A menudo se piensa que los dibujos animados son un entretenimiento exclusivo para niños. Pero también son objeto de culto para adultos
Ricardo Arenales
De las muchas franquicias de dibujos animados que se han conocido en las últimas casi nueve décadas, ninguna ha recibido más premios que Tom y Jerry.
Y si hablamos de casi nueve décadas, quiere decir esto que que no hay muchas series de dibujos animados que hayan sido más antiguas o duraderas que Tom y Jerry. La serie hace relación a una larga lista de enemistades y, a veces, amores, aunque escasos, de un gato gris llamado Tom y un ratón marrón llamado Jerry, que vieron la luz el 10 de febrero de 1940. Y a pesar de que millones de veces han luchado entre sí, casi hasta la muerte, sobreviven y concitan el cariño de millones de niños en el mundo, en decenas de países.
Como Pedro y Juan en nuestro medio, Tom y Jerry eran dos de los nombres estadounidenses más típicos entre las personas de mediados del siglo XX. Por consiguiente, eran perfectos para un gato y un ratón de dibujos animados, estilísticamente simples. Aunque en sus orígenes no se llamaron así.
Una historia matizada
Sus creadores bautizaron al gato como como Jasper y al ratón como Jinx. Pero a sus creadores no les cuadraban mucho esos nombres, no encajaban fonéticamente ni entre los mensajes publicitarios promocionales. Y consultando con los miembros de su equipo, terminaron por llamarlos Tom y Jerry.
Por un encargo de la Metro Goldwyn Mayer, MGM, la serie fue creada por William Hanna Y Joseph Barbera. Gracias a su trabajo, el estudio Hanna-Barbera ganó un total de siete premios Oscar al Mejor Cortometraje de Animación, más que cualquier otra serie animada basada en personajes de ficción.
También fue nominada en el año 2000 por la revista Time como uno de los “mejores programas de televisión de todos los tiempos”. Tom y Jerry ocuparon también el puesto 66 en el “Top 100 Programas de televisión animados”, del portal ING en enero de 2009.
A pesar de que los creadores de la historieta cambiaron los nombres de Jasper y Jinx por los de Tom y Jerry, que resultaron más sonoros, más acordes con la idiosincrasia norteamericana, más ‘pegajosos’, tampoco estos dos nombres fueron originales.
Una guerra constante
La verdad es que Tom y Jerry se habían convertido en una frase que venía escuchándose en el idioma inglés desde hacía más de cien años. En 1821, el escritor británico Pierce Egan escribió Life in London, la historia de un par de bandidos llamados Tom y Jerry. Tanto éxito cosechó el libro, que inspiró una obra de teatro y un batido de ponche de huevo.
Tom y Jerry son pioneros de la cultura pop, uno de los primeros dúos de dibujos animados que se involucraron en una guerra cruel y constante, una fórmula infinitamente repetida, que de alguna manera no pasó de moda.
Tanto así que influyeron en otras historietas como “El Coyote y el Correcaminos”, “Silvestre y Piolín” o “Rasca y Pica”. A menudo se piensa que los dibujos animados son un entretenimiento exclusivo para niños. Pero también son objeto de culto para adultos.
En esta perspectiva, Tom y Jerry siguen siendo herramienta de entretenimiento para millones en el mundo. Pero al igual que otros dibujos animados, que a menudo recurren a escenas de violencia, que son asimiladas por los niños, el asunto es objeto de estudio por parte de terapeutas en diferentes disciplinas.
El peligro asecha
Clotilde Sarrió Arenandis, de la Asociación Española de Terapia Gestalt, se refiere al efecto de los dibujos animados en la educación de los niños:
«Hay una tendencia defensiva por parte de muchos padres, a considerar que los dibujos animados “no tienen nada de malo” y dar por supuesto que “están supervisados por un equipo de psicólogos y guionistas especializados”, y que por ello carecen de peligro alguno para sus hijos.
»Sin embargo, la práctica demuestra que la violencia en los dibujos animados (al igual que en muchos programas de televisión que un niño nunca debería ver) es tan frecuente como preocupante. Un tiempo excesivo del niño ante la pantalla de televisión o el monitor del ordenador puede enseñarle que el modo de resolver ciertos problemas en la vida real es hacer las cosas tal cual actúan los superhéroes y aquellas actuaciones fantásticas que el niño asimila como superpoderes.
»La identificación con protagonistas de los dibujos animados lleva consigo una mimetización tal que les impele, ya no a vestir como sus referentes (pijamas, disfraces…) sino a actuar bajo la consigna de “lo que puede hacer mi héroe también lo puedo hacer yo», afirma Sarrió.
Fuente de ansiedad
En cuanto al tiempo en que los niños deban permanecer frente a la pantalla, puntualiza la terapeuta: “Recientes estudios demuestran que el promedio de tiempo que los niños españoles ─de entre cuatro y doce años─ pasan delante de la televisión, es de dos horas y media al día. En otros países como Estados Unidos la cifra es aún más alarmante, ya que fluctúa entre las tres y las cuatro horas. Si bien no hay un consenso acerca del tiempo que un niño puede ver dibujos animados (o televisión en general) sin que le ocasione perjuicios, lo ideal sería que nunca rebasara los sesenta minutos diarios”.
En cuanto a las consecuencias de permanecer mucho tiempo frente a la pantalla, señala Carrió: “Una excesiva exposición al visionado de dibujos animados puede ser fuente de ansiedad en el niño, mermar su capacidad creativa, fomentar la agresividad y alentarle a buscar emociones y sensaciones potencialmente peligrosas para su integridad física y su salud mental.
»Emocionalmente, lo que le llega al niño a través de la pantalla no suelen ser sensaciones positivas o productivas (pese a la aparente gratificación que les supone disfrutar con las aventuras de sus héroes), sino más bien sentimientos del tipo pena o rabia, intensos sobre todo cuando finaliza un episodio y el niño se ve forzado a regresar al mundo real y afrontar sus obligaciones de cada día”.