Ha muerto el labriego de ideas, del surco y de la chakra, el que un día aprendió a sembrar semillas de esperanza
Jorge A. Castiblanco
Militante de las ideas, de la palabra llena de contenido y sustancia, aquella que perdura y se convierte en legado para los tiempos venideros.
Su madre, Lucy Cordano, le enseño a cultivar las flores para poder subsistir. Aprendió cada paso del cultivo del jardín, comprendiendo que la naturaleza es fundamental para la vida humana porque es parte de ella. A esta forma de entender la naturaleza, le sumó la forma de sentir la vida, y sus palabras sellan su manera de entender la política. Son esas palabras las que recordamos en este breve escrito sobre el líder uruguayo.
“No es que la economía no tenga importancia, pero el hombre alguna vez debe hacerse estas preguntas: ¿A dónde va la humanidad?, ¿Cuál es el futuro?, ¿Cuál es la responsabilidad con la vida? La vida humana es casi un milagro en el enorme silencio mineral del universo”.
A partir de sus propias penurias, del sufrimiento de los pobres del campo, el movimiento obrero y la ayuda indiscutible del conocimiento del pensamiento socialista, Pepe Mujica tomó partido por los humildes, los desposeídos y los perseguidos, y se unió al movimiento socialista.
Allí se estaba pensando en el futuro de Uruguay, en cómo llevar adelante una revolución para acabar la hegemonía de unos terratenientes retardatarios y feudales, cuya economía se sustentaba básicamente en una ganadería extensiva y latifundista. Una burocracia político-estatal, entremezclada y comprometida con los grupos dominantes, acabó con la “Suiza de América” de principio del siglo veinte.
“No miro hacia atrás porque el hoy real nació en las cenizas fértiles del ayer. Por el contrario, no vivo para cobrar cuentas o reverberar recuerdos. Me angustia, y de qué manera, el porvenir que no veré, y por el que me comprometo. Sí, es posible un mundo con una humanidad mejor, pero tal vez hoy la primera tarea sea cuidar la vida”.
Se crean los escuadrones de la muerte para acabar con los líderes y luchadores que deseaban un Uruguay próspero democrático y más igualitario. Nos situamos en la década de 1960 marcada por un proceso de gran deterioro económico y, por lo tanto, social, con un notable aumento de la conflictividad y búsqueda de alternativas. En ese contexto surgió el movimiento Tupamaros, guerrilla urbana para la defensa de los movimientos obreros y políticos. Y, por supuesto, nuestro Pepe Mojica se unió a ella.
El movimiento Tupamaros se enfrentó al régimen y su dictadura. La represión estatal fue feroz. Mujica fue capturado tras recibir seis disparos, uno de los cuales le destrozó el bazo. Fue encarcelado en cuatro ocasiones y, en dos oportunidades, logró fugarse de la cárcel montevideana de Punta Carretas.
Sometido a condiciones brutales ─aislamiento extremo, encierro subterráneo, interrogatorios constantes─, Mujica fue uno de los llamados “rehenes” del régimen militar uruguayo: prisioneros usados como moneda de cambio, bajo amenaza de ser ejecutados si su organización retomaba las acciones armadas. En total, Mujica pasó casi quince años de su vida en prisión. Su último período de detención duró trece años, entre 1972 y 1985.
“Triunfar en la vida no es ganar. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”.
Si queremos heredar algo del Pepe Mujica, es derrotar el odio y el sectarismo, que podamos dialogar con los indiferentes y oponentes, que la guerra no es a muerte. La muerte engendra más muerte y mil muertes más.
“Hace décadas que no cultivo el odio en mi jardín. El odio, en última instancia, nos vuelve estúpidos porque nos hace perder la objetividad ante las cosas. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creativo, y el odio nos destruye”.
En su itinerario cambia el concepto y sentido de las palabras: “Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita. Entonces no les va a dar el tiempo de la vida”. La riqueza no está en la acumulación de capital, sino en la grandeza del ser humano ante sus congéneres, en la acumulación de conocimiento y valores artísticos, en ser niños un día sí y otro también.
