Todo para derrotar el fascismo, fue la consigna que movilizó la más amplia solidaridad del pueblo cubano con quienes combatían en los países ocupados y en primera línea la invasión nazi a la URSS.
Msc. Humberto Fabián Suárez
La temperatura marcaba -22°C en Leningrado (San Petersburgo). Corría diciembre de 1987 y al cruzar el umbral de aquel imponente memorial a las 650 mil víctimas del bloqueo nazi a la ciudad durante la II Guerra Mundial me envolvieron los juegos de luces, la música y los efectos sonoros de aquel dantesco momento que sobrecogen al visitante. En una sala llena de recuerdos y testimonios especialmente conmovedores constaté la evidencia de mis pasos hasta aquel lugar.
Héroes cubanos de la lucha contra el fascismo
Allí estaba su nombre para legar a nuestro pueblo una hermosa página de internacionalismo. Aldo Vivó, joven cubano de solo 17 años se enroló en el Ejército Rojo el 5 de julio de 1941 para defender la ciudad de Lenin. Con activa participación en los dramáticos combates de Púlkovo, dos años después fue asignado al Departamento Político del 53 Ejército en la región de Nevá. En misión de combate contra el enemigo perdió la vida en 1943.
El 30 de enero de 1945, otro joven cubano, Enrique Vilar, de solo 19 años, al frente de un pelotón de infantería de 12 hombres cayó en combate, en el avance de las tropas soviéticas del Frente de Bielorrusia para liberar Polonia de la bota nazi.
No serían los únicos cubanos que lucharon en el frente o la retaguardia del enemigo. En noviembre de 1942 se habían enrolado voluntariamente 52 cubanos en el ejército norteamericano y el ejército inglés.
En la entonces Unión Soviética, Jorge Vivó, hermano de Aldo, fue destacado en un grupo especial de guerrilleros para sabotear las acciones enemigas y capturar oficiales y soldados nazis para recabar información de los planes del ejército ocupante. Sobreviviente, junto a otros siete compañeros, de una acción combativa de un grupo de 50 guerrilleros, fue evacuado a Leningrado donde sufrió los embates del bloqueo a la ciudad.
Rita, Georgina y Federico Vilar, hermanos de Enrique, trabajaron desde la retaguardia del Frente en el avituallamiento del Ejército Rojo.
En Cuba los trabajadores no se cruzan de brazos
Todo para derrotar el fascismo, fue la consigna que movilizó la más amplia solidaridad del pueblo cubano con quienes combatían en los países ocupados y en primera línea la invasión nazi a la URSS.
Un millón de tabacos y 40 mil sacos de azúcar para el país de los soviets se convirtió en el eje de la acción solidaria.
Los trabajadores tabacaleros acordaron elaborar el primer tabaco del día para la Unión Soviética; los obreros azucareros donaron un día de salario de la zafra de 1942 para hacer posible su compromiso y los portuarios decidieron boicotear todas las operaciones de los barcos que pretendieran transportar mercancías para las potencias del eje y manipular todas las cargas, sin límite de tiempo y esfuerzo, para los mercantes cuyas cargas tuvieran como destino a los países que combatían el fascismo.
Tanto la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) como la Asociación Nacional de Ayuda a la URSS declararon el 1 de noviembre de 1941 como Día de Salario para recaudar fondos con destino al frente antifascista.
A través del Frente Nacional Antifascista (FNA), organización de amplia base social e ideológica creada el 9 de julio para encauzar todo este esfuerzo, se garantizó la entrega de dinero, ropa, medicina, leche, jabón, cuero y otros productos de primera necesidad a la URSS y demás pueblos que luchaban contra el fascismo.
Ya en diciembre de 1941, el Russian War Relief de Nueva York acreditaba el recibo de un cheque por valor de 10 mil pesos enviado por el FNA. En octubre de 1942 llegaron a la URSS cinco barcos con mercancías cubanas por valor de 75 mil pesos. En 1943, la cifra de donaciones cubanas se elevaba a 300 mil pesos y se había cumplido la entrega de un millón de tabacos y 40 mil sacos de azúcar.
