sábado, marzo 15, 2025
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Siempre maricas, nunca woke

El concepto de ‘woke’ es desconocido en nuestro medio, pero de gran vigencia en el debate político contemporáneo. Aunque tiene un carácter polisémico, ya que puede ser entendido de manera distinta desde cada orilla ideológica, el término debe ser identificado con el neoliberalismo progresista

Edgar Robles Fonnegra (*)
@ERoblesF

Recientemente, la palabra woke (despierto, en inglés) ha adquirido resonancia en los medios de comunicación en boca de los presidentes Milei y Trump, y ha sido usada en una reciente columna de opinión escrita por Brigitte Baptiste. Prácticamente desconocida en nuestro medio, es un extranjerismo utilizado de forma despectiva por la derecha angloparlante para burlarse, estigmatizar y perseguir a los sectores progresistas. ¿Pero siempre fue así?, ¿cómo surgió?, ¿por qué llegó a significar esto último? y ¿cuáles son sus implicaciones políticas actuales?

Qué es woke y queer

Toda palabra o expresión de un idioma que se importa de otro adquiere connotaciones distintas. En el mundo hispanófono de América Latina y España, las palabras woke y queer adquirieron un significado diferente del anglófono. Se parecen, pero no son lo mismo.

Inicialmente, la palabra queer significaba todo lo que era ‘raro o extraño’. Luego del surgimiento de los movimientos por los derechos civiles a finales de los años 60, pasó a ser un sinónimo de lo homosexual o gay. En la década de los 90, debido a desarrollos académicos (Butler) que buscaban deconstruir las ideas tradicionales sobre el género y la sexualidad y que cuestionaron las identidades LGBT, el término pasó a expresar la posibilidad de postidentidades, no binarias, fluidas y plurales, que emergían como una performatividad social de las subjetividades.

El término woke ha sufrido su propia evolución histórica. La primera vez que se tuvo noticia de su aparición fue en 1938 en una canción de Lead Belly titulada “Scottboro Boys”, que hacía referencia a una denuncia contra nueve adolescentes afroamericanos, entre 13 y 20 años, acusados falsamente en Alabama, Estados Unidos, de violar a dos mujeres blancas en un tren.

Luego, en la década de los 60, los movimientos antirracistas lo usaron para significar “despertar”, “estar atento” o “ganar conciencia” por los derechos civiles de estas poblaciones históricamente discriminadas. Posteriormente, pasó por extensión a entenderse como referencia a las luchas de otros sectores minorizados como mujeres y LGBTIQA+.

En los años 90, con el fin de la Guerra Fría, los neoliberales ganaron poder al cubrir su proyecto económico con un nuevo ethos cosmopolita, centrado en el multiculturalismo étnico, el empoderamiento de las mujeres y los derechos LGBTIQA+. Apoyándose en partidarios de tales ideales, forjaron un nuevo bloque hegemónico que Nancy Fraser ha denominado neoliberalismo progresista, siendo popularmente conocido como woke.

La domesticación

Estas legítimas luchas por la emancipación y la justicia social quedaron así domesticadas dentro del Partido Demócrata de Estados Unidos y la socialdemocracia europea, ya que la financiarización, la globalización empresarial, la desindustrialización y el neocolonialismo, tornaron estas reivindicaciones igualitaristas e identitarias en una mascarada y las llevaron a la absolutización, al tribalismo y al extremismo de la cultura de la cancelación.

Tomaron el reconocimiento de las identidades, pero desecharon la redistribución económica, que válidamente había formulado Nancy Fraser en “Iustitia Interrupta, reflexiones críticas desde la posición postsocialista”, señalando que ambas eran condición sine qua non de una izquierda del siglo XXI.

Desde entonces se marginaron otras expresiones de los movimientos LGBTIQA+ y se financiaron solamente las que eran susceptibles de ser cooptadas. Los recursos proceden de ciertas fundaciones, organizaciones, agencias y corporaciones transnacionales, como la Open Society Foundation (OSF) de George Soros, entre las más conocidas.

En cuanto a Soros, en un caso de imperialismo interseccional (Grosfogel), utilizando estos recursos y esas organizaciones por la diversidad sexual en Europa oriental, las condujo a involucrarse en las denominadas ‘revoluciones de colores’ que buscaban derrocar regímenes contrarios al poder atlantista/otanista.

El movimiento LGBTIQA+ fue declarado terrorista por el gobierno de la Federación Rusa, amén de ser considerado peligroso por la conservadora Iglesia Ortodoxa, de facto, otro poder dentro del Estado. Por el devenir de las contradicciones entre los neoliberales (y neoconservadores) globalistas y los soberanistas paleoconservadores de derecha ─como el trumpismo dentro del Partido Republicano de Estados Unidos y los movimientos de extrema derecha (neofascistas) de todo el mundo─ en el discurso de estos últimos se engloba a todas las agendas de los primeros como “políticas woke” y se las señala de ser las causantes del declive moral y la decadencia de Occidente.

Desde los sectores conservadores de países del Sur Global se señala a las políticas woke de ser colonialistas y atentatorias de sus tradiciones y costumbres. Así mismo, existen sectores de izquierda conservadora que terminan (re)estigmatizando a estos grupos excluidos como chivos expiatorios y culpándolos de las derrotas de la izquierda, como la del plebiscito por la paz y el debate por la “ideología de género” en nuestro caso colombiano.

Se olvida así el sentido universalista de los derechos humanos y la necesidad de una coalición de múltiples luchas emancipatorias contra un sistema polifacético de dominación como el que nos agobia. Afirmamos categóricamente, con Susan Neiman, que la izquierda no es woke.

Seres sentipensantes maricas, nunca woke

Desarrollo distinto ha tenido el Movimiento Marica en Colombia. En este mundo nuestro, americano, nos hallamos más cerca de las epistemologías del sur propuestas por Boaventura De Souza Santos o de la “Historia doble de la Costa” de Orlando Fals Borda, que del “Choque de civilizaciones” de Samuel Huntington.

Para no hacer muy extensa esta reflexión, la diferencia entre activistas woke y ‘maricas militantes populares de la diversidad sexual’ se hace evidente entre quienes son alternativos de centro y centro derecha (verdes, liberales y otros) y quienes estamos en el Pacto Histórico y sectores afines.

En la Patria Grande, los activistas alternativos woke conciben sus agendas contra el patriarcado desligadas de las luchas contra el capitalismo, el colonialismo y el belicismo, mientras que quienes somos militantes populares de la sexo-diversidad, hacemos converger tanto las luchas emancipatorias maricas contrahegemónicas como las de construcción de una paz transformadora, superando el patriarcado, el colonialismo, el belicismo, el sionismo, el fascismo y el gran capital.

(*) Comité Ejecutivo Nacional de Colombia Humana, sectores LGBTIQA+

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