Sergio de Zubiría Samper
Las dificultades señaladas por el filósofo Derrida hacen parte de las tensiones inherentes a las prácticas contemporáneas del perdón. El primer equívoco: con frecuencia se confunde el perdón con un gran número de conceptos cercanos, como la disculpa, el pesar, el arrepentimiento, el olvido, la confesión, la comprensión, la amnistía, la prescripción, etc. La segunda dificultad: a menudo se presenta una contaminación entre la lógica del perdón y la lógica judicial, como si la absolución o sentencia penal reemplazara la práctica del perdón.

La tercera tensión: el lenguaje que le aplicamos actualmente pertenece a una herencia religiosa judeo-cristiana o abrahámica, que pretende universalizarse para todos los rituales del perdón. A partir del Tribunal de Nüremberg se impuso un lenguaje homogéneo del perdón. Algunas de sus características son: el perdón apunta al servicio de una meta, la exigencia de arrepentimiento, la necesidad de confesión, la autoinculpación, la acción de conversión y la función de normalización.
El cuarto escollo, el mayor problema ético para Derrida, nace de una paradoja: sólo si existe lo imperdonable tiene sentido el perdón. ¿Hasta dónde se puede perdonar? Si no estuviésemos dispuestos a perdonar más que lo que nos parece perdonable, en términos teológicos el “pecado venial”, la idea misma de perdón desaparecería. Hay que perdonar lo peor, el crimen despiadado, el daño imperdonable. El perdón se anuncia como lo imposible mismo, no como lo fácil y posible.
Las necesarias fronteras entre lo legal y el perdón, como también la posibilidad de prácticas del perdón en clave multicultural y contextual, pueden ser compartidas por distintas teorías del perdón. Las diferencias entre la verdad jurídica y la exigencia de verdad de las víctimas, la imposible confusión entre amnistía y perdón, los límites de todo proceso judicial, nos obligan a distinguir entre acción jurídica y el perdón.
Las aporías mayores están en su conceptualización y su carácter incondicional. No resulta fácil aproximarse al significado del perdón y tiende a definirse desde el aparente opuesto de la venganza o del olvido. En el perdón se trata de liberar el presente y el futuro de la carga que imponen ciertas experiencias sufrientes del pasado. El perdón rompe la lógica de la correspondencia, del intercambio del daño e instaura una lógica de obsequio, regalo o don: perdonar es regalar en abundancia, dar mucho más de lo esperado.
¿Existen actos humanos que no tienen perdón? Derrida, por su necesidad de liberar el perdón de toda instrumentalización, de cualquier sospecha de supeditación a intereses particulares, arriesga la tesis del perdón absoluto e incondicionado. Es necesario perdonar lo imperdonable. Tenemos que impedir el sometimiento del perdón a la hipocresía, el espectáculo o la instrumentalización.