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Colombia 2013: Los desafíos de la paz

Superar las contradicciones y abrir el camino hacia la paz solo es posible con la presión y la movilización popular

Hernando López

Parte de la Delegación de Paz en La Habana, Cuba, en pasada rueda de prensa con medios internacionales.
Parte de la Delegación de Paz en La Habana, Cuba, en pasada rueda de prensa con medios internacionales.

Antes del reinicio de los diálogos de paz de La Habana esta semana, el Gobierno Nacional repitió la cantaleta de que no está en discusión la propiedad privada, como si en algún punto del “Acuerdo para ponerle fin al conflicto y para una paz estable y duradera” se hablara de este tema. De lo que se trata es de la función social de la propiedad privada, establecida en la Constitución Política al definir el Estado Social de Derecho. Dicho de otra manera, los cambios sociales apuntan, si se pretende la justicia social, a ponerle punto final a los abusos del capital financiero, los monopolios, los grupos económicos y las transnacionales, en contravía de la llamada “confianza inversionista”, que le da patente de corso a la oligarquía nacional y transnacional de acumular ganancias a expensas del trabajo de los colombianos y colombianas.

Incluye el propósito de reformas avanzadas, la necesidad de democratizar el acceso de la tierra y de brindarle toda la potencialidad a la riqueza agraria, mediatizada por el poder terrateniente de ganaderos y latifundistas que la dedican a la ganadería extensiva. Esto a propósito del primer punto en debate de la agenda, que sacó a flote las diferencias, inclusive de otros gremios de los empresarios con Fedegan, que le censuran en voz baja su estrecho nexo con los paramilitares y la violencia en el sector agrario, a la cual no son ajenos otros gremios y empresas extranjeras que se lucran de la riqueza y el dolor de los colombianos.

Las falacias de Fedegan

Al respecto, Timoleón Jiménez, comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP, escribió el pasado 28 de diciembre lo siguiente: “(…) Es abiertamente conocido que las tierras dedicadas a la ganadería extensiva en Colombia sobrepasan por lo menos en diez veces las destinadas a la agricultura, protuberante realidad ignorada en la carta (Carta de Fedegan publicada en los diarios impresos) y que más bien trae a la memoria la fábula de Rafael Pombo sobre la pobre viejecita.

“Fedegan cuenta aún con suficiente poder como para que su versión de la historia sea incesantemente difundida por la gran prensa, influencia de la que han carecido desde tiempos inmemoriales las grandes masas de campesinos, indígenas y mineros secularmente violentados. Este escrito, por ejemplo, no lo publicaría jamás El Tiempo. Pero no sólo los grandes ganaderos promovieron y financiaron el paramilitarismo para persistir con su vieja tarea expropiadora. También lo hicieron grandes compañías agrícolas y mineras. En vergonzante contubernio con la fuerza pública y buena parte de la clase política”.

Las anteriores consideraciones, tanto las que se refieren a las contradicciones con las opiniones del Gobierno Nacional como con la ultraderecha del gremio ganadero, son parte de las diferencias profundas que enfrenta el debate en los diálogos de La Habana, que contradicen los “tiempos fatales” del Gobierno Nacional. Ponerle límites apresurados es una manera de restarle confianza a la contraparte y a las organizaciones populares y democráticas que reclaman la paz con democracia y justicia social.

Preocupa, también, que la versión oficial no sea una sola frente a las necesidades de la paz. Algunos se “salen del libreto” como explican voceros oficiales. Hace pocos días el coordinador de la delegación del Gobierno, el vicepresidente Humberto De la Calle Lombana tuvo que desmentir al ministro del Interior, Fernando Carrillo, quien declaró que el segundo punto sería el de las víctimas y se abordaría en Semana Santa, lo cual nunca fue acordado en la mesa. Pero nadie se atreve, ni siquiera el presidente Juan Manuel Santos, a poner en cintura a los altos mandos militares, dedicados a sabotear la tregua unilateral y los diálogos de paz. Han encontrado un instrumento, a manera de marioneta, según opinan analistas de la paz, en el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón.

El diálogo es importante

Sin embargo, las FARC-EP, valorando la apertura de los diálogos “como uno de los aspectos más positivos que nos deja 2012”, son conscientes de las dificultades, como lo han advertido, una y otra vez, los miembros de la delegación de paz en Cuba. En el mensaje de fin de año, las FARC-EP consignaron lo siguiente: “Quizás uno de los aspectos más positivos que nos deja este 2012 que agoniza, es la apertura de la Mesa de conversaciones entre el gobierno y las FARC-EP, en La Habana. Se abre así la posibilidad de encontrar una salida civilizada al prolongado y doloroso enfrentamiento entre colombianos con todo lo que un conflicto de tal naturaleza representa. Llegar a este punto no ha sido fácil. Se trata de vencer la resistencia de sectores económicos, políticos, sociales y militares muy poderosos que apoyados en la intervención norteamericana, se niegan a aceptar la necesidad de una solución política para el conflicto social y armado que desangra al país, porque consideran que sin la guerra estaría amenazada su hegemonía de clase y por esa razón le temen a la paz; como dicen que le teme el diablo a la cruz”.

No es fácil superar la resistencia de la oligarquía colombiana a los cambios de fondo en la vida nacional, a la paz con democracia y la justicia social. La paz debe llegar con más democracia y mejores condiciones de vida. Lo dicen también las FARC-EP en el mensaje de fin de año: “Le temen a la paz porque saben que para llegar a ella se debe garantizar la justicia social, construir una verdadera democracia de esencia popular y recuperar la soberanía patria”.

En este sentido, es clave la participación ciudadana y popular. El pasado Foro Agrario fue muy importante, así lo califican sus promotores y organizadores, también los participantes, lo importante ahora es que ello se traduzca en soluciones, en parte de los acuerdos concretos. No se pueden ignorar. Al fin y al cabo es fundamental la presión popular para la salida política dialogada del conflicto. Deben repetirse en los demás puntos de la agenda.

Ojalá el Gobierno Nacional termine animado de la misma decisión de cambio y le ponga punto final a la retahíla absurda de que nada esencial del modelo de economía de libre mercado neoliberal está en discusión, ha sido el mismo obstáculo de siempre que ha dado al traste con los procesos de paz anteriores con las FARC y el ELN. Alguien recordaba hace unas semanas la célebre expresión de Manuel Marulanda, dicha en el Caguán en entrevista con el Director de VOZ: ¡Que me digan, entonces, qué carajo es lo negociable!

Ojalá, también, la izquierda y los sectores democráticos entiendan el significado de la unidad popular en esta hora de la historia. No hacerlo sería una fatal equivocación que retrasaría la opción de poder popular porque cada uno se reduciría a un pequeño grupo que se cocinaría en su propia salsa.

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