Nelson Fajardo
Inicia 2014 y corresponde hacer una reflexión sobre la situación social de Colombia con los datos oficiales del DANE y el análisis crítico pertinente. Y lo decimos teniendo en cuenta que ya se firmó el aumento del salario mínimo legal, los precios de la canasta familiar (salario real) aumentan y los gastos en educación están al orden del día; todo esto en lo que conocemos como el “guayabo navideño”. Vamos a referirnos a cifras consolidadas de los años 2011 y 2012, para que contrastemos con lo que dejó, posiblemente, 2013.

Empecemos, entonces, señalando que los crecimientos del Producto Interno Bruto fueron de 6,6% en 2011, 4,0% en 2012 y 3,5% para 2013, posiblemente. Por su parte, el consumo total de la economía pasó de un crecimiento del 5,4% en 2011 a 4,4% en 2012; es decir bajó. Lo mismo sucedió con el consumo de los hogares, que de 5,9% llegó a 4,3% entre los dos años. La tasa de desempleo no alcanza un dígito, fue de 10,8% y 10,4% entre los dos años de referencia, baja insignificante para los requerimientos de una sociedad en desarrollo, pero en crecimiento.
Mientras que la tasa de inflación para los ingresos bajos pasó de 7,20% en 2011 a 2,35% en 2012; el ingreso per cápita de la unidad de gasto, promediada entre 3,6 y 3,5 personas para los años en referencia, creció 7,6% y 4,6% en 2011 y 2012.
Esto sucedía cuando la línea de pobreza, entre los dos años, varió o creció en 3,8%, la línea de pobreza extrema lo hizo en 4,0% y el porcentaje de pobres a nivel nacional descendió de 29,4% a 27,4% o 2,0 puntos. A ello se unen la brecha de pobreza que de un 13,4% llegó 12,9% entre los años en referencia y la severidad de la pobreza abarcó un 7,9% y un 7,0%, que hace una baja de 0,9 puntos.
Bienestar social: ¿Para quién?
Lo que los datos arrojan es una situación social en la que el crecimiento económico incide muy poco en el bienestar social, el consumo de los hogares desciende, el desempleo permanece constante y en dos dígitos, el ingreso de los sectores más pobres mejoró y la línea de pobreza también lo hizo.
El crecimiento económico y el bienestar social van por vías diferentes. El primero lo hace por una vía en la que están aseguradas tasas favorables, así sean oscilantes entre el alza y la baja. Esto debido a la confianza inversionista a los capitales transnacionales que colocan capital en la extracción de materias primas mineroenergéticas y reprimarizan la economía nacional, sin dar oportunidad a nuevas escalas de industrialización ecológica. A ello se une la colocación de capitales en la construcción, capital constante, y la creciente financiarización de la economía.
En cuanto al bienestar social, la situación muestra todo lo contrario: si bien se redujeron la línea de pobreza, la pobreza extrema y la severidad de la pobreza, ello no puede llevarnos a cuentas alegres, por cuanto las tasas de pobreza siguen siendo extremadamente altas y explosivas; que afectan el 31,5% de los hombres y el 35,5% de las mujeres.
Ahora bien, las reducciones logradas no son el resultado de una mejor redistribución de la riqueza; sino más bien de una redistribución de la pobreza, que golpea, principalmente, a los mal llamados estratos 3 y 4. Es una redistribución que fortalece la pobreza relativa, por medio de una política impositiva que agrede el consumo directo de la población; tal y como sucede con el Impuesto al Valor Agregado (IVA), la cascada de impuestos indirectos y los estímulos al capital, a través de las exenciones, que deben fortalecer la confianza inversionista. Lo grave es que los sectores populares no captan el problema y los estratos 3 y 4 son indiferentes, mientras puedan sostener sus apariencias.