Al instalar la mesa de diálogo con la oposición, el gobernante negó la existencia de una protesta popular. Lo que hay es una “revuelta de los ricos”, alentada por Estados Unidos

Alberto Acevedo
En un acontecimiento político sin precedentes en el último medio siglo, el pasado jueves 10 de abril los líderes de la oposición de derecha y voceros del gobierno al más alto nivel se sentaron en una mesa de conversaciones y dialogaron al menos seis horas en torno al tema de la paz y los mecanismos para encontrar una salida a la crisis económica en Venezuela.
A instancias de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, y del nuncio apostólico del Vaticano, los voceros de la denominada Mesa de Unidad Democrática, MUD, y el presidente Nicolás Maduro, acompañado de los miembros de su gabinete, iniciaron una ronda de conversaciones alrededor de los problemas que afectan la estabilidad política de ese país, particularmente las denominadas guarimbas, como se conoce allá el bloqueo de vías por parte de grupos de extrema derecha.
El canciller del Ecuador, Ricardo Patiño Aroca, uno de los integrantes de la misión de Unasur, destacó el ambiente de cordialidad presente en la reunión de paz entre los representantes de los bandos opuestos. “No pensé que en tan poco tiempo, apenas tres horas de diálogo entre el gobierno y la MUD, fuera posible alcanzar tantos acuerdos y además que se haya producido una reunión tan cordial entre ellos”, sostuvo el diplomático.
Según el representante del gobierno ecuatoriano, hubo coincidencias para ampliar la Comisión de la Verdad, que investigará hechos de violencia acaecidos desde el pasado 12 de febrero y un tratamiento transparente por parte del gobierno en el juzgamiento de las personas detenidas. La MUD condenó de manera explícita toda forma de violencia y acepta participar parcialmente en el Plan de Pacificación Nacional y en las comisiones económicas que integran la Asamblea Nacional (parlamento).
Pese a lo novedoso de la reunión, no asistieron varios partidos de oposición, integrantes del ala más radical y pro fascista de la llamada oposición, dirigidos por la ex parlamentaria Corina Machado y por Leopoldo López, cabeza visible del partido Voluntad Popular. Tampoco tuvieron representación oficial los líderes del movimiento estudiantil opositor al gobierno, ni de la clase obrera organizada, considerada baluarte de apoyo a la revolución bolivariana.
El sector radical liderado por el binomio López-Machado desestimó el mecanismo de diálogo y llamó a mantener las movilizaciones callejeras hasta alcanzar un cambio de régimen en Venezuela. En este sentido, los voceros del gobierno indicaron que en la mesa de conversaciones no se va a negociar un cambio de modelo y, por el contrario, sectores allegados al gobernante PSUV llamaron profundizar el socialismo y radicalizar la revolución como el camino más acertado para salir de la crisis.
En una entrevista concedida el viernes de la semana pasada al diario inglés The Guardian, el presidente Nicolás Maduro dijo que el gobierno de Estados Unidos promueve la violencia callejera en Venezuela para producir un golpe de estado en “cámara lenta”. Acusó a Obama de promover una sucesión de guarimbas para orquestar un golpe de estado al estilo Ucrania contra su gobierno y “echarle mano al petróleo venezolano”.