Él mismo lo decía: “Van a envejecer y van a tener arrugas, y un día se van a mirar en el espejo y tendrán que preguntarse, ese día, si traicionaron al niño que tenían adentro”.
“Una de las desgracias de la política es haber abandonado el campo de la filosofía y haberse transformado demasiado en un recetario meramente económico”. Esta reflexión es una invitación crítica a mirar mejor el mundo; sí, muchas veces hay que tomar distancia, consideraciones y repensar lo que estamos haciendo o pensamos hacer. En la política, como en las ciencias, no hay verdades eternas, incambiables ni modificables, el río sigue su cause aguas abajo.
“Yo sé que soy un viejo medio loco, porque filosóficamente soy un estoico por mi manera de vivir y los valores que defiendo. Y eso no encaja en el mundo de hoy”, decía con convicción Pepe Mujica. No en vano uno de los principios básicos del estoicismo es vivir en armonía con la naturaleza y creer que los humanos son parte de un todo más grande y que nuestro deber es ayudar a las personas a vivir una vida plena, venciendo las dificultades que se cruzan en nuestro diario andar.
Su visión es transformadora: “Pertenezco a una generación que quería cambiar el mundo. Fui derribado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con más igualdad”.
Hablaba a veces para los militantes convencidos y, otras veces, a la sociedad en general. Cuando lo hizo encontró ─si no en todos, sí en muchos─ un terreno fértil para ser respetado y escuchado, incluso por personas ajenas a su concepción política. Ese es su gran valor como divulgador y político: su capacidad de hablarle a los otros más allá de su trinchera.
Por eso, aceptó en DW Conciencia Sur una videocolumna en la que plasmó su pensamiento en más de cien videos dirigidos especialmente a la juventud, tal como él mismo lo expresó con lucidez y humildad: “Me doy cuenta de que pertenezco a una generación que se va y se despide. La lucha continúa y debe continuar”.
Este escrito carecería de sentido sin el reconocimiento a esa gran mujer Lucía Topolansky, eterna compañera de Mujica, hombro con hombro, en las derrotas y victorias, en la cotidianidad de la existencia y en la política, en la chakra y en las calles, en el parlamento y en el palacio presidencial. La política los acompañó hasta en ese día en que Topolansky como presidenta del Congreso uruguayo le impuso la franja presidencia a su esposo, el presidente José Mujica Cordano: “Cuando mis brazos se vayan habrá miles de brazos sustituyendo la lucha”.
Hay hombres que no mueren y son un referente, que renacen cada vez que los consultamos. Hay hombres que pasan a la historia por el amor que dieron, por los odios que acabaron, por las bocas que ayudaron alimentar, por la sabiduría que engendraron y por los derechos humanos que dieron a los que nacieron sin nada en este mundo, perseguidos y olvidados. Esos hombres, alguna vez dijo el poeta, son los imprescindibles.
Pepe Mojica pertenece a ese lugar. Lo demostró en su vida y en palabras como estas: “No quiero llamarnos América Latina porque no somos solo descendientes de latinos: somos descendientes de negros, de pueblos indígenas, de asiáticos; somos descendientes de todos los pobres y perseguidos del mundo que vinieron a América a soñar con un porvenir”.
Un día renunció a la violencia como forma de lucha y fundó con otros camaradas, entre ellos Lucía Topolansky, el Movimiento de Participación Popular (MPP), que más tarde se unió a la coalición de centroizquierda Frente Amplio que hoy gobierna en Uruguay.
Hombre de partido y organizador de masas populares, dedicó su vida a llevar la educación política a las barriadas, educación que tanta falta hace en nuestras repúblicas.
Este es un homenaje a un ejemplo de vida, cuya muerte no termina, sino que será antorcha viviente que encienda el camino. Como él mismo lo expresó con convicción: “No me voy, estoy llegando. Me iré con el último aliento y donde esté estaré por ti, estaré contigo, porque es la forma superior de estar con la vida, gracias querido pueblo”.