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Mártires juveniles del 24 de noviembre

A 28 años de la masacre de la JUCO en Medellín, reproducimos este reportaje de Manuel Cepeda Vargas, publicado originalmente en Voz en 1987.

masacre juco 2

Manuel Cepeda

Sobre el movimiento popular de Medellín pesa en estos momentos el sombrío episodio. Al penetrar en la casa de la JUCO todavía están estampadas en la escalera las gotas de sangre. Visitamos la pequeña cocina donde fueron llevados. “Ya la hemos lavado”, nos advierte una joven. Pero el ambiente que se respira da noticia de que entre estas paredes el movimiento popular vivió hace contadas horas una de sus más terribles experiencias.

Habla el primer testigo

Hablamos con Rafael bolívar, cuya esposa y hermana, Orfelia Sánchez y Concepción Bolívar, de 39 y 20 años, perecieron. El relata: -“Yo iba a salir en momentos en que una reunión de jóvenes escuchaba las experiencias del reciente Congreso de la Mujer Trabajadora cumplido en Bogotá. Ahora yo era el que más exigía que miráramos primero por la ventana antes de abrir la puerta, como me hallaba ya en los escalones bajé rápido y abrí la puerta…”.

Entran los sicarios

“Entraron entonces tres hombres preguntando por una desconocida. Nos apartaron a empujones a los que habíamos acudido y subieron rápido al segundo piso, donde comienzan las oficinas. El último sicario se quedó un momento atrás, comprobando que la puerta quedaba cerrada. Que no, que no le conocemos, que aquí no hay nadie, decíamos. Entonces el mayor, que parecía ser el jefe, sacó veloz del cinto un revolver. –¡Quietos todos que esto es un atraco! Y rápidamente nos reunieron a todos los que estábamos en ese segundo piso y sin darnos tiempo nos llevaron a la cocina. –¿Dónde están los dólares y las joyas? Yo les contesté ¿cuáles dólares? Mi hermana me dijo: -No te subleves, sin saber que esas eran sus últimas palabras. Bueno, bueno, ¡al suelo! Los otros compañeros no se alcanzaron ni a acostar, sino a quedar medio sentados y ahí, en cuestión de segundos, alcance a ver un tubo largo como de ametralladora o subametralladora y se oyó el rafagazo!”.

Las amenazantes llamadas telefónicas

Rafael Bolívar es muy joven. Está transitando de pena por la muerte de su mujer y de su hermanita. “Ella tenía solo 20 años e iba a bachillerarse el 5 de diciembre. No he visto a mi hijito de tres años, desde que acontecieron estos hechos. Siempre había estas amenazas. Cuando yo contestaba se quedaban callados. Pero cuando contestaba mi mujer, decía: -¿Ya tienen el alma preparada? Alístense, porque pronto vamos a aterrizar! Llamaban varias veces al día. A veces no contestaban. Querían saber quiénes estábamos en la casa. A veces llamaban tarde en la noche…

El cuento de los silenciadores

El alcalde de Medellín, William Jaramillo Gómez, sostuvo que la pareja policial situada al frente de la casa de la JUCO no oyó los tiros porque las armas tenían “silenciadores”. Al respecto dice Rafael Bolívar: -Uno de los sicarios echaba ojo a la ventana de la cocina por temor a que estuvieran viéndolos. Dijeron: Bueno, bueno, al suelo pues, ¡tírense allí y nadie diga nada! ¡Y oí el rafagazo! Como estaba bocabajo me hice el muerto y dije: -Nos mataron. Sonaba duro, ¡muy duro! La gente de la calle escuchó los disparos. Personal de las peluquerías y salones de belleza que hay alrededor salía y eso nos llenó de público afuera.

Funeral y esperanza

En medio del más conmovedor despliegue del dolor y la indignación popular por el asesinato de cinco jóvenes militantes comunistas y de las graves heridas a tres de ellos, la capital antioqueña despidió el jueves 26 el duelo popular en un masivo acto en el Parque de Berrío. Allí llevaron la palabra, en su orden Magnolia Agudelo, dirigente de la JUCO de Antioquia, Bernardo Jaramillo Ossa por la Unión Patriótica, José Antequera por la dirección central de la JUCO, así como Humberto Jiménez del Frente Popular y un vocero de A Luchar.

Torpes guerras del general Guerrero Paz

Dada la magnitud de los acontecimientos, a la capital antioqueña acudieron el comandante de las Fuerzas Armadas, general José Manuel Guerrero Paz y el director general de la policía. Hubo reuniones y corrillos de la cúspide. Participaron el gobernador de Antioquia y el alcalde de Medellín, William Jaramillo. Momento a momento se deshacía la contraprueba que las autoridades habían querido urdir con el cuento de “armas con silenciadores” y de “retaliaciones” entre la JUCO y los sicarios. Por eso el afanado ir y venir de generales con entorchados y condecoraciones. Y la ciudad de luto.

