jueves, marzo 28, 2024
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Los procesos locales de organización en la implementación y algunos demonios

Este momento de transición es importante porque es donde se jugará no solo el cumplimiento de las partes y la implementación de dichos acuerdos en los territorios, sino definirá qué organismos, estructuras o actores se encargarán de los mismos

En donde se jugará no solo el cumplimiento de las partes y la implementación de dichos acuerdos es en los territorios.
En donde se jugará no solo el cumplimiento de las partes y la implementación de dichos acuerdos es en los territorios.

Andrés Felipe López

El conflicto social y armado que se vive en Colombia desde hace más de cincuenta años ha sido especialmente intenso en algunas zonas rurales apartadas de las principales ciudades y sus circuitos de funcionamiento. Algunos de estos: veredas, corregimientos y municipios marcados en la memoria urbana por acciones propias de la confrontación.

Uno de estos lugares que se han asociado al conflicto es la región conocida como El Pato, en zona rural del municipio de San Vicente del Caguán, en el Caquetá. Refugio para colonos campesinos desplazados por los períodos de violencia, esta zona tomó renombre por la apelación que se hiciera en el gobierno de Guillermo León Valencia, cuando fue catalogada como una “república independiente”. Con este argumento se justifica una intervención militar y se inicia la llamada Operación Pato con el bombardeo de la región en 1965[1. Ver Alfredo Molano: Los años del tropel (1985), A lomo de mula (2016) y otros textos.].

Tuve el privilegio de estar presente en esta zona en la madrugada del 29 de agosto pasado, luego del anuncio del cese al fuego definitivo por parte de las FARC-EP a partir de la medianoche de ese domingo. En el comienzo de esa jornada de lunes (entre 4 y 5 a.m.), se podía sentir realmente una tranquilidad y el desarrollo de una cotidianidad que, según nos comentaron varias personas, se vive desde hace aproximadamente año y medio. Para ellos, la cotidianidad era la guerra[2. http://prensarural.org/spip/spip.php?article14553]. Así relatan innumerables episodios de enfrentamientos que resumen en una frase: “lo que conseguíamos en cinco años lo perdíamos en una hora”.

Morteros del Ejército

También en esa madrugada se podría sintetizar este momento de grandes expectativas, pero, sobre todo, de inmensos retos que se vienen en lo inmediato. La tranquilidad estaba también condicionada a que no había energía eléctrica. Esta zona no cuenta con este servicio. A través de las juntas de acción comunal se gestionó hace varios años una planta que funciona con gasolina los fines de semana y un par de horas del mediodía y de la noche entre semana.

La vía que la comunica de un lado para Neiva y del otro con la cabecera de San Vicente, a pesar de que figura como pavimentada para Planeación Municipal, en realidad no lo está y cada período de lluvias hace prácticamente imposible el transporte en cualquier vehículo. Allí llegamos en tres horas en un campero de servicio público, pero en los momentos de cosecha de fríjol y café, los principales productos que se comercializan, las chivas -cuentan- demoran más de siete horas para llegar hasta Neiva para sacar la cosecha.

El actual proceso de negociaciones, y esta etapa reciente de cese al fuego, permiten comenzar a visibilizar estas poblaciones que se han organizado en procesos locales de juntas de acción para gestionar desde allí lo que el Estado central desde siempre ha negado. A partir de estas juntas han construido modos asociativos de reivindicación de la vida y el territorio que no son nuevos. El momento actual de transición debe aceptarlos como actores centrales y no continuar ocultándolos o estigmatizándolos, ellos son fundamentales para la implementación de los acuerdos. Ellos son en la práctica la autoridad civil así como la memoria histórica de la zona y tienen la legitimidad que les dan años de permanencia y dolor, pero también de resistencia y vida.