En las difíciles condiciones económicas que soportaban los trabajadores cubanos de entonces, aquel modesto aporte arrancado de sus míseros bolsillos constituyó una prueba de la capacidad de compromiso de nuestro pueblo con la derrota del fascismo.
La conciencia adquirida en estos duros años se logró, entre otros factores, por el prestigio creciente de la central sindical cubana, del primer partido marxista-leninista y demás organizaciones populares de mujeres, campesinos, jóvenes y la intelectualidad progresista, que con sus luchas asumían el compromiso con los intereses de los sectores sociales desposeídos y de la capacidad de aglutinar a las masas para golpear el problema fundamental de aquel momento que no era otro que la derrota del fascismo, aunque hubiese que subordinar los intereses inmediatos a los intereses de la nación y del mundo.
Con bien estructuradas campañas de propaganda que vinculaban el uso de los medios de comunicación -periódicos, revistas, la radio y el cine- con otras muchas acciones comunicativas donde predominaba el intercambio directo con las masas en fábricas, centros de servicios, colonias cañeras, escuelas y otros lugares, caracterizaron estas jornadas.
Acciones de gran relevancia movilizaron las masas. Exposiciones, funciones teatrales, exhibiciones de películas, presentación de literatura soviética y ferias formaron parte de grandes campañas comunicativas asociadas a las grandes campañas militares del frente -las campañas de verano e invierno del Ejército Rojo- o Cero Hitler en 1942, lema de la campaña que se sumó a la presión mundial para la apertura del Segundo Frente occidental, dilatado intencionalmente por los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra.
Todas estas acciones condicionaron el éxito de este esfuerzo solidario y contribuyeron a elevar la conciencia antifascista de nuestro pueblo.
El insigne poeta chileno Pablo Neruda, de visita en nuestra capital en estos años, expresó: “El pueblo de Cuba es claramente antifascista, el más antifascista de América… Más que un movimiento antifascista organizado, lo de Cuba es una conciencia, un sentimiento unánime, una voluntad”.
Tanta presión ejerció este movimiento que en julio de 1942 el Gobierno autorizó la exportación por decreto, sin recargo aduanal, de 120 toneladas de jabón y cuero que nuestro pueblo donaba a la Unión Soviética. Un hecho sin precedentes, habida cuenta de que Cuba no mantenía relaciones con la URSS. Tres meses después, el 17 de octubre de ese año, Cuba se convertiría en el primer país de Latinoamérica en establecer relaciones diplomáticas y comerciales con la URSS y el 7 de abril de 1943 llegaba a La Habana el primer embajador soviético: Maxim Litvinov.
La Gran Feria del Mundo Nuevo en junio de 1943 constituyó el espectáculo más grande realizado en Cuba hasta entonces y exponía en grandes pabellones por países la lucha contra las tropas nazis ocupantes, la resistencia de los guerrilleros y sus peculiaridades culturales mediante fotos, carteles, gráficos, estadísticas y otros soportes comunicativos. La isla tenía su propio pabellón y en él se exponía todo el quehacer solidario de nuestro pueblo contra el fascismo. Animaba esta feria, como elemento de indudable atracción, un cabaré con su pista de baile donde actuaban las más afamadas orquestas, restaurantes al aire libre, cafés y otras actividades.