Dos catafalcos llevados por la multitud

Arrancando desde la funeraria La Aurora la manifestación fue engrosándose hasta arribar al Parque Berrío. Como es costumbre en Medellín, donde un aplauso multitudinario y doloroso saluda la llegada del funeral de los mártires, la aclamación fue mayor en momentos en que el desfile penetró al gran parque y en que dos catafalcos (pues los otros tres mártires habían sido sepultados ya) con las banderas rojas del PCC y la JUCO cubriéndolos se extendían en la tarima desde donde iban a hablar los oradores.

Los oradores despiden el duelo

Los oradores mostraron la ligazón entre el gobierno de Barco y el crimen monstruoso que acaba de cometerse. Magnolia Agudelo juró, ante la estremecida multitud: “La JUCO no dará un paso atrás ante los fascistas”. Bernardo Jaramillo rechazó los burdos argumentos del general Guerrero Paz y subrayó el cómplice papel del gobierno Barco. José Antequera, secretario general de la JUCO, retó a ese mismo general a un debate público en Medellín y enfatizó que nuestra política no va dirigida contra las Fuerzas Armadas en su conjunto sino contra el sector militarista.

Sepultados al grito de consignas

Ya caía la noche cuando el desfile fúnebre penetró a los Jardines de Montesacro, en las afueras de Medellín. El sacerdote Gabriel López, rodeado por las rojas banderas de la JUCO, pronunció un intenso sermón para despedir los despojos de las víctimas. En medio de la sombra se encaminó el desfile funerario hacia el sitio donde reposarán definitivamente los mártires. “Morir por la patria es vivir para siempre”. “Presentes, presentes, presentes”. “Hasta siempre”. Estas eran las frases que despedían los juveniles restos de los mártires cobardemente ametrallados el 24 de noviembre.

¿Cómo eran los jóvenes asesinados?

Luz Marina Ramírez. –“Ella logró pagar la deuda de VOZ y organizaba, precisamente para el viernes 27, una brigada de la JUCO. Era entusiasta y había sido elegida nuevamente al Comité Ejecutivo de la JUCO en Medellín en la pasada conferencia regional”, dicen compañeros. Estudiaba bacteriología en la Universidad de Antioquia y había ingresado a la Jota desde 1984. Dinámica, donde llegaba Mariana llegaba la alegría y la actividad.

Irián Suaza. –Un muchacho salido del propio pueblo. Tenía 30 años y había logrado conseguir un bar por los lados de Junín que él mismo administraba. Nos dice Alexánder Naranjo: – “Irián había llegado a pertenecer al Comité Ejecutivo. Él se habría defendido, pero no portaba nada. En el bar, cuando veía a un tipo malevo lo frenaba de una. Una vez cogimos un bus para Itagüí y había un tipo raro al que Irián le dijo: -Usted quien es, a ver sus papeles. Lo requisó y le sacó un revólver. ¡Él era la verraquera! No se intimidaba por nada. Si hubiera llevado un arma habríamos frenado a los sicarios”.

María Concepción Bolívar. -20 años. Hija del famoso camarada Rafael Bolívar, campeón de la venta del VOZ. Su hermano Rafael, sobreviviente nos cuenta: -Ella escribió un trabajo formidable sobre la mujer y sus derechos. Ahora estaba cuidando a Orfelina, que acababa de ser operada de apendicitis. Cada vez estaba más cerca de nosotros, más cerca de la JUCO mi hermanita.

Pedro Sandoval. –Este joven comunista había venido desde Neiva a Medellín, donde esperaba poder terminar sus estudios de bachillerato en el Cesde. De solo 25 años, había cumplido labores en el Huila y en Antioquia y ahora estaba dispuesto a seguir cumpliendo las tareas de la militancia.

Orfelina Sánchez. –Esposa de Rafael Bolívar. De 39 años. Tenía dos niñas de un primer matrimonio y con Rafael había tenido un niño de tres años. Encargada de la casa de la JUCO desde hacía cinco años, estaba muy ligada a toda la organización. Dice Rafael: -Vivir en la propia JUCO nos hizo querer mucho mas a la organización, entenderla más y recibir también más las amenazas… Pensábamos sacar un apartamentico. Pensábamos estudiar. Pensábamos vivir. Y entonces llegaron los sicarios.

VOZ. N°1465 Diciembre 3 de 1987

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