En un mundo “que se está configurando entre ganadores y perdedores” en palabras de Castells, “las mujeres se encuentran entre las perdedoras”.
Ana Elsa Rojas Rey
La crisis del capitalismo en sus movimientos cíclicos se ha levantado y recuperado sobre la explotación y las guerras, en las cuales los imperios han envuelto al pueblo para atraparlo en esa red maléfica con especial énfasis en las mujeres, por ser una población vulnerable históricamente. Esto porque los roles que han jugado en el desempeño de la vida social no les ha permitido construirse como sujetas de derechos en el aspecto del ser, pues socialmente la cultura burguesa las ha colocado en el simbólico del deber ser, reforzando el procedimiento en el conjunto de normas construidas de manera lineal.
Normas practicadas con singular sexismo que enmarca a las mujeres dentro de la diatriba, entre lo que ellas desean ser, y lo que la cultura patriarcal les impone. Muchas veces las normas jurídicas no están escritas, sino a través de imaginarios sociales que se van trasmitiendo de generación en generación, lo que hace que se naturalicen las asimetrías entre hombre y mujeres.
Esta dicotomía entre lo que se desea y lo que se impone como una conducta a seguir, hace que la brecha en materia de desigualdad sea cada vez mayor, lo que permite que se enfilen baterías para convertir a las mujeres en una mercancía más en los modelos económicos imperantes como el neoliberalismo; donde el consumo es una acción permanente de toxicidad en el que las mujeres son el instrumento cuyo cuerpo es la estantería donde se exhiben todo tipo de mercancías y en esta dirección quedan atrapadas en las redes de los modelos de explotación económica.
Entre las perdedoras
Hablar de la explotación a las mujeres, como resultado de la lucha de clases, pareciera en estos tiempos que es una frase de cajón o simplemente un cliché reduccionista. Y todo para escapar de las nuevas formas que hoy en el desarrollo económico se desenvuelven a través de las tecnologías, donde los mercados son arrolladores y las mujeres son las creadoras de estas nuevas formas de producción. A través de grandes multinacionales de todo tipo, “dan cuenta de más del 30% del Producto Global Bruto (PGB) y de un 70% del promedio internacional”, es decir, en un mundo “que se está configurando entre ganadores y perdedores” en palabras de Castells, quien dice además: “las mujeres se encuentran entre las perdedoras”.
El sociólogo Manuel Castells señala que la restauración del capitalismo en los años setenta y ochenta utilizó eficazmente las redes informacionales para inducir un salto espectacular en las fuerzas productivas y el crecimiento económico: “La democracia, en un sistema capitalista está determinada por el mercado y el consumo, en el que las ganancias no son reinvertidas sino que van a parar a los paraísos fiscales, creando devaluación en las monedas internas, donde el poder adquisitivo de los países más pobres está determinado por las imposiciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, lo que significa agudas reducciones sobre los programas sociales (salud, educación, vivienda y desempleo).
Es decir, los cambios estructurales están marcados por distintas formas de la explotación en la lucha de clases que ponen en tensión las fuerzas, y su acción no es un asunto de Perogrullo, sino una decisión de los pueblos para su liberación”.
La feminización de la pobreza
La liberación de las mujeres está definida en la función de género como un conocimiento que les permite vislumbrar en donde están las asimetrías sociales. Pero el conocimiento por sí solo no es suficiente sino que debe estar inserto en el mundo del trabajo, es allí donde se puede observar con claridad, que en las relaciones sociales de producción se encuentran con que el trabajo realizado es menos pago que el del hombre, aun haciendo la misma función. Se enfrentan al acoso laboral, al asedio sexual, al menosprecio por ser mujeres, a competir en condiciones de desigualdad con los hombres, se ven obligadas a someterse para conservar el puesto de trabajo. Es ahí donde empieza la feminización de la pobreza, en un mundo unipolar en donde la transnacionalización de capitales se ha puesto al orden del día, y el trabajo irregular es todavía más perverso; sobre todo con el sistema de maquilas donde las mujeres trabajan gratis en el hogar con los nuevos sistemas de ajustes estructurales.
Cómo reforzar el sometimiento
El aumento de generación de pobreza, con la globalización del modelo neoliberal, conduce a la segregación del mercado laboral entre las clases trabajadoras, en las que las mujeres se encuentran en desventaja por los roles que se cumplen tanto en el mundo del trabajo laboral como en el espacio privado. Es en este camino donde se da la triple explotación de las mujeres, ya que el capitalismo hábilmente naturaliza su condición de explotada, reforzando el sometimiento a través de programas contra culturales. Programas como las telenovelas o sobre la moda, que fetichizan la necesidad social de cuerpos perfectos. También están los reinados, el consumo desmesurado de cosméticos, la música, las propagandas donde el cuerpo de las mujeres son maniquíes de muestrarios donde no se emula, sino que se compite.
El desarrollo de la sociedad no se puede acabar con la opresión de las mujeres en el capitalismo, por ende la formación intelectual de las mujeres es indispensable para allanar el camino de la construcción de una sociedad equitativa y justa con nuevos modelos de desarrollo, si son posibles.
Estrategias de liberación
Al estar en la maraña del capitalino, pareciera que todo está perdido. Es necesario mirar con precisión, como han hecho las mujeres en el mundo para ganar el puesto que hoy ocupan para desvertebrar estos modelos económicos que las oprimen.
Una primera reflexión es saber que son mujeres que transitan relaciones de complicidades con autoridad femenina y alianzas con los movimientos políticos de liberación. También deben incidir de manera más decidida en el movimiento obrero, desinstalando los métodos patriarcales que se utilizan en el sindicalismo de hoy. Es necesario ver la unidad como un trascurrir dialéctico para las defensas políticas de las mujeres y de los pueblos que luchan por una liberación definitiva. La montonera no es unidad ni calidad.