Muchos años después, Gustavo Aldereguía, tesorero del FNA, recordaba que ante el atraque de un buque soviético en La Habana preguntaron al capitán del barco qué necesitaban en la URSS. Ante la respuesta de aquel marino, Aldereguía aseguró: “Al siguiente día, La Habana se quedó sin leche condensada, le restamos mucho jabón y no poca cantidad de cuero para las botas de los soldados que peleaban por mantener la libertad del mundo. El barco soviético recibió en sus bodegas más de 40 mil pesos en mercancías que regaló el pueblo nuestro…”
Los trabajadores en defensa de la economía y sus derechos
El objetivo estratégico de Todo para derrotar el fascismo no se limitó a estos puntuales ejemplos de algunas de las más importantes acciones solidarias de los trabajadores cubanos. Más allá de su trascendencia en sí mismas como expresión de una apuesta firme a la derrota del peligro fascista a costa de su seguridad individual y familiar, es de destacar el apoyo que en estos años brindaron para mantener un precio fijo al azúcar durante el tiempo que durara la guerra, por debajo del precio del mercado internacional. Ello constituía un aporte esencial de Cuba a la causa antifascista mundial, a contrapelo de los intereses de hacendados, grandes colonos y la oligarquía criolla que aspiraban a una segunda etapa de “vacas gordas”, similar a la vivida durante la primera conflagración mundial.
La CTC en su V Congreso Nacional efectuado en enero de 1942 acordó la política de no huelgas para asegurar los suministros cubanos al frente de guerra y resolver los problemas obrero-patronales mediante el arbitraje y la negociación.
“No se trata de un abandono de conquistas logradas por nuestro esfuerzo y por nuestra lucha”, aclaraba Lázaro Peña, secretario general de la CTC en el Informe al VI Consejo Nacional de la central sindical, “como no se trata tampoco de que renunciemos en general a la huelga, aun en las circunstancias presentes de la guerra… Frente a patronos recalcitrantes y agotados todos los medios utilizables para hallar solución pacífica a un conflicto, la CTC llamaría a los obreros a la huelga”.
Huelgas generales, paros, huelgas de hambre y la toma de centros de trabajo y ayuntamientos caracterizaron la etapa ante el intento de la burguesía nativa y las empresas extranjeras de aprovechar la coyuntura para imponer sus condiciones. Solo en el Tribunal de Urgencias de La Habana en el escaso espacio de tres años se registran más de 180 huelgas en este período.
La huelga de 52 días de los trabajadores textiles, de los obreros de las Minas de Matahambre, Ron Bacardí, del central Tinguaro y Jarcias de Matanzas constituyeron significativos conflictos donde los trabajadores y las organizaciones sindicales de todo el país se movilizaron en apoyo a sus demandas.
La lucha contra la especulación y el alza de los precios ante la escasez de productos también sacudió las huestes trabajadoras como su preocupación por preparar el país ante las consecuencias de la conflagración mundial y el peligro que suponía la victoria del fascismo, asunto este que determinó su apoyo al servicio militar obligatorio (SMO) y el entrenamiento de los cubanos para defender la patria y su participación en el frente.
Aunque esto último no fue posible porque la ley aprobada impedía enviar cubanos a la guerra, más de 250 mil jóvenes se inscribieron en el SMO y más de seis mil en el Servicio Militar Voluntario en tan solo dos semanas, variante aprobada por la Secretaría de Defensa ante la presión popular para alistar hombres capaces de luchar contra el fascismo en cualquier parte del mundo.
Con el apoyo de la CTC, Juventud Revolucionaria Cubana -organización juvenil de inspiración comunista-, sociedades negras y la Asociación Pro Enseñanza Popular de la Mujer, entre otras organizaciones, se crearon los cursos de primeros auxilios en caso de guerra llamadas Enfermeras por la Victoria, con el asesoramiento de instituciones especializadas y catalizaron la incorporación de mujeres al Servicio Femenino de Defensa Civil. Los sindicatos organizaron cursillos de instrucción militar.
En el Sindicato de la Aguja se habilitó un curso teórico-práctico de aviación con el asesoramiento de un militar republicano español refugiado en Cuba, con una matrícula de 100 alumnos. Para las clases prácticas contaba con una avioneta y un planeador.
En el aporte de los trabajadores cubanos a la derrota del fascismo no puede soslayarse la cuota de sangre que aportaron los marinos de los buques cubanos Manzanillo, Santiago de Cuba, Mambí y Libertad hundidos por submarinos alemanes.