Este proceso se materializa territorial y organizativamente en esta región dentro de la figura de Zonas de Reserva Campesina (ZRC); la ZRC del Pato-Balsillas es uno de los seis procesos que en la actualidad es reconocido oficialmente por el gobierno colombiano. La organización por juntas de veredas que se agrupan en núcleos interveredales, conformaron hace cerca de 20 años la Asociación Municipal de Colonos del Pato (Amcop). La Asociación, además de conformar comités de cafeteros y de productores de fríjol, entre otros, cuenta con un fondo social que sirve de “minibanco” para sus asociados.

Mientras tanto, la presencia del Estado se redujo hasta el momento a la intervención militar del Ejército y a la estigmatización de sus habitantes como auxiliadores de la guerrilla. Los campesinos recuerdan con mucho dolor la incursión en el 2008 en la escuela de Balsillas (sede actual del Batallón de Alta Montaña Nº 9) durante la fiesta del San Pedrito, donde fueron asesinadas varias personas, entre ellas su rectora.

También la retención de alimentos que en múltiples ocasiones se ha hecho, en especial al término de la llamada zona de despeje del Caguán en el 2002, así como el lanzamiento de morteros y bombardeos indiscriminados en la región. Acá llegamos al momento actual de tranquilidad descrita por los mismos habitantes; donde el silenciamiento de los fusiles permite escuchar al gallo en la madrugada, pero también ver de frente otra Colombia que hasta ahora se quiso ocultar o tergiversar desde la gran prensa.

El papel de las territorialidades colectivas

El punto 1 del “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”[3. https://www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/files/acuerdo-final-1473286288.pdf] es innovador, en la medida que reconoce estas otras realidades buscando un “nuevo campo colombiano” y una “reforma rural integral”. En este punto existen tres ejes importantes 1) la dotación y formalización de tierras para el campesinado, 2) la formulación de programas de desarrollo con enfoque territorial y 3) la construcción de la infraestructura y servicios necesarios para el desarrollo regional.

Este momento de transición es importante porque es donde se jugará no solo el cumplimiento de las partes y la implementación de dichos acuerdos en los territorios, sino qué organismos, estructuras o actores se encargarán de los mismos. La visión del Gobierno sobre ese nuevo campo colombiano pareciera estar en relación directa con su proyecto de Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (Zidres) y lo que esta figura representa a nivel internacional a través de personajes como el “rey de la soya”[4. http://lasillavacia.com/content/la-visita-del-rey-de-la-soya-la-habana].

Es aquí donde se marcan las diferencias con el gobierno y la propuesta de “desarrollo” que representa el Presidente; es acá donde surge lo que llamamos los diferentes tonos del Sí, es decir, las organizaciones sociales y específicamente los procesos de base cercanos a ellas. Estos procesos, representados en las diferentes propuestas locales de “territorialidades colectivas” en un sentido amplio a través de sus organizaciones, deben hacerse presentes para disputar[5. http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/sobre-transicion-en-general-y-en-el-territorio-oportunidad-y-disputa?category_id=138] y seguirse ganando la legitimidad que el Gobierno querrá otorgar a empresarios u otros.

No es buena señal que en algunas regiones se les quiera atribuir por parte del Gobierno un papel de intermediarias a dichas organizaciones de base y no como lo que son: representantes y reflejo de la realidad de las comunidades rurales en las regiones.

Adenda: ¡la disputa se hace en la plaza pública!

Esa disputa entendida desde el escenario democrático y la movilización social. El reciente asesinato de Cecilia Coicué, lideresa del proceso de Astrazonac, Asociación pro Constitución de la ZRC en Corinto e integrante de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria y de la Marcha Patriótica, además de propietaria de un predio en la vereda La Cominera, donde quedará una de las llamadas Zonas Transitorias de Normalización acordadas en La Habana, es preocupante.

Igualmente los asesinatos de tres integrantes del Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA) en Almaguer, sur del Cauca, así como las amenazas a la Comunidad de Paz en San José de Apartadó por parte de grupos paramilitares muestran que dichas estructuras siguen activas. Su desmonte y el esclarecimiento de los responsables resultan urgentes para poder empezar siquiera a discutir y seguir proponiendo.

Por ahora, vamos por el Sí, ¡Obvio que Sí!

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