Abogado, defensor de las y los trabajadores en la región surcolombiana, militante del Regional Ramón Tovar Andrade del Partido Comunista, precandidato a la Cámara de Representantes por el Huila en la consulta del Pacto Histórico
Luisa María Zúñiga
Hijo de un comunista, Brasiliano López López, el padre, constructor de casas que en su tiempo libre se dedicaba a organizar a las personas en busca de vivienda digna, discutir problemas sociales y fortalecer los procesos de asociación campesina. Esa actividad fue parte de la niñez de Ambrocio, “pues en casa se leía la mayor parte del tiempo”. No tenían televisión, ni electricidad, solo radio. Don Brasiliano murió en 1975 siendo concejal de Planadas por el Partido Comunista.
Sara Meléndez Dussan, la madre, compartió siempre los ideales comunistas con el padre. Líderesa del Partido Comunista e intelectual comprometida, promovía el trabajo solidario y la búsqueda del bien común. Fue presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio 9 de Febrero, donde dejó una huella de liderazgo y servicio.
Comunista desde niño
¿Cómo inició su camino en lo político y la política?
Yo tenía entonces 12 años y medio, pero ya estaba vinculado a procesos juveniles del Partido, en un movimiento llamado “pioneros”. En 1984, con 18 años, fui elegido concejal de Planadas por la recién creada Unión Patriótica, convirtiéndome en el concejal más joven de Colombia. Sin embargo, solo duré un año porque la violencia y el genocidio contra la UP me obligó a salir del municipio y trasladarme a Bogotá.
¿Cómo nació su interés por entender y comprometerse con la historia de su pueblo?
Cuando mi padre murió, busqué sus libros escondidos y desarrollé un gran gusto y habilidad por la lectura. El primer libro que escogí leer por ser el más pequeño “Diario de un Guerrillero, de Arturo Alape. Era un libro pequeño, pero al abrirlo me encontré con relatos de personas que yo conocía, vecinos de mi pueblo, incluso del señor que vivía frente a mi casa. Ese descubrimiento me impactó porque me reveló que habitaba en una región crucial para el conflicto colombiano, algo que nunca imaginé ni que mi padre me había contado.
La lectura de ese libro me llevó a devorar toda la biblioteca de mi padre y a buscar a los mayores del pueblo para que me hablaran del pasado. La mayoría evitaba hacerlo por miedo, pero poco a poco, algunos viejos comunistas comenzaron a confiar en mí, como antes lo hicieron con mi papá. Así, mi militancia inicial se enfocó en reconstruir la memoria de lo sucedido en Planadas y en comprender las causas del conflicto armado.
¿Qué fue lo que más le impactó de esas lecturas?
Descubrí la magnitud de una violencia fratricida que había asesinado a tanta gente y dejado a la comunidad en silencio y con miedo. Desde joven ya había leído a García Márquez, Alfredo Molano y gran parte de lo disponible en la biblioteca municipal, buscando respuestas a cosas que me preocupaban: ¿por qué los matan?, ¿qué sucede?, ¿qué hay detrás de tanto dolor? Esto, reforzó mi interés por conocer las causas, los porqués del conflicto, y a hablar con los sobrevivientes y encontrar en la memoria de los viejos las explicaciones que buscaba.
Experiencia en corporación publica
Háblenos sobre su experiencia como concejal en Planadas
La violencia contra la Unión Patriótica me tocó directamente. Recuerdo que el Alcalde Guillermo Vasquez del Partido Liberal, Movimiento Revolucionario Liberal, me salvó la vida advirtiéndome que esa misma noche me iban a matar. De los cuatro concejales titulares y sus cuatro suplentes, yo soy el único que sobrevivió: todos los demás fueron asesinados, incluso los de otros partidos. Esa advertencia me obligó a huir.
Mi novia de entonces, Melba Durán, hoy mi esposa, quien ha sido un pilar fundamental en todo este camino, trabajaba en el municipio y fue quien me puso sobre aviso. Con ella decidí salir de Planadas para salvar la vida y comenzar a construir nuestro futuro juntos. Hoy llevamos 40 años juntos. Tenemos tres hijos y tres nietas hermosas.
¿Y cómo fue ese nuevo comienzo fuera de Planadas?
