martes, abril 23, 2024
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El carácter autoritario

El carácter del autoritarismo es un ejercicio de la autoridad en las relaciones sociales, donde prima la extrema ausencia de democracia, la irracionalidad y la falta de fundamentos en las decisiones, generando un orden social represivo y carente de libertades para otros miembros de la sociedad.

Ilustracion Teoría

Rubiel Vargas Quintero

En Colombia la experiencia del autoritarismo se ha expresado con actitudes de personalidad autoritaria, de esperarlo todo de un mesías, de un salvador, que en últimas termina coexistiendo con un histérico y paranoico delirante, identificadas con el aparato objetivo de la sociedad latifundista, ligadas a un pensamiento retardatario, apoyado con la falta de identidad del individuo normal de la sociedad colombiana, con la falta de conciencia crítica sobre ella, logrando un debilitamiento social de su pasado inmediato. El pensamiento crítico dirá: “Solo el recuerdo nos libera, es la consigna de la lucha contra el olvido”.

El carácter del autoritarismo es un ejercicio de la autoridad en las relaciones sociales, manipulador por parte de alguno o algunos de sus miembros, donde prima la extrema ausencia de democracia, la irracionalidad y la falta de fundamentos en las decisiones, generando un orden social represivo y carente de libertades para otros miembros de la sociedad. Su sostén ha sido ilimitar los poderes del Estado, cooptarlo en todas sus formas.

Se caracteriza por el culto de personalidad hacia un líder carismático, con una ideología de extrema derecha, que tiende a ser basada en las convicciones personales del líder, con una fuerte presencia militar en la que en ocasiones el ejército participa en política.

El fuerte liderazgo da la apariencia de acato a la Constitución y se convierte en un vínculo de poder de control a la sociedad, dominio político de un partido político, mecanismos de participación política popular controlada, que se apoya en votación en temas de interés para el régimen, no admite ningún tipo de crítica, se apoya en tecnócratas con criterios de racionalización, y desarrollismo. Son regímenes de corrupción, sin escrúpulos, utilizan mecanismos de legitimación y control social, con profundas relaciones Iglesia-Estado.

La seguridad como mercancía

La seguridad se refiere a la ausencia de riesgo o la confianza en alguien que garantice la libre locomoción como criterio de verdad y como única forma de solucionar los problemas de la sociedad. Las causas objetivas no se abordan en su real dimensión, sino como mecanismos de distracción que, producto de la repetición, se convierten en situación real como estado de bienestar que se percibe y disfruta la sociedad en su conjunto.

Los mecanismos modernos de seguridad están vinculados a la militarización de todos los espacios de la vida social. El aumento del pie de fuerza es un elemento fundado en una sociedad autoritaria. La seguridad se convirtió en un producto que permite vender servicios, donde se pueden vender conductas (movilidad segura) y mercancías (cámaras de seguridad, vigilancia privada, armas, uniformes, todo producto que tenga que ver con la vida militar). La seguridad democrática es la sombrilla que funciona como mecanismo oscuro para tapar la injusticia social.

Los profetas del engaño

En el artículo de Theodor Adorno “la teoría freudiana y el patrón de la propaganda fascista” hace una reflexión crítica planteando que el patrón libidinal del fascismo y de la técnica de todos los demagogos fascistas es autoritario. Adorno dice que “la agitación fascista se centra en la idea del líder, tanto en el caso de que su liderazgo sea efectivo como en el que aquél sea apenas un mandatario de los intereses de las masas, porque sólo la imagen psicológica del líder sirva para reanimar la idea del padre primitivo todopoderoso y amenazante”. La idea de tal símbolo es popularizar por medio de repeticiones a hombres y nombres en apariencias grandes, en lugar de analizar causas objetivas. El símbolo del padre omnipotente, patriarcal y machista.

La propaganda con rasgos fascistas se caracteriza por dos rasgos fundamentales:

I) la mayoría de los argumentos de los propagandistas es por la vía ad hominem, es decir: se basan en cálculos psicológicos más que en la intención de ganar adeptos mediante la fórmula racional de propósitos racionales. Tienen un desprecio por las masas que se expresa en la agresividad emotiva irracional. El propósito del agitador es transformarlas en multitudes dispuestas a la acción violenta sin ningún propósito político mínimamente sensato, el objetivo fundamental es instigar de manera sistemática. Gustave Le Bon le denominó “psicología de las masas”.

II) la estrategia sistemática sigue un objetivo político, la abolición de la democracia mediante el apoyo de las masas. Sus principales protagonistas (propagandistas) tienen un perfil de odio, son conservadores con fuertes arraigos cristianos chapados a la antigua, y el ego (latifundista) de naturaleza violenta. La estructura básica del discurso se apoya en la repetición con pobreza de ideas, esta técnica se estructura en una unidad que abarca la concepción política, convirtiéndose en criterio de verdad para las masas.

Legalidad y legitimidad

En la literatura jurídica alemana en el periodo de las entreguerras encontramos una figura como Karl Schmitt, en la que no solamente se encuentra al jurista sino al sociólogo y a un filósofo del derecho contemporáneo, que participó activamente en las observaciones políticas de su tiempo (de corriente política de derecha). Con la obra de legalidad y legitimidad inauguraba una época de critica jurídica-constitucional. Con ello se da una confianza procedimental extrema al parlamento. La legalidad se iguala a la formalidad, donde el legislador hace leyes arbitrarias, en contraposición al derecho sustantivo-material protectora de los derechos humanos.

La legalidad jurídica, cuando se mira desde una óptica sociológico-jurídica, fácilmente se puede ubicar donde están los límites del derecho que para un soberano autoritario es un problema. La solución de Schmitt pasa por la imposición de una voluntad soberana autoritaria, que busque neutralizar los órganos de decisión y control político, donde la autoridad del ejecutivo concentre como última instancia las decisiones capaces de manipular el derecho y la injusticia social.

En su teología política, Schmitt afirma que el “soberano es quien decide sobre la situación excepcional” que quiere decir, que la noción de soberanía se define en términos de actuación estatal en ausencia o en contra de la norma. Estas formas de autoritarismo fueron las que terminaron cooptando la democracia liberal en Alemania, imponiendo una democracia constitucional autoritaria. Cualquier coincidencia con Colombia es pura casualidad.

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