo de campesinos víctimas del conflicto armado que tuvieron que desplazarse de un lugar a otro como muchos, para defenderse y sobrevivir a la guerra integral que el Establecimiento ha desatado contra el pueblo.

Ustedes hacen parte de un sector que se levantó de la mesa con el Gobierno nacional. ¿Por qué no continuaron con el proceso de paz?

Nosotros somos las FARC-EP que se mantuvo en armas después del acuerdo de 2016, para continuar el sueño de Simón Bolívar, Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. Sencillamente es difícil mantener el diálogo con el Gobierno en medio de una operación contrainsurgente dentro de la mesa.

El Gobierno aplica una táctica de división interna, minando la moral de los combatientes, comprando conciencias bajo el método del mercenarismo para golpear los cuadros que se oponen a los intereses que el Establecimiento persigue dentro de la mesa.

Es insostenible una idea de paz mientras ésta es utilizada como una táctica de guerra soterrada para romper, perseguir, comprar personas, delatar y señalar los dirigentes de la contraparte. Es el Gobierno el que ha dañado su propia idea de paz introduciendo técnicas y tácticas de la inteligencia militar para facilitar una ventaja a través de la vieja lógica de “divide y reinarás”.

Lamentablemente los otros sectores que llegaron debilitados a la mesa, vieron esto como una oportunidad para resolver sus prerrogativas rápidamente con el Gobierno y cayeron en la trampa del servilismo mercenario que está operando actualmente en el supuesto diálogo con ellos.

Toda la campaña de desprestigio impulsada por las Fuerzas Militares y el propio presidente busca en vano despolitizar y desideologizar la lucha armada en Colombia, es la negación a la discusión y a sentar las bases para una solución de fondo al conflicto social y armado en el país.

Como integrante del Bloque Occidental de las Farc que opera en el Cauca, ¿qué valoración tiene de la agudización del conflicto armado en esta región, no solo en la confrontación con el Ejército sino con otros actores armados?

Todo hace parte de la guerra que se cierne sobre el Cauca, definido como un cuadro bélico en expansión dada su riqueza en biodiversidad, fuentes hídricas, auríferas y por la interconexión de rutas estratégicas entre el Pacifico, el Amazonas y las zonas montañosas. Todos estos factores se convierten en un atractivo económico que está en disputa, debido a los grandes negocios que se posibilitan en el territorio.

La guerra contra nosotros es parte de una operación tenaza que coincide con los intereses comunes de grupos paramilitares, los descompuestos resquicios de las estructuras armadas que se autodenominan guerrilleras pero que en la práctica sirven al Estado para golpearnos.

De fondo, es una guerra contrainsurgente que combina la triple alianza de fuerzas mercenarias que buscan apoderarse de los territorios y con ello, consolidar los negocios con las transnacionales, como también regular la renta y el comercio del narcotráfico bajo nuevas modalidades de coerción y coacción social.

A ustedes los critican por hacer reclutamiento forzado de menores, así como por ser los responsables del asesinato de firmantes de paz, liderazgos sociales e indígenas, es decir, graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario…

Estamos en una guerra y una táctica principal y conocida es la del desprestigio del enemigo. No nos extraña que sobre nosotros haya una serie de señalamientos alrededor de los temas humanitarios, algo tan delicado para la comunidad internacional y nacional.

Somos una organización que respeta la vida y la libertad y reconocemos los derechos humanos como eje rector de nuestro accionar. Ahora, los hechos de guerra que se han dado, lamentablemente se han presentado en medio del fuego cruzado en donde queda expuesta la población civil y en la que compartimos responsabilidad con todos los actores del conflicto.

Otra cosa es el tema de los informantes y la instrumentalización de los “civiles” en situaciones de la guerra que los pone en medio de los objetivos del conflicto. Todas estas circunstancias siempre tienen lamentablemente cruentos desenlaces, porque en un conflicto armado la falta de distinción por cuenta de la utilización de cualquier medio para la consecución de los fines, ha sembrado el terror, como lo fueran los casos de los crímenes de Estado o “falsos positivos” para tener tan solo un craso ejemplo.

Ustedes no firmaron el Acuerdo de paz, han dicho públicamente que quienes lo hicieron son unos traidores y que la implementación de este ha fracasado en el territorio. ¿Por qué esa evaluación tan beligerante, que incluso puede interpretarse como irracional? ¿No hay nada positivo en el Acuerdo de Paz que ustedes puedan rescatar?

No consideramos traidores a los firmantes del acuerdo de La Habana en general, pero sí en particular a algunos miembros del secretariado que conscientes de lo que estaban firmando lo hicieron por intereses personales.

No aceptamos el sometimiento y la rendición de ese sector que a nombre de las FARC-EP, terminaron entregando el proyecto revolucionario a cambio de una mala paz para recibir migajas. Ni siquiera hoy les han cumplido en la supuesta implementación del acuerdo.

No puede catalogarse como irracional una decisión de principio revolucionario de seguir luchando por las transformaciones que urgen en el país y de las cuales, los modos y circunstancias no han cambiado para resolverse por vías pacíficas.