Nos trasladamos a Bogotá, donde trabajé casi nueve años en el Frigorífico Suizo (hoy Zenú). Allí intenté formar un sindicato, lo que me costó el despido. Esa experiencia me conectó con el movimiento sindical y conocí a Teófilo Forero, quien me animó a organizar trabajadores. Solo después de su asesinato entendí la magnitud de su importancia dentro del Partido Comunista.
En ese periodo también ingresé a militar en la célula número uno del Partido Comunista en Bogotá, donde compartí con líderes como José Antequera. Al perder el empleo, mi familia me sugirió trasladarme a Neiva, y así lo hice.
¿Qué hizo en Neiva?
Me establecí en Neiva hace 34 años. Al principio trabajé en el comercio informal: compré un puesto de revistas frente al Club Social y vendí periódicos por cerca de una década. Desde allí organicé a vendedores ambulantes y formamos una asociación.
Más tarde ingresé a la Universidad Surcolombiana a estudiar Derecho, combinando mis estudios con el trabajo. Tras graduarme, monté oficina como abogado y me dediqué a la defensa de los derechos de los trabajadores, bajo la convicción de que el derecho debe estar al servicio de las causas de los más necesitados.
Propuestas programáticas
¿Cuales son sus propuesta para representar al Huila?
El Huila ha tenido líderes valiosos de distintos partidos, incluso de corrientes conservadoras y de ultraderecha, que supieron anteponer los intereses del departamento por encima de los de sus partidos. Eso es lo que necesitamos hoy: gobernar sin sectarismos y poner en el centro la vida digna, la justicia social y la defensa del territorio.
La agenda del Huila debe ser prioridad en el Congreso: infraestructura, industrialización del campo y la ciudad, protección del ambiente y reformas sociales que garanticen derechos fundamentales. Para ello se requiere la articulación de dirigentes de todas las vertientes políticas. En el Huila, casi el 70% de los trabajadores son informales y el Estado debe asumir un papel real en su protección.
El café es un producto clave en la economía Huilense ¿Cual es su propuesta?
Pienso en los recolectores de café, todos informales, cuando perfectamente la Federación Nacional de Cafeteros podría garantizarles seguridad social y su formalización. El café ha generado históricamente grandes bonanzas en Colombia, pero sus beneficios han quedado en manos de unos pocos poderosos, mientras las regiones productoras, como el Huila, apenas reciben migajas. Lo que necesitamos es transformar la pequeña finca en una pequeña empresa, con industrialización, tecnología, créditos y comercialización, para que los hijos de las familias campesinas no tengan que abandonar el campo. La bonanza cafetera debe fortalecer el desarrollo del Huila.
Sobre la Paz
Solución estructural
La paz no se logra solo con firmas, sino atacando la violencia estructural. Si a un joven campesino sin oportunidades le ofrecen un fusil, un sueldo y una moto, fácilmente se vincula a un grupo armado. Necesitamos construir estructuras sociales que fortalezcan a las comunidades, como lo han hecho los pueblos indígenas, que enfrentan la guerra unidos y evitan que sus jóvenes sean reclutados. La guerra en Colombia debe dejar de ser nuestro destino y convertirse en un anacronismo del pasado.
La verdadera paz se construye desde la familia, desde la escuela, desde la organización social, derrotando en nosotros mismos la idea de la guerra y viendo al vecino como aliado para cambiar nuestra realidad.
La derecha en Colombia ha gobernado históricamente sobre el miedo. Ha usado el conflicto como un caballo de batalla para manipular a la gente, haciéndole creer que la guerra empezó con Gustavo Petro y que antes vivíamos en paz. Eso es absolutamente falso. En el gobierno de Duque hubo muertos, secuestros y asesinatos.
Han hecho creer que la paz solo llegará si la derecha vuelve a gobernar, cuando lo cierto es que lo que necesitamos son soluciones estructurales: desarrollo en el campo, oportunidades para los jóvenes, y una visión de país que supere la guerra como destino. El conflicto no puede seguir siendo el motor del miedo, ni la excusa política para impedirnos avanzar hacia la vida digna y la justicia social que merecemos.
Es candidato por el Pacto Histórico ¿como asume este reto?
El Pacto Histórico, movimiento al que me he unido, tiene la obligación de asumir estas necesidades no solo en el parlamento, sino en las alcaldías, la gobernación, la asamblea departamental, los concejos municipales y, por supuesto, en el gobierno nacional. No es solo tarea de Ambrocio López, sino de un proyecto político colectivo que se compromete a ser catalizador del cambio.