La pobreza, la guerra en Ucrania, el cambio climático, los abusos contra los derechos humanos y Palestina son los temas y problemas que marcan nuestro tiempo
Luz Marina López Espinosa
El debate general realizado es el acto más importante y que más interés de la comunidad internacional concita. Es en ese donde los jefes de estado exponen sus posiciones sobre los grandes problemas y conflictos que aquejan a la humanidad en cada momento histórico. Como era lógico y de preverse, las intervenciones más esperadas, eran las del secretario general, las del presidente Trump y la de Netanyahu.
El secretario Antonio Guterres mostró un panorama bastante desesperanzador, inventario de lugares comunes, aunque criticó a los países ricos que, en retaliación por decisiones de la ONU, que no son de su agrado – como por ejemplo dar cabida a Palestina en órganos como la UNESCO o UNICEF – se retiran de ellos y suspenden sus aportes a programas de tales organismos con ingente daño a países que dependen desesperadamente de esa asistencia. Muy parco -ademanes del lenguaje eufemístico, ritos de la diplomacia- en denunciar el Genocidio cometido por Israel, palabras estas que no pronunció en ocasión en que era inexcusable hacerlo.
Trump o el narcisismo global
La intervención de Trump no podía ser sino la correspondiente a su personalidad autócrata, cínica y narcisa. Y de una pasmosa frivolidad, tanto más exhibiéndola en momento y lugar absolutamente trascendentales. Se quejó de que el telepronter del escenario nunca sirve, igual las escaleras eléctricas del salón donde se lleva a cabo la Asamblea; de la estafa toda que es la ONU con los cuentos del cambio climático y las políticas de inmigración. Le reprochó al organismo no haberle ayudado a acabar las guerras. Se envaneció de haber destruido el poder nuclear de Irán y su disposición a volverlo a hacer. Y eso sí, exaltó sus méritos en la paz del mundo, reclamando ser merecedor del Nobel de Paz. Y del Genocidio, nada.
La humanidad entera que con impotencia que acrecienta su dolor ha padecido las escenas del martirio del pueblo palestino, tuvo este 25 de septiembre una pausa de gozosa compensación. Esa fue cuando ante el auditorio de la Asamblea le llegó el turno al primer ministro Netanyahu. ¿Aclamación general? ¿Abucheo generalizado? La tensión se sentía en el ambiente. Ni una cosa ni la otra. Porque la delegación colombiana encabezada por su canciller inició su retiro del recinto, siendo seguida por numerosas más, ¡la mayoría! Sonoros aplausos a Netanyahu por una minoría, mientras los abucheos eran mayoritarios.
De modo que el momento exultante para los millones que seguían la escena por televisión, fue ver al genocida con el rostro descompuesto por la ira, hablando del heroísmo de los soldados israelíes ante un escenario que las cámaras se regodeaban en mostrar casi vacío.
Pero faltaba lo que resultó ser el momento más memorable de esta 80 sesión de la Asamblea General: la intervención del presidente colombiano Gustavo Petro. Porque con la claridad y vehemencia que le otorgaban la justeza de su causa, denunció el Genocidio israelí y lo más trascendente, anunció que presentará un proyecto de Resolución que de ser aprobada por las dos terceras partes de la Asamblea la hará obligatoria, para conformar un Ejército de Paz. Uno que, con las armas, haga valer la legalidad internacional y ponga fin al Genocidio. Gran ovación de los asistentes.