Lo que vemos positivo del acuerdo es precisamente la experiencia para saber que no se debe hacer en un proceso de paz y sobre todo a la hora de firmar promesas con un Establecimiento que incumple los compromisos.

Mientras la idea del acuerdo que se busca siga persiguiendo la desmovilización, el desarme y la reincorporación sin mínimas transformaciones políticas, económicas y sociales en los territorios más azotados por el conflicto y si ello no repercute en el modo de resolución de la vida de los colombianos, en especial de los más pobres en ciudades y en el campo; seguirá siendo una paz burocrática de puestos en el Congreso y de corbatas que entregaron el fusil por bufets y reuniones pomposas en las que no se resuelve nada.

Queremos una paz de cara al pueblo, con el pueblo y para el pueblo. El resto es simplemente un show de la rendición que ya vimos en que consistió y porque fracasó.

El presidente Gustavo Petro y múltiples sectores del país han dicho que ustedes se comportan como “traquetos” y no como una organización guerrillera. ¿Qué les responden a esas voces? ¿Cuál es la relación que tiene el Bloque Occidental con la economía ilegalizada de los narcóticos?

El presidente ha abierto una tribuna peligrosa para cualquier entendimiento político, sobre todo para los acercamientos y propósitos de la Paz Total con tan delirantes señalamientos.

El problema de la coca es algo que supera cualquier estigmatización, es una situación real de la estructura económica del país, en especial del campo. La falta de una política de Estado para fortalecer las economías campesinas no ha hecho más que impulsar otras formas de producción de la tierra que lamentablemente se sustentan bajo este tipo de productos.

Nosotros no podemos impedirle a la población que busque opciones para resolver su economía y en las zonas que desarrollamos nuestra acción político-militar esta realidad está al orden del día.

Hemos tratado de darle un giro a este tipo de producción que se sustenta en la economía cocalera, sobre todo para enfocar los esfuerzos en hacer todo lo contrario al “traquetismo” que dice el presidente de manera irresponsable. Por ejemplo, invertir con un criterio comunitario los recursos de esas rentas para la gente en el mejoramiento de sus condiciones de vida, construyendo junto con las comunidades: escuelas, puestos de salud, carreteras, puentes, centros culturales, impulsando proyectos productivos y mandatos ambientales que mitiguen los efectos negativos sobre la naturaleza que trae este monocultivo.

La economía de la coca ha reemplazado la inoperancia y falta de voluntad de los gobiernos. La gente tiene que comer, pero también resolver sus problemas más acuciantes y sin apoyo del Estado para garantizar un impulso económico que dignifique la vida de los pobladores de la ruralidad de este país, es imposible superar la realidad de este tipo de “economía moral de la multitud”, como diría un historiador marxista.

La propaganda contra nuestra organización solo busca encubrir la articulación del Establecimiento y las élites de Colombia con el gran negocio de narcotráfico. El tiempo lo demostrará.

La Operación Perseo es el último episodio de confrontación entre frentes del Bloque Occidental y el Estado en el Cauca. ¿Qué pasa en este territorio? ¿Fracasó la Paz Total en el Cañón del Micay? 

La Operación Perseo fue un acto más del show mediático que el Gobierno improvisó en el marco de la COP 16. Su objetivo estuvo en un marco de contención para dar tranquilidad a la comunidad internacional presente en el magno evento que se desarrollaba en Cali, pese a nuestros anuncios públicos de respeto a este evento de mercantilización de la naturaleza.

De ahí en adelante, los impactos militares fueron más bien nimios, si refieren a bajas y combates. Era más la propaganda que los hechos reales de guerra. Lo que si nos interesa denunciar por este medio, es el incremento de la presencia paramilitar sobre el Cauca y otras áreas a nivel nacional donde se desarrollan otras operaciones militares (Mantus, Perseo, Xamundí, Nebulosa, Themis 2.0) contra las FARC-EP, que curiosamente coinciden con el aumento de tropas del ejército y con la intención de ampliar el cuadro bélico hacia zonas donde se está desarrollando megaproyectos minero-energéticos y de extracción de agua con transnacionales.

Paradójicamente el Gobierno con su política ambiental vende el agua del territorio a empresas transnacionales y lo hace bajo el viejo mecanismo de la coacción militar contras los pobladores, claro ejemplo las tres bases militares gringas en estos dos años de gobierno (Gorgona, Leticia y Pereira).

Si el Gobierno quiere resolver el conflicto en esta zona, tiene necesariamente que frenar los acuerdos con las trasnacionales que se asientan sobre las fuentes hídricas por las cuales la población se ha resistido. Eso pasa por desmilitarizar el territorio y cesar la acción conjunta entre ejército y los mercenarios de otras estructuras que se autodenominan guerrilleras, pero que colaboran en operaciones militares contra nosotros. Como también se requiere un plan humanitario real que pasa por combatir el paramilitarismo en todo el territorio nacional en lugar de apoyarlo y promoverlo.

Si se mantiene la idea de que a mayor pie de fuerza mayores soluciones, la guerra en esta parte del Cauca ni en Colombia no tendrá resolución posible en el mediano plazo.