El fusilamiento del espía nazi Luning, eje de una red en La Habana que informaba el movimiento de barcos y mercancías y el hundimiento del U-Boat 176 –uno de los submarinos nazis causante de estas tragedias- por el caza submarino CS 13 de la Marina de Guerra Cubana, cobraron al fascismo esta deuda sangrienta con nuestro pueblo.
Premonitoriamente, el protagonista de este último hecho, Norberto Collado Abreu, operador del sonar que detectó el submarino alemán, surcaría años después las aguas del Golfo de México al timón del yate Granma que transportaría a Fidel, Raúl y la pléyade de jóvenes que le acompañaban para reiniciar nuestra segunda y definitiva liberación y derrotar la sangrienta dictadura fascista de Batista.
Un epílogo necesario
La lucha contra el fascismo desde su mismo nacimiento no resultaba ajena a los sectores sociales más progresistas y democráticos de la sociedad cubana.
La condena a la invasión fascista italiana a Etiopía y la decisiva vocación solidaria en defensa de la República española son ejemplos fehacientes de ese compromiso.
Policarpo Candón, Pablo de la Torriente Brau, Rodolfo de Armas y otros en número cercano a mil integraron las brigadas internacionales que combatieron al fascismo en España, el mayor contingente de Latinoamérica presente en esta contienda.
Las numerosas campañas de recolección de fondos para los republicanos españoles donde se estrenó un niño que llegaría a ser años después el héroe legendario Camilo Cienfuegos, y la escuela de Sitges, Barcelona, donde se acogieron niños de padres pertenecientes al bando republicano, sostenida desde Cuba y dirigida por la maestra cubana Rosa Pastora Leclerc, son muestras de ese acendrado internacionalismo de nuestro pueblo y el sentimiento antifascista que anidó en lo mejores corazones de la patria.
Durante la II Guerra Mundial la política de unidad nacional que propició el primer partido marxista leninista, la CTC y sus sindicatos y demás organizaciones populares no significó el abandono de sus posiciones clasistas.
Entre 1940 y 1944 la CTC logró para los trabajadores aumentos de salarios por más de 464 millones de pesos, el descanso retribuido proporcional al tiempo de trabajo realizado, extensivo por primera vez en América Latina a los trabajadores agrícolas, el reconocimiento legal de la CTC y sus sindicatos, así como el subsidio por paro portuario, entre otras importantes conquistas.
La pujanza del movimiento obrero cubano y en especial el azucarero logró arrancar al imperialismo y la oligarquía criolla el diferencial azucarero a través de la Cláusula de Garantía, la conquista económica de más alta significación del movimiento sindical en el continente.
Creció la organización de los trabajadores y el sindicalismo se extendió hasta los trabajadores agrícolas, los más expoliados y desprotegidos, el gremialismo dio paso a la organización por industrias y la CTC llegó a aglutinar en 1945 a más de mil sindicatos con 241.035 trabajadores cotizantes.
Desde el punto de vista político, nuestro primer partido marxista leninista alcanzó la votación electoral más alta de su historia en las elecciones parciales de 1946 con 196 mil votos.
Durante estos años creció el conocimiento de las obras de los clásicos del marxismo-leninismo y lo mejor de la literatura soviética a través de la Editorial Páginas, creada por el Partido de los comunistas cubanos.
Como se señalaba en la Plataforma Programática del nuestro Partido aprobada en su I Congreso: “…Nuestros trabajadores cumplieron con honor, en la medida de sus posibilidades y recursos, naturalmente limitados, la tarea sagrada de contribuir a la victoria contra aquel, que constituía entonces el enemigo número uno de la humanidad”.
Los intentos por tergiversar la historia de la II Guerra Mundial y minimizar el aporte decisivo de la URSS a la derrota del fascismo y el intento de los círculos de poder de occidente de secuestrar la verdad sumado al desarrollo del neofascismo en numerosos países son un peligro latiente y una amenaza a la paz mundial.
Olvidar no nos está permitido. Las presentes y futuras generaciones de cubanos debemos reverenciar y cuidar las hermosas páginas de solidaridad e internacionalismo de nuestros ancestros e inspiradas en ellas, luchar por un mundo mejor.