martes, abril 23, 2024
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Día de la Mujer: Los retos para la paz

“Muchas mujeres en la política cambian la política”

Delegacion de mujeres en Cuba

Magnolia Agudelo

Han pasado 105 años desde que las mujeres socialistas se reunieran en Copenhague, en la Conferencia internacional que proclamara la conmemoración del día internacional por los derechos de las mujeres. Este fue uno de los acontecimientos que marcó la articulación de las mujeres en esa idea de internacionalismo proletario: mujeres de distintos países con problemáticas similares, con la decisión de luchar por sus derechos y ligar la lucha por estos, con los avances y luchas del conjunto de la sociedad.

Todo esto se ha venido traduciendo en participación política de las mujeres; participación que se venía abriendo camino desde la Revolución Francesa con Olympe de Gouges y su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana.

Las luchas de las trabajadoras durante los siglos XIX y XX estuvieron signadas por reclamar los derechos civiles y políticos, es decir, por presencia de las mujeres en la vida política, económica, social y cultural. Presencia que se fue abriendo caminos gracias a la irrupción masiva de las mujeres en las fábricas, a los movimientos de mujeres y a la lucha en todos los campos, por acceder a la educación, al empleo, a la política y a condiciones dignas de vida, también, para sus hijas e hijos.

Siglo XX, el siglo de las mujeres

A pesar de que el siglo XX es denominado, por algunas autoras, como el siglo de la “revolución silenciosa de las mujeres”, debido a su presencia en todos los campos de la vida social; su representación política no se compadece con su presencia activa y transformadora en todas las luchas históricas.

Si vemos, por ejemplo, desde la lucha por la independencia hasta ahora, las mujeres son quienes se dedican a realizar el trabajo no remunerado (economía del cuidado), que según Elsa Gómez, en su artículo, “La Valoración del trabajo remunerado: La estrategia clave para la política de igualdad de género”, publicado en “La Economía Invisible y las desigualdades de género” CEPAL (2008), “el trabajo no remunerado contribuye al bienestar y desarrollo de capacidades humanas y al crecimiento económico de largo plazo, congrega el mayor número de horas de trabajo que podría representar más de la mitad del PIB. Dichas estadísticas indican además que las mujeres realizan la mayor parte de este trabajo y que, cuando se suman el trabajo remunerado y el no remunerado, las mujeres trabajan jornadas más largas que los hombres; sin embargo persiste la brecha o desigualdad salarial”.

En los últimos lugares en representación femenina

Vemos entonces que, a pesar de que las luchas de las trabajadoras y el movimiento de mujeres conquistó el voto que se hizo efectivo desde 1957, y a pesar de que el estado colombiano, hoy en día, ha suscrito leyes, convenios internacionales y leyes que protegen a las mujeres; como la ley de cuotas (581 del 2000), la ley contra la violencia hacia las mujeres (1257de 2008), la ley de la economía del cuidado(1413 de 2010), en las que incidió de manera asidua nuestra ex senadora Gloria Inés Ramírez, conjuntamente con el Movimiento de Mujeres, estos esfuerzos son contrarrestados por las acciones concretas en la vida real.

Así pues, el resultado es muy pobre, ya que no se materializa en la política concreta, es decir, en el parlamento, debido a que en los últimos años, según el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL: Colombia está en los últimos lugares de Latinoamerica en representación femenina en los congresos nacionales. Teniendo en cuenta además, que ninguna mujer ha ejercido la Presidencia de la República.

Según estadísticas de Colombia Líder, en cuanto al Senado, la participación de las mujeres en el período 1998-2002 fue del 13 por ciento; en el del 2002-2006 del 12 por ciento; en el de 2006-2010 del 12 por ciento y en el 2010-2014 llegó al 16 por ciento. En lo referente a la Cámara de Representantes: entre 1998-2002 fue del 11 por ciento; entre 2002-2006 del 12 por ciento; entre 2006-2010 del 10 por ciento y entre el 2010-2014 del 12 por ciento.

Así mismo, de los 102 senadores, 16 son mujeres; y de los 166 representantes a la Cámara, 22 son mujeres. En diciembre de 2010 de 13 ministerios sólo cuatro eran ejercidos por mujeres; de 24 viceministerios siete eran ocupados por mujeres; pero de las 16 consejerías y programas, el 50 por ciento eran presididos por mujeres.

Por otro lado, de los 74 magistrados en las altas cortes, sólo 16 son mujeres. Si nos damos cuenta, la participación de la mujer a nivel regional y local, la situación es casi la misma. Las gobernaciones: entre 1998-2000 el 3.2 por ciento eran mujeres; en el período 2001-2007 aumentó hasta el 6.2 por ciento; y entre 2008 y 2011 nuevamente descendió al 3.12 por ciento. Para el período 2011-2014 se escogió a tres gobernadoras.

De acuerdo a los datos anteriores, podemos notar que la presencia de las mujeres en los partidos no aumenta en la proporción que quisiéramos. Dicha presencia, aunque ha aumentado en cierto grado, no contrasta con el porcentaje de representación en los cargos de dirección, donde, ni siquiera, tanto en el parlamento, como en los partidos políticos, existe la voluntad política para avanzar en el reconocimiento y representación de las mujeres como sujetas políticas pensantes y transformadoras.

Un país en paz, con mujeres en la política

Aun así, seguimos confiando que el siglo XXI será el siglo de las mujeres. Su presencia y representación es un imperativo ético, ya que es necesario que la política adquiera un nuevo sentido y nuevas maneras de hacer.

En la perspectiva de un país en clave de paz, con justicia social, se hace necesario que el contingente de mujeres que hoy hace presencia a lo largo y ancho del país, por hacer realidad el anhelo de una paz duradera, tenga la apertura suficiente para ser incorporado de una vez por todas en los diferentes cargos de dirección del país. Pues sólo así podremos superar trabas como el sectarismo y la estrechez política y daremos el salto cualitativo hacia ese gran frente por la paz con justicia social. Parafraseando al movimiento de mujeres argentinas, podemos decir: “Una mujer en la política cambia a la mujer, muchas mujeres en la política cambian la política”.

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