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Mariana: vocera de paz

En esta separata se rinde un sentido homenaje a una mujer en particular, Mariana Páez. Estudiosa, luchadora y revolucionaria. Protagonista de grandes cambios sociales, quien fue asesinada el 27 de febrero de 2009. Su legado sigue vivo en los diálogos de La Habana

Mariana Páez con su hija.
Mariana Páez con su hija.

Luz Mireya Gallo

Ana Ruth Castella­nos, mujer de cabellos blancos, sonrisa de niña y gran humor, es una luchadora social, cofundadora del barrio Policarpa Salavarrieta en Bogotá, y militante activa del Partido Comunista y la Unión Patriótica. Ella, habló con VOZ para evocar momentos gratos, llenos de alegría y nostalgia, alrededor de la vida de su hija Martha Isabel Ardila, más conocida como Mariana Páez.

A ella, se le hace un homenaje, en su quinto aniversario de muerte, porque Mariana está viva, y se evidencia cuando nuevamente hay diálogos de paz, esta vez en La Habana, donde hay una subcomisión de género, que es uno de sus legados. Mariana fue otra vocera de la paz.

Febrero, un mes para el caos

Todo comenzó con la llegada de Anita al barrio Policarpa, en febrero de 1962, con su esposo y embarazada de su primera hija. Desde su vientre, Mariana llegó a enfrentarse a la persecución violenta del Estado. Ese mes hubo una arremetida de las autoridades para desalojar a todas las familias que estaban en los potreros tomados por desplazados en lo que hoy se conoce como el Barrio Policarpa.

–¿Cómo recuerda ese momento de confrontación con la Policía?

–En ese momento las únicas personas que estaban en la pelea y la lucha del barrio fuimos las mujeres y nuestros hijos. La Policía llegó a golpearnos con bolillos, arrastrarnos e intentó subirnos a las malas a la patrulla. Como yo era muy rebelde desde pequeña y por tener sentido de pertenencia, gritaba y gritaba: asesinos malparidos, asesinos malparidos. Fue ahí cuando un comandante grita “súbanla a la patrulla”, y en estado de embarazo me enfrenté y recibí o más bien recibimos, con Mariana, un golpe en su cabecita.

–¿Cómo fue la crianza y educación de Mariana en un hogar comunista, en medio del barrio Policarpa?

–Mariana nace el 29 de junio de 1962, en medio de las desigualdades que afrontaban las familias desplazadas. La característica más importante que tuvo el Policarpa ese año fue la lucha por organizar a los niños, jóvenes, ancianos y a toda la comunidad. Mariana a los cinco años ingresa a la Comisión de Pioneros, un espacio cultural de pintura, música y baile que tenía como único fin enseñarle y darle a conocer el barrio y su historia.

–¿Cuál fue la formación académica de Mariana?

–Mariana a los 15 años ingresa a la Juventud Comunista (JUCO), y desde ahí comienza a fortalecer su ideología. Cuando terminó su bachillerato yo no veía cómo darle una universidad, la situación económica no lo permitía, pero ella fue una mujer muy amante al estudio, se presentó dos veces a la Universidad Nacional, pero no logró ingresar. Sin embargo, siguió luchando, se inscribió al SENA a estudiar asociación bancaria y, estando ahí se presenta la oportunidad de estudiar en la INCCA. El papá de Mariana, Gonzalo Ardila, le gestionó sus prácticas en el Banco Cafetero, el mismo que luego le otorgaría una beca para estudiar ingeniería de alimentos, aun sin tener relación con el área financiera.

Mariana decide estudiar ingeniería de alimentos, al mismo tiempo que estudiaba en el SENA. Estudiando en dos partes desarrolló muy bien su trabajo como líder estudiantil y cuando trabajó en el Banco entendió la lucha laboral y el sindicalismo. Mi hija no perdía ningún momento para aprender y desarrollar su potencial revolucionario, siempre se esforzó en cambiar la sociedad, en transformarla en un país mejor.

–Como madre y mujer luchadora, ¿qué legado le entregó a su hija?

–Desde un principio mi concepción por la igualdad entre los géneros me ha caracterizado en mi actuar político y en el cuidado y crianza de mis hijas e hijos. Para mí era muy claro que nunca replicaría la cultura machista y sexista que impregnaba en ese momento, puesto que la concepción de la mujer era ser sumisa y devota al hogar.

Mariana era una niña que tuvo el privilegio de nacer en un hogar comunista, defensora de su barrio, con unos padres que lucharon a diario y una madre que tenía un enfoque más amplio de igualdad entre los sexos.

–¿Qué logros obtiene Mariana con la independencia con que fue educada?

–En su juventud no fue cohibida de salir a la calle y movilizarse con sus compañeros, de hacer tertulias y participar activamente en los centros de estudio de la Juventud Comunista. Ella tuvo toda la libertad, de la que todavía carecen algunas mujeres y es la consigna de lucha que anhelo sea realidad.

Mariana no se libró de los escarnios públicos que la comunidad del barrio desató, pues era una falta de respeto que una adolescente estuviera tanto tiempo fuera de su casa sin la presencia y control de sus padres. A pesar de las duras críticas, Anita nunca hizo caso. Siempre supo que lo mejor para su hija era la formación y amor que ella estaba cultivando por el cambio social.

En armas

–¿Cómo y por qué ingresa Mariana a las FARC?

–Ella primero organizó aquí todo. Sacó un crédito en el Banco, remodeló la casa y la puso a mi nombre diciendo que era mía porque ella no la iba a disfrutar. Esa fue la pensión que me dejó, porque actualmente vivo de la renta de la casa.

Una noche vinieron a recogerla en una camioneta, ella me dijo que iba a esconderse. Era la época del genocidio a la Unión Patriótica y ella sentía que corría riesgo. Pero con el abrazo que me dio sentí que me mentía.

Meses después, algunas personas me hablaban de los éxitos de una tal Mariana en las FARC y me lo contaban como si yo supiera a quién se referían. Hasta que un día me llegó una carta en la que firmaba Mariana Páez, ahí entendí que era mi hija.

Años después supe que, en homenaje a su labor, el Comandante Jorge Briceño, la llamó Mariana Páez, en homenaje a una guerrera cubana. Entró al Frente Antonio Nariño y fue la primera mujer que representó a las FARC en unos diálogos de paz, en San Vicente del Caguán.

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