En su criterio, ¿qué motivación tienen las acciones militares adelantadas en el departamento del Cauca y los planes del Gobierno nacional como el llamado Plan Cauca?

El Cauca es en este momento el cuadro bélico más activo del país. La razón de esa dinámica se sustenta en el papel estratégico que tiene en términos de la riqueza aurífera, hídrica que se disputan las fuerzas estatales en articulación con los diferentes grupos mercenarios que han llegado al territorio, sobre todo para ampliar sus dominios.

No hay otra razón que la de un proceso de reestructuración y desplazamiento de fuerzas expresadas en armas, que buscan el lucro y la explotación del territorio y sus pobladores, con la alianza soterrada entre las fuerzas militares y sus apoyos paramilitares, para hacerse al control de zonas altamente decisorias en los aspectos políticos-militares y ambientales.

El plan Cauca no tiene otro objetivo que conjurar estas fuerzas para desplazarnos de los espacios donde ha sido difícil penetrar por vía militar. Para ello, han dado instrucciones para cooptar la población civil y sus líderes, usando sus mecanismos de compra de información y delación, penetrando sus organizaciones sociales y vinculando los líderes a la política de guerra que el Gobierno nacional ha orientado sobre el Cauca.

Realmente este Gobierno lejos de buscar la Paz Total, ha reeditado los tiempos de la seguridad democrática bajo nuevas modalidades de contrainsurgencia.

Manuel Marulanda siempre priorizó la paz por encima de la guerra. Al respecto, ustedes se reconocen como herederos de las FARC-EP. En medio de las dificultades, ¿mantienen alguna iniciativa de paz? ¿Qué propuesta le hacen al Gobierno nacional para volver a construir confianza y avanzar en un proceso de diálogo político?

El camarada Manuel Marulanda siempre concibió la paz sin rendición. Esa es una de las razones por las cuales consideramos la vigencia de nuestra lucha, mientras sigan persistiendo las causas del conflicto y el Establecimiento siga considerando la guerra como el medio más idóneo para la acumulación de riquezas.

Nosotros estamos trabajando por la posibilidad de una solución política de carácter nacional que tenga desarrollos particulares a nivel territorial. El modelo de “paz territorial” propuesto por el Gobierno que se reduce a la implementación de programas y proyectos con rubros del Plan Nacional de Desarrollo adeudados por años a las comunidades, mientras desarrollan una política contrainsurgente y de ruptura, no se ajusta a las necesidades de trasformación para resolver los problemas de fondo que originaron el conflicto en Colombia.

Nuestro comandante en jefe Iván Lozada en su último pronunciamiento público fue claro sobre nuestras intenciones de retomar el camino recorrido. Pero el Gobierno no escuchó este llamado y priorizó la guerra, no sin antes intentar nuevamente ridiculizarnos, mandándonos a ver una película.

La pelota está en manos del Gobierno. Si se actúa sin trampas, con respeto y con la altura necesaria para asumir el debate de la paz por medio de un diálogo franco y abierto y de cara al país, se podría reestablecer las confianzas mínimas para retomar los diálogos. Nosotros ya hemos hecho lo que nos corresponde como revolucionarios y es insistir en transitar el camino de la solución política.

Si el gobierno quiere retomar la vía del diálogo, debe reestructurar su idea de mesa, buscar modelos de solución política más allá del mundialmente fracasado modelo de desarme, desmovilización y rendición. Sin afanes ni presiones políticas o electorales, debe replantear la táctica de la división para generar desbalances favorables a sus propósitos.

Un Gobierno que se reclama del cambio, debe también cambiar el viejo modelo de solución política que es ya insostenible para resolver la nueva dinámica de la confrontación política, social y armada. De mantener el esquema actual no hay garantía de recuperar las confianzas y mucho menos de entablar diálogo alguno.

¿Cuál es el mensaje final que envía Sebastián Martínez?

Las FARC estamos convencidas de la paz, pero no a cualquier precio. Queremos verdaderas y reales transformaciones políticas, económicas y sociales, para ello hemos puesto nuestras vidas al servicio de esta causa. Aún hay posibilidades de cambiar el destino del país por uno más digno y justo para el pueblo colombiano.

La experiencia reciente nos demuestra que la dignidad del pueblo no vendrá de caudillos bien intencionados en querer cambiar las cosas, haciendo lo mismo que han hecho los anteriores poderosos en la Casa de Nariño.

El pueblo tiene la posibilidad de cambiar verdaderamente la historia de este país y no necesita pedir permiso o solamente hacerlo en las urnas, también están las grandes acciones, esas, que cuando hacen levantar el país, los poderosos temen.

Es hora que el pueblo retome la movilización ubicando en el horizonte sus sueños, lo que les pertenece. Ya esperó el cambio desde “arriba” y este no llegó. Ahora y siempre los cambios reales vendrán desde abajo, con liderazgos capaces de ocupar posiciones de poder, en una acertada lucha “abajo-arriba”, combinando todas las formas de luchas posibles, como lo dice la historia de las grandes transformaciones sociales.

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