José R. Llanos
Mientras el país nacional y el país político, terminología gaitanista, se expresaban multitudinariamente por la paz el 9 de abril, algunos francotiradores belicistas, desde un medio de gran circulación como El Tiempo, y el ministro Juan Carlos Pinzón azuzan la guerra, incluso estimulan y defienden facciones al interior del gobierno de Juan Manuel Santos. En las páginas de opinión del mencionado diario en una columna de Salud Hernández Mora, titulada Carta a Teodora/Piedad, leemos: “En lo que coincido con usted es en que los militares están cansados del Presidente, por lo que consideran son traiciones como la del otro día en La Macarena”.

En la misma columna, más adelante la autora agrega: “Los ruidos de sable no son para tumbarlo, las FF.MM. respetan y defienden la democracia…, pero creo que se prepara algo”.
Justificando el golpe de estado
Es supremamente grave que en un país que se reclama una democracia, los militares opinen que las órdenes del Presidente, quien constitucionalmente es su comandante supremo, constituyan traiciones. A partir de estas valoraciones, se entiende la acción del coronel que informó al espía Álvaro Uribe las coordenadas del despeje militar para facilitar la salida de los guerrilleros farianos hacia La Habana, para aumentar la representatividad de las FARC-EP en la mesa de negociaciones.
Para evitar que las manzanas podridas que pululan en las Fuerzas Armadas terminen contagiando todo el cuerpo institucional, el gobierno debe con prontitud descubrir al coronel y los secuaces que responden más a las exigencias del ex presidente Uribe que a las órdenes legítimas del Presidente de la República. No infunde respeto y credibilidad un gobierno cuyas Fuerzas Armadas están fatigadas de él. Este cansancio puede ser el preludio del defenestramiento.
No olvidemos que muchos golpes de Estado son ejecutados por coroneles y es sobre coroneles que tiene la máxima influencia y capacidad de manipulación Álvaro Uribe. Un político como él, tan inestable emocionalmente que requiere dosis diarias de fármacos, puede atentar irresponsablemente contra cualquier gobierno.
Otro hecho que demuestra la carencia de unidad y gobernabilidad del actual gobierno es el permanente cuestionamiento del ministro de Defensa Pinzón a la política de paz y a las acciones del Presidente que la implementan. Con el agravante que algunas declaraciones de este ministro constituyen peligrosos señalamientos a la dirigente de la Marcha Patriótica Piedad Córdoba. ¿O es que la extrema derecha utiliza al ministro de la Defensa para que sabotee el proceso de paz, incitando al asesinato de la ex senadora demócrata?
Los partidos y movimientos políticos de raigambre democrática, los gremios, el sindicalismo, la academia, los campesinos, en fin, todo el país moralmente sano, deben elevar su voz contra estos instigadores de la violencia que hace menos de 20 años instrumentaron el genocidio de la Unión Patriótica e impidieron que la nación accediera a los derroteros de la concertación democrática. En aquella nefasta ocasión acudieron a las mismas tácticas: calumnias, señalamientos y fatalmente culminaron con la hecatombe del novel y esperanzador movimiento político.
La impotencia del gobierno
Otro entuerto que afecta a Juan Manuel Santos es la sistemática ola de asesinatos de campesinos. Seríamos injustos si no reconociéramos que el Ejecutivo nacional trata de proteger a los líderes que luchan por la restitución de las tierras que los paramilitares les arrebataron mediante las armas. La prensa destaca que se gastan de las arcas oficiales 1.490 millones de pesos para protegerlos, sin embargo, es de todos conocido que desde 2008 han sido asesinados más de 60 campesinos que exigían la devolución de sus propiedades agrarias.
Estos asesinatos demuestran que el gobierno es incapaz de proteger eficazmente a quienes luchan por recuperar sus tierras. Tal vez los encargados de la protección del campesinado desplazado sean informantes de los latifundistas que les arrebataron sus propiedades y así facilitan los objetivos de sus asesinos. En un país donde los presidentes utilizan el organismo de inteligencia para perseguir a los adversarios políticos, todo desafuero es posible.
Mientras la guerrilla acaba de dar una demostración de su voluntad de conducir los diálogos en forma tal que al final, sin precipitaciones, sin esguinces ni dobleces, se construya el marco jurídico-político que permita silenciar los fusiles e iniciar las acciones conducentes a la participación de las FARC en la contienda política legal, para aclimatar la convivencia entre colombianos.
La quinta columna ministerial
La consecuencia de estas contradicciones ha terminado por crear en el imaginario colectivo la percepción de que el ministro Juan Carlos Pinzón es el vocero de los integrantes de los sujetos de las Fuerzas Armadas nacionales cansados del presidente, además a quien consideran traidor y “contra quien preparan algo”, según el decir de la periodista española nacionalizada hace ocho años. En todo caso las actuaciones del ministro referenciado están más acordes con los intereses y declaraciones de los sectores gremiales latifundistas y ganaderos. Por esas razones algunos comentaristas políticos opinan que Juan Carlos Pinzón pertenece al gobierno de Juan Manuel Santos sólo formalmente.
Otra táctica uribista destinada a emponzoñar y a destruir el ambiente pacifista y de entendimiento que tan arduamente están aclimatando los negociadores de La Habana es la valla con la cual anuncia el escabel de Álvaro Uribe, Francisco Santos, su decisión de participar en la carrera presidencial. Están buscando que alguien les amargue la vida a la extrema derecha con una valla que indague: ¿Qué clase social ha asesinado a más colombianos, desde la independencia nacional? La respuesta obvia: terratenientes y burgueses como el tonto Pacho Santos, como suelen llamarlo sus amigos y